Sicilia también vuelve a empezar. El 16 de febrero se reabrió la exposición Terracqueo, comisariada por la Fondazione Federico II. El Palacio Real de Palermo sigue siendo un símbolo, como lo fue en la antigüedad, de la convivencia entre los pueblos del Mediterráneo. Tras la exposición Castrum superius y la instalación Acqua passata¿ de Cesare Inzerillo con la que se relató, sin retórica, esta convivencia en su dimensión más dramática, en recuerdo de la tragedia del 3 de octubre de 2013 en la que 366 hombres, mujeres y niños de nacionalidad eritrea perdieron la vida en nacionalidad eritrea perdieron la vida a 800 metros de la isla conejera de Lampedusa, con la nueva gran exposición, cuya clausura se ha prorrogado hasta el 31 de mayo, la Fondazione Federico II mantiene su promesa de un proyecto cultural con coherencia a largo plazo.
En el centro de la exposición está el Mediterráneo, un todo, donde “cada artefacto del mar”, observa Patrizia Monterosso, directora general de la Fundación, “cuenta la historia de la vida en tierra y cada artefacto de la tierra cuenta las historias del mar”.
Mar. De la tierra. Y del cielo. En el icono de la exposición, un “ojo” en la parte superior, como el de la Cámara Nupcial de Andrea Mantegna en Mantua, que perfora el centro de la bóveda y deja entrar “el cielo en la sala”, hace que el aire y las nubes se asomen desde un vórtice marino que empuja hacia arriba, en un movimiento de elevación que recuerda a otra obra maestra: laAsunción de la Virgen de Correggio, con su extraordinaria espiral de cuerpos que se elevan. Porque el Mediterráneo hay que “entenderlo” desde el mar, desde la tierra, pero también desde arriba, como en la inolvidable serie de Folco Quilici L’Italia vista dal cielo (Italia vista desde el cielo), que para Sicilia contó con Leonardo Sciascia como coautor.
Comprender el Mediterráneo. En las intenciones de quienes la concibieron, esta exposición (que no tiene comisario, según el nuevo rumbo de la Fundación, sino un comisariado colegiado que coincide con el comité científico) debe ir más allá de la realidad objetiva de los 324 artefactos: “Terracqueo”, vuelve a decir Monterosso, “es un relato sobre la verdadera alma del Mediterráneo, de la geología a los mitos, de la colonización griega a los fenicios, del comercio a la globalización actual”.
Se podría decir que se trata de un “experimento” sin precedentes, en el que la Fundación trabaja desde hace algunos años, como si se tratara de un único proyecto que se articula y desarrolla con el tiempo bajo nuevas formas, enriqueciéndose. Así, el discurso abierto con la citada instalación Acqua passata¿, sobre el drama de los emigrantes que perdieron la vida en las aguas del Mediterráneo, vuelve a introducirse en la exposición en el “preludio” que conduce a las salas del Duca di Montalto. Es en el pasillo medieval que las precede donde encontramos, de hecho, el tema del naufragio en una videoinstalación (Teichos, Servizi e Tecnologie per l’archeologia, Salvatore Agizza y Federico Baciocchi) que reproduce la crátera del siglo VIII a.C. hallada en Ischia en el siglo VIII a.C., utilizada para ilustrar el drama de los emigrantes que perdieron la vida en el Mediterráneo. C. hallada en Ischia en el interior de una tumba de la necrópolis de San Montano. Los detalles, que se desplazan ampliados por las paredes de un nicho, remiten al significado dicotómico del mar, como lugar de esperanza para desembarcar en una nueva tierra, donde construir un futuro mejor, o como abismo en el que se producen dramáticos naufragios.
Palazzo dei Normanni, sede de la exposición |
Entrada a la exposición, pasillo medieval con proyecciones multimedia |
Sala de exposiciones |
Sala de exposiciones |
Sala de exposiciones |
Una continuidad subrayada por el Presidente de la Fondazione Federico II Gianfranco Miccichè, quien recordó cómo “las manifestaciones culturales propuestas en los dos últimos años no han dejado de promover una cultura de paz y de educación para la no violencia, de fomentar la vocación natural de Sicilia de simbolizar un ’puente de paz’ entre todos los pueblos del Mediterráneo”. “Cada artefacto de Terracqueo -prosiguió el Presidente- contribuye a mostrar el Mediterráneo como la mayor fábrica de ideas del mundo: desde la filosofía al arte, pasando por la ciencia, la medicina y la organización política, todo contribuye a la consecución de principios sin barreras y sin prejuicios”.
