Bienvenido a Casa Susanna. En la fotografía, este nombre está toscamente grabado a mano en el tronco de un árbol, en color naranja. Pero en otra aparece en un cartel real. Vemos las dos imágenes en Arles( Francia), en las salas de exposicionesdel Espace Van Gogh, que nos catapultan a los Estados Unidos de los años 50 y 70, a dos horas en coche al norte de Nueva York, en las montañas Catskill. La casa, un edificio principal con un jardín y otras casitas, es el título de la exposición(Casa Susanna, en realidad) comisariada por Isabelle Bonnet y Sophie Hackett, y del libro que la acompaña, publicado por Éditions Textuel. La exposición se presenta en el museo que lleva el nombre del maestro de los girasoles, del 3 de julio al 24 de septiembre de 2023, en el marco de la quincuagésima cuarta edición del festival Les Rencontres de la Photographie, que la ha producido junto con la Art Gallery of Ontario (AGO).
La magia de la fotografía hace que se materialicen mundos distantes en el tiempo y en el espacio, alejados de los ojos, y sin embargo tan cercanos porque están frente a nosotros, visibles. Su valor documental de testimonio es especialmente significativo cuando, como en el caso de la preciosa exposición de los Rencontres, nos permite descubrir, y ver, una historia oculta y en cierto modo clandestina, una experiencia que sin el objetivo de la cámara probablemente habría permanecido desconocida. Así, en Arles tenemos la extraordinaria oportunidad de disfrutar de las imágenes redescubiertas de Casa Susanna, que dos anticuarios descubrieron y compraron en un mercadillo de Nueva York en 2004 y que desde entonces han pasado a formar parte de varias colecciones. La exposición reúne por primera vez la colección de la AGO, la colección personal de Cindy Sherman y la colección de Betsy Wollheim.
¿Qué tenían de especial estos grabados? Todos eran retratos de hombres vestidos de mujer, con una identidad construida de amas de casa respetables, sin excesos en el vestir. En las salas de exposición nos reciben sobre todo fotos de pequeño formato, pero también ampliaciones reproducidas, de estas damas elegantes y bien vestidas que parecen invitarnos a sus casas y a su mundo para contarnos una historia. Y qué historia. Sentémonos en el sofá y escuchémoslas: formaban parte de una vasta red oculta de “travestis” que se reunían, precisamente, en Casa Susanna. Así los definen los comisarios, que se empeñan en precisar que se trata de un concepto diferente del de travesti o transexual: “En su día, los travestis de Casa Susanna se llamaban a sí mismos ”travestis“ o ”TV“ para abreviar. Ahora este término se considera peyorativo y lo hemos evitado siempre que ha sido posible. En francés, sin embargo, el único término disponible es ”travesti“. Lo hemos utilizado aquí tanto por rigor histórico como porque la mayoría de los miembros de la red Casa Susanna distinguían claramente entre su identidad travesti y otras identidades trans”.
¿Quiénes eran? Hombres, blancos, maridos y padres estadounidenses de clase media, con trabajos incluso destacados, entre ellos ingenieros, pilotos, incluso funcionarios a los que les gustaba vestirse de mujer en una América en plena Guerra Fría que reprimía y condenaba a travestis y homosexuales porque violaban las normas de la época. Las diferencias de género eran tachadas de desviaciones que había que combatir: homosexuales y travestis eran el principal objetivo, considerados enfermos hasta el punto de someterlos a un tratamiento más cercano a la tortura que a la psiquiatría. “Como historiadoras”, especifican a continuación Isabelle Bonnet y Sophie Hackett, “hemos intentado encontrar un equilibrio entre los hechos, las formas de autoidentificación de los individuos del círculo de Susanna House y nuestra conciencia contemporánea de un espectro de identidades de género. Por lo tanto, en nuestra opinión, esta comunidad representa la primera red trans conocida en Estados Unidos”.
Así, Susanna Nació Humberto (Tito) Arriagada en Santiago de Chile en 1917. A los 21 años llegó a Estados Unidos para asistir a la universidad, en 1940 se alistó en el ejército estadounidense empleado por la emisora de radio propagandística Voice of America. Se casó con Marie en 1958 y fue ella, su mujer, quien abrió las puertas de su casa en el verde a los amigos travestis de Susanna. Entre 1959 y 1968 este grupo reunió en aquel lugar a salvo de miradas indiscretas una red de relaciones organizada en torno a la revista clandestina Transvestia. Esta experiencia ofreció a muchas personas la posibilidad de dejar de estar solas en su deseo de travestirse. Susanna, pero también Virginia, Doris, Fiona, Gail, Felicity, Gloria y sus amigas crearon una identidad colectiva única, a pesar de los graves riesgos que corrían. En la exposición, los comisarios también han aportado la historia de algunas de las protagonistas de la galería de fotos redescubierta. Susanna y Marie llamaron al lugar de reunión “Chevalier d’Éon” en honor del conocido diplomático francés, un espía que trabajó en secreto al servicio directo del rey Luis XV y que vivió la primera mitad de su vida como hombre y la otra mitad como mujer.
