Si la arqueología se convierte en una herramienta política. Sobre el desfile de Egipto (y más)


Reflexiones sobre el desfile egipcio por el traslado de las momias del Museo Egipcio y el uso por el régimen de la arqueología como herramienta política (y otros ejemplos).

La arqueología nunca ha sido tan pública. Tan pública que hace poco se convirtió en un espectáculo cuando las momias fueron trasladadas del Museo Egipcio de la plaza Tahrir de El Cairo al Museo Nacional de la Civilización Egipcia. Un espectáculo para consumir desde los sillones de casa y proyectado en directo desde las calles de El Cairo, transformado en un carísimo rodeo para glorificar al gobierno-régimen de Abdel Fattah al-Sisi. Así, el pasado se utiliza como herramienta política, como divertimento social para impulsar el turismo, pero también barriendo bajo la alfombra aspectos más controvertidos como la represión de los disidentes políticos o la triplicada inversión en el ejército a costa del bienestar de la población.

El controvertido heredero y príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán, criticado internacionalmente por la supresión sistemática de losderechos a la libertad de expresión, está invirtiendo fuertemente en la imagen del Reino, incluyendo una importante remodelación de la zona arqueológica del Hiyaz, al norte de Medina, que pronto reabrirá al turismo internacional.



En algunos casos, la política se apropia del patrimonio arqueológico y lo utiliza como herramienta de marketing. Un arma cultural de masas para engañar a la opinión pública con artificios. Por eso hoy, como ayer, es muy importante estudiar el pasado, pero también la sociedad y el contexto político en el que se lee y utiliza este patrimonio.

El desfile dorado de Faraón
El desfile dorado de Faraón


El desfile dorado de Faraón
El desfile dorado de Faraón

Nunca antes la arqueología había estado tan extraordinariamente de actualidad y conectada con nuestro presente. Por eso, quienes hoy estudian esta materia no pueden evitar tomar partido, enfrentarse y relacionarse con la sociedad en la que trabajan.

A nivel local, me viene a la mente la disputa entre el director del Museo Egipcio de Turín, Christian Greco, y la líder de Fratelli d’Italia, Georgia Meloni, por la iniciativa temporal de la institución para todos los ciudadanos de habla árabe. La colección arqueológica egipcia, a ojos de los medios de comunicación, dejó de tener un papel meramente didáctico o conservador para adquirir una connotación fuertemente social, dividiendo a la opinión pública. A su vez, el Museo de Turín se convirtió en un escenario político, aunque en este caso la operación del director tenía como objetivo la inclusión cultural y el desarrollo de nuevos públicos y no estimular la polémica.

Hay que entender que la arqueología ya no puede ser sólo estudio, investigación o divulgación, sino que también es “política” en el sentido más amplio del término. Los primeros estudios sobrearqueología pública y su papel social y político se iniciaron oficialmente como disciplina académica en la década de 1980 en el University College de Londres y contribuyeron a cambiar la forma de pensar la arqueología. Uno de sus padres fundadores, Peter Ucko, luchó por incluir a los nativos australianos en los estudios especializados sobre ellos.

Desde los Budas de Bamiyán, volados por los talibanes por motivos religiosos, hasta los bronces de Benín, no existe un patrimonio silencioso y congelado en el tiempo. Más allá de los hechos históricos, el pasado sigue hablando. En algunos casos grita. Basta con escuchar las voces de los manifestantes frente al Museo Británico o en Washington tras los movimientos de descolonización cultural.

Hoy no hay patrimonio cultural sin reinterpretación, no hay divulgación científica sin construcción de nuevos significados para las nuevas generaciones. Por eso el papel de académicos, conservadores y profesores es hacer que la investigación sea relevante estimulando el debate, la confrontación e incluso la crítica. “Quien controla el pasado controla el futuro: quien controla el presente controla el pasado”, escribió George Orwell en su 1984.


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