Pero volvamos a nuestro “preludio”. Entre los momentos clave de una exposición está sin duda el del comienzo. Es aquí donde el comisario de la exposición debe ser capaz de sobrecoger, de investir de sensaciones al visitante, escenificando un rito de paso que desencadene poco a poco la ensoñación, el ensueño, como condición de quien deja atrás la escoria del presente para sumergirse abandonado en el espacio “aparte” de la historia y del arte.
Esto es particularmente cierto en Terracqueo. La visita comienza como una “inmersión” en un corredor acuático (instalación multimedia del Grupo Sinergie basada en una idea de la Fundación). Entre fondos marinos caleidoscópicos, gracias a la pendiente natural del suelo, más que acercarse, uno parece fluir, llevado por la corriente, hacia la gran sala de exposiciones.
Antes de entrar en ella, la estrella polar de la exposición, elAtlas Farnesio, obra maestra de mármol del siglo II d.C., cedida por el MANN, Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, gracias a la sobria ambientación de un fondo curvo con una imagen gigante de los detalles del globo terráqueo que sostiene, parece abrazar simbólicamente al visitante para conducirle por un sugestivo recorrido entre pasado y presente.
Posiblemente colocada originalmente en la Biblioteca del Foro de Trajano en Roma, la estatua del poderoso titán Atlas arrodillado bajo el peso del globo terráqueo deriva sin duda de un original helenístico. La anatomía del torso se identifica en las tensiones musculares individuales (la cabeza, los brazos y las piernas fueron restaurados por Carlo Albacini), igual de detalladas son, en la esfera, las representaciones más antiguas de la bóveda celeste y del Zodíaco que han llegado hasta nosotros con los coluri, es decir, las líneas de los meridianos que pasan por los polos. El historiador del arte Giovan Battista Scaduto ha yuxtapuesto (en el catálogo) con el mármol Farnesio uno de los Trabajos de Hércules pintado por Giuseppe Velasco, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, en la sala donde aún hoy se reúne el Parlamento siciliano. En él, el héroe mitológico sostiene, en lugar de Atlas, la esfera celeste.
Habiendo dejado atrás, pues, al titán, comienza el cautivador juego de una puesta en escena que, si fuera una figura retórica, calificaríamos de oximorónica: el propio recorrido de la exposición, que tiene un sesgo decididamente didáctico, comienza con un gran sólido interactivo (creado por TEICHOS en colaboración con la Universidad de Bari ’Aldo Moro’, ENEA e INGV) que, sin embargo, al mismo tiempo que aporta información (sobre la evolución geológica que ha afectado al Mediterráneo) oculta otras. De hecho, la parte posterior del macizo apenas permite vislumbrar de lejos los distintos objetos y obras que se exponen detrás en la gran sala. En beneficio de la curiosidad inmediata del visitante.
Pero no todo lo que hay que ver se hace visible de inmediato. El efecto sorpresa está literalmente a la vuelta de la esquina. Traducido en términos expositivos por el “vela faciunt honorem secreti” de Agustín (Serm. LI, 5), según el cual las cosas “preciosas” deben ocultarse a la vista, detrás del macizo se encuentra la otra obra maestra cedida por el MANN, la Nereida sobre pistrice, de las primeras décadas del siglo I d.C.. Fue hallada en 1841 en la villa que Publio Vedio Pollione hizo construir en la colina llamada Pausilypon (que libera de la angustia), hoy Posillipo, donde probablemente fue colocada en un ninfeo o en el interior de unas termas, en la terraza superior de la villa. La joya de la corona de las colecciones de los Mann, el refinado grupo estatuario representa a una Nereida, ninfa marina hija de Nereo, sobre un pistrice o “ketos”, monstruo marino híbrido, con cabeza de dragón, cuerpo de caballo y lomo y cola de serpiente marina. La obra constituye un “unicum” en la plástica antigua, ya que no se recuerdan modelos comparables; también se ha descartado la posibilidad de que proceda de un modelo helénico del siglo IV-III a.C. de derivación escopadea.