Imágenes redescubiertas. El mundo de la fotografía está descubriendo en los últimos años algunas historias que habían permanecido encerradas en baúles durante décadas. Uno piensa en el caso de Vivian Maier, la niñera que disparaba compulsivamente y cuyos cientos de negativos y rollos de película aún por imprimir sólo se encontraron unos años después de su muerte en un mercado de antigüedades, al igual que las fotografías ambientadas en Casa Susanna. O el reciente regreso a la luz de la historia del italiano Alberto Di Leonardo, cuyo talento en más de 10.000 fotografías fue desvelado a instancias de su nieta tras la muerte de su abuelo.
Sin embargo, este que vemos en el Espace Van Gogh de Arles es un caso diferente, en el que no cuenta tanto el talento o el ojo del fotógrafo (los protagonistas se inmortalizaron mutuamente) como, repetimos, los hechos que cuentan estas instantáneas de la vida y sus miradas, por así decirlo, cruzadas, que sin embargo dan lugar a imágenes notables. Más de cincuenta años después, la exposición tiene el mérito de devolver a los travestis la dignidad, la libertad y la belleza sonriente que las intolerables normas de la época habían mortificado. Visitarla es darse la oportunidad de sentirse parte de los acontecimientos, los deseos y la visión de una pequeña comunidad que ha dejado un importante testimonio, no sólo a nivel histórico y sociológico, sino también visual. El modelo para las imágenes fueron las fotografías publicitarias y de moda publicadas en revistas como Good Housekeeping, Ladies’ Home Journal, pero también Vogue.
¿Qué observamos en estas tomasque tacharlas de amateur sería reduccionista? Retratos, en su mayoría de cuerpo entero y con diferentes decorados, tanto en blanco y negro como en color. En los de color se aprecia más la atención a las armonías cromáticas, a las combinaciones. En el documental dirigido por Sébastien Lifshitz, importante documento complementario de la exposición del mismo título, son los propios protagonistas quienes cuentan sus historias en primera persona. Volviendo tanto en la memoria como físicamente a Casa Susanna, recuerdan cómo los huéspedes del chalé pasaban hasta cuatro horas en el cuarto de baño preparándose. Sólo salían cuando estaban plenamente satisfechas de su transformación en ropa de mujer. Y las sonrisas dirigidas a la cámara lo dicen todo sobre el tema de la felicidad.
En esta serie de imágenes, la moda de los años 50 a 70 se muestra en su totalidad a través de la ropa. La feminidad es la consigna, al igual que los looks, siempre hipercoordinados, en los que predominan los colores pastel. Faldas hasta la rodilla con jerseys mínimos o blusas ligeras por dentro, pero también vestidos ajustados de una pieza o faldas acampanadas. Los tacones de aguja, que se inventaron en aquellos años, y los bolsos, pequeños, normalmente con un asa que se sujeta con la mano o en la muñeca, casi siempre a juego con los zapatos, apenas faltan en las fotografías. Pelucas con cortes muy similares, bobs con flequillos cortos, pelo liso o con ondas, algunas llevan tirabuzones. Hay toda una variedad de colores de pelo, así como una especial atención a la bisutería, en la que destacan las perlas. Y de nuevo, retratos en traje de baño, conjuntos de lencería y guêpière, máxima expresión de la transformación en mujer.
Y al fondo, el verdadero protagonista, el hogar. Un lugar de refugio y libertad. La cocina, el salón, el jardín. El árbol de Navidad, el sofá, la mesita de cristal, las sillas, la televisión, el columpio: todo el entorno contribuye a que esa experiencia se integre en lo cotidiano de una vida común. Se preparan fotografías, se crean decorados para inmortalizar esos momentos de libertad y felicidad. Un escenario imaginario donde los protagonistas pueden actuar con sus ropas más bellas y queridas, que a veces se simboliza con un telón que se ve al fondo de las fotos, como un teatro ideal, una metáfora de esa vida paralela que los huéspedes de Casa Susanna tenían la ilusión de vivir libremente. Todos los años Susanna y Marie organizaban una fiesta de Halloween, el único momento en que los travestis también podían disfrazarse en público sin correr riesgos.