El sólido interactivo |
El Atlas Farnesio en la disposición de la exposición |
Arte romano, Atlas Farnesio (siglo II d.C.; mármol; Nápoles, Museo Arqueológico Nacional) |
Arte romano, Atlas Farnesio, detalle |
Arte romano, Nereida sobre pistrice (principios del siglo I d.C.; mármol; Nápoles, Museo Arqueológico) |
Arte romano, Nereida sobre pistrice (principios del siglo I d.C.; mármol; Nápoles, Museo Arqueológico) |
El contraste entre el movimiento impetuoso del animal por un lado y la ninfa que lo cabalga con graciosa firmeza es espléndido. El pístrice está detenido en el acto de dominar las olas, sus musculosas patas en postura rampante, la cola retorcida en poderosos espirales y la parte superior retorciéndose hacia arriba en el cuello extendido y el hocico muy abierto para emitir un rugido como retenido en el silencio de los abismos; la ninfa marina, en cambio, está sentada como a lomos de un caballo en un apacible paseo campestre, frontalmente con las dos piernas que le quedan colgando sobre el costado del animal, a cuyo cuello apenas se agarra.animal, a cuyo cuello apenas se agarra con una mano (el brazo es un remake decimonónico), es decir, sin aferrarse (como, por el contrario, parecía hacer Armando Cristilli, 2006) como exigiría el ímpetu de la bestia; y desafiando las leyes del equilibrio, levanta graciosamente el otro brazo, segura de no salir despedida. Digamos también que la ninfa no “sigue el movimiento” de la bestia (Cristilli de nuevo). Mira serenamente hacia otra parte, volviendo la cabeza en dirección opuesta a la del monstruo marino; ajena al “hic et nunc”, si no fuera por el drapeado que, empapado de agua, se adhiere a sus piernas, elevándose ligeramente en pliegues que se espesan limpiamente para dejar al descubierto uno por encima de la rodilla, y desplegándose después sobre el costado y la espalda del animal con un capricho de volutas que se diría manierista. También hay un fuerte contraste entre las ondulantes, aunque disciplinadas, olas de las que emerge la pareja marina y la delicada acentuación plástica de las suaves extremidades de la Nereida. La exposición es también una ocasión para redescubrir esta obra de arte tras su limpieza, realizada por Lorella Pellegrino, del Centro de Restauración de Palermo, en el marco de los acuerdos con el museo napolitano prestatario (en la intervención también participó el Atlas Farnesio).
Volvemos, pues, al inicio del recorrido, desde el que la Nereida aún no se ha revelado al visitante. Este es el punto de partida de las ocho secciones en que se divide la exposición: “Un mar de historia”, “Un mar de migraciones”, “Un mar de comercio”, “Un mar de guerra”, “Un mar para navegar”, “Un mar de recursos”, “Arqueología subacuática: pasado y presente”, “El Mediterráneo. Hoy”.
Las secciones individuales, sin barreras ni rupturas claras dentro del entorno más amplio, también permiten al visitante no perder de vista en ningún momento la topografía por la que se mueve.
Evitando una connotación laberíntica desorientadora, se han seleccionado hábilmente ciertos momentos de la narración, como el gran muro, con doce tribunas en varios niveles, que se hace eco de los mismos tonos de bronce oxidado, pero que son también los de las aguas del mar, contribuyendo a la percepción de la flota armada que se avecina y de la muerte en medio de una batalla naval. El resultado del conjunto va mucho más allá de documentar lo avanzado de la tecnología militar en el mar en aquella época, para convertirse casi en una instalación de arte contemporáneo. Este efecto no se habría conseguido si el muro de soporte hubiera sido neutro. Tras él, el visitante es llamado a recorrer un corto túnel interactivo en el que aquellas tribunas vuelven a surcar amenazadoramente los mares, reensambladas en representaciones digitales de antiguos buques de guerra.