Moviéndonos entre las salas del Espace Van Gogh y las fotos saltamos de estación en estación, a través de los diferentes atuendos, la nieve, la luz cambiante: hombres vestidos de mujer ríen, se divierten, hacen jardinería, juegan al Scrabble. Además de las fotos, en la exposición hay varias secciones dedicadas a la revista Transvestia, el vínculo de los travestis. Susanna Says era el nombre de la columna habitual de la propietaria. La fotografía era una parte fundamental de la publicación. Las veíamos: entre ellos las tomaban, hacían copias y guardaban las suyas y las de los demás. Cuando en algún momento surgió la posibilidad de tener una cámara Polaroid, esto facilitó mucho los problemas de impresión y duplicación.
Se expusieron varias portadas. Todas ellas decoradas con un diseño de encaje que rodea verticalmente la página por la izquierda hasta desaparecer en el lomo. En la parte superior, el título con el tipo de letra que cambia de color para adaptarse al del friso. Fondo blanco y foto central (un retrato). El primer número de la revista, fundada y dirigida por Virginia Prince, se publicó en 1960. Y a partir de ahí continuó durante seis números al año, de unas ochenta páginas cada uno, hasta 1986. Transvestia se enviaba clandestinamente por correo. Contenía ficción, artículos autobiográficos, poemas, consejos sobre ropa y maquillaje y, sobre todo, fotografías. Antes de la revista, la mayoría de los travestis vivían totalmente aislados, en secreto y avergonzados. Así que la distribución funcionó como una especie de precursora de las redes sociales, creando una pequeña comunidad segura.
En la portada del libro Casa Susanna. L’histoire du premier réseau transgender américan 1959-1968, editado por Isabelle Bonnet & Sophie Hackett y publicado por Èditions Textuel, aparecen los protagonistas de esta increíble historia con cámara en mano. La fotografía era el único medio de dar testimonio de aquella experiencia. Sí, era necesario para la revista, pero sobre todo era esencial para ellos, para recordar que aquel “sueño” había sucedido de verdad. Es conmovedor ver, gracias a la película, los ojos conmovidos de algunos de ellos después de más de cincuenta años hojeando las copias y reconociéndose a sí mismos y a los demás en aquel momento. “¡Pero ésa no puedo ser yo!”, exclama ante la cámara una entrevistada convertida en mujer. Y sí, efectivamente es ella, porque la fotografía está ahí para atestiguar algo que no se puede refutar en este caso.
Casa Susanna ya no albergó a nadie después de que Marie sufriera un grave accidente en 1967 y de que la casa se vendiera en 1972. Singular que el oasis de los travestis se desmaterializara el mismo año en que se publicaba en Italia el libro I travestiti , de Lisetta Carmi, que los libreros se negaron a exponer por ser demasiado escandaloso para la moral de la época, por lo que fue retirado, destinado a la chatarra. El reportaje de investigación social sobre la comunidad de “travestis” (por recordar el título de la época) en el centro de Génova, del que Contrasto publicó una nueva edición en 2022 con las fotografías en color hasta ahora inéditas que, mutatis mutandis, recuerdan mucho a las expuestas en Arles, fue realizado entre 1965 y 1972. El periodista Stefano Ciavatta señala que, en otro lugar de Francia, sólo dos años antes del comienzo de los encuentros de Chevalier d’Éon, "entre 1956 y 1962, el fotógrafo sueco Christer Strömholm, de 40 años, realizó Les amies de place blanche, un reportaje fruto de una larga y participativa visita al barrio de la Place Blanche de París, el equivalente del gueto de travestis de Génova. [...] Sólo se publicó en 1983 y en sueco".
En 1970 Susanna firma su última columna en Transvestia sin dar más explicaciones. Y vuelve a escribir por última vez en 1979 afirmando que los travestis no habían alcanzado la liberación y que la identidad trans seguía siendo tabú. Nadie sabía que Susanna había tenido que vivir a tiempo completo como un hombre para mantener a su mujer, gravemente discapacitada tras el accidente. Con amor, Susanna". Así se despide de su público, y de nosotros, visitantes de la exposición, que abandonamos su casa a regañadientes.
Advertencia: la traducción al español del artículo original en italiano se ha realizado mediante herramientas automáticas. Nos comprometemos a revisar todos los artículos, pero no garantizamos la ausencia total de imprecisiones en la traducción debidas al programa. Puede encontrar el original haciendo clic en el botón ITA. Si encuentra algún error, por favor contáctenos.