La exposición, en general, logra un delicado equilibrio entre el orden exigido por la ambientación didáctica y la superposición de los contenidos , que son muchos, gracias a una estudiada proxémica que permite varias distancias para disfrutar de los objetos a observar, en una calibrada relación entre el conjunto y el detalle.
Otras piezas dignas de mención son el Louterion hallado en el pecio de Panarea III, que confirma la presencia a bordo de altares destinados a ritos propiciatorios relacionados con la navegación; o la Crátera del Vendedor de Atunes, fechable en la primera mitad del siglo IV a.C. en una zona que uno se inclina a situar en Sicilia, que revela una escena de gran actualidad, recurrente también en los mercados locales actuales, y que atestigua la perpetuación de antiguas tradiciones hasta nuestros días: un vendedor de pescado está cortando un atún en un tocón y el comprador recibe una moneda para concluir la compra.
Las tribunas |
Cráter del vendedor de atún |
Vitrina con Deinos de arcilla en el centro que representan triskelés, producción indígena (finales del s. VIII a.C.; Agrigento, Museo Arqueológico Griffo) |
Las proyecciones de los planos de Lucia Cantamessa en la sección dedicada al Mediterráneo actual |
Las proyecciones de las fotos de Lucia Cantamessa en la sección dedicada al Mediterráneo actual |
La sección "Un mar para navegar |
En el itinerario se hace especial hincapié en la Batalla de las Egadi, una pista para conocer las técnicas y estrategias militares, pero también una forma de estudiar la vida a bordo no sólo en la paz sino también en la guerra. Sobre todo, un homenaje al ex consejero Sebastiano Tusa, que perdió la vida fatalmente en 2019 el mismo día, 10 de marzo, de la batalla naval del año 241 a.C. en la que los romanos derrotaron a los cartagineses y a la que contribuyó de forma fundamental como arqueólogo.
Llegando al final del itinerario, en una sala aparte, el suelo vuelve a ser “líquido” en una nueva instalación, y las paredes se convierten en “orillas” sobre las que se proyectan los mil rostros del Mediterráneo actual, captados en el reportaje realizado a lo largo de diecisiete países por el periodista Carlo Vulpio y la fotógrafa Lucia Casamassima.
La exposición se cierra con una sección dedicada a la arqueología subacuática y a los innumerables descubrimientos realizados por la Soprintendenza del Mare, la “criatura” de Tusa. Y me vienen a la mente las palabras de otro de los padres de la arqueología subacuática, George F. Bass: “Si no fuera por Sicilia, yo no sería arqueólogo marino. Si no fuera por Sicilia, ni siquiera sería arqueólogo”.
El proyecto expositivo Terracqueo se inscribe en el marco más amplio de colaboración entre la Fondazione Federico II, el Departamento de Bienes Culturales y el Centro Regional de Restauración, con numerosos museos regionales y cívicos, superintendencias y museos nacionales como el Mann, los Museos Capitolinos y el Museo Etrusco de Volterra. Así como la colaboración con el Sistema Museale di Ateneo de la Universidad de Palermo y el Museo ’G.G. Gemmellaro’ y las Fundaciones Sicilia, Mandralisca y Whitaker.
Como recordamos, la exposición no tiene comisario, sino un comisariado colegiado al que han contribuido importantes estudiosos, entre ellos Luigi Fozzati, Massimiliano Marazzi, Valeria Li Vigni Stefano Medas, Marco Anzidei, Ignazio Buttitta, Carlo Beltrame, Carla Aleo Nero, Babette Bechtold, Giulia Boetto y Marilena Maffei.
Pero ésta no es la única peculiaridad de una Fundación que destaca sobre las demás. Maria Elena Volpes, miembro del consejo de administración de la fundación y antigua directora general del departamento regional BBCC, subraya en el catálogo el rumbo a contracorriente: “la fundación ha dicho un no rotundo a la comercialización de exposiciones en Italia, que a menudo ha acabado mercantilizando muchas de ellas. Podríamos definirla como un organismo ”autárquico“: ”organizadora y creadora de las exposiciones“, explica Volpes, ”se ocupa de la comunicación, la realización y el merchandising de cada una de ellas, y es también editora de volúmenes y catálogos". Como el de Terracqueo, un silo científico de ensayos para especialistas, pero no sólo.
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