Cuando, el 24 de junio, el ministro Darío Franceschini anuncióuna nueva reforma del Ministerio (primero del patrimonio cultural, ahora de cultura) desde que asumió el cargo en 2013, pocos observadores se fijaron en el hecho de que entre los cuatro nuevos institutos autónomos que se creaban (ahora 43, al menos uno por región), desafiando la cada vez más precaria situación de la inmensa mayoría de los museos estatales y no estatales (desde la creación de los museos autónomos en 2016, el crecimiento de visitantes se ha concentrado en unas decenas de institutos), había uno que no solo no existía, sino que ni siquiera era un museo. precaria situación de la inmensa mayoría de los museos estatales y no estatales (desde la creación de los museos autonómicos en 2016, el crecimiento de visitantes se ha concentrado enunas decenas de institutos), había uno que no sólo no existía, sino que ni siquiera era un museo: la ubicación, la colección que iba a albergar, el proyecto científico-cultural, la dotación de personal... lo único que se sabía era la ciudad, Milán, el nombre, “Museo de Arte Digital”, y el hecho de que, al ser un instituto autónomo, tendría, a diferencia de la inmensa mayoría de los museos estatales italianos, autonomía financiera y un director a tiempo completo, elegido por titulación y entrevista en un concurso internacional, remunerado con 83.142,69 euros brutos al año, más una posible prima de rendimiento de hasta 15.000 euros. Un beneficio considerable para un museo completamente en el poder.
Algo más se desveló el 4 de agosto, cuando el ministerio anunció el proceso de selección de los directores de estos cuatro institutos: el parque arqueológico de Sepino (que ahora es de libre acceso, pero tenemos que pensar que esto llegará a su fin), el parque arqueológico de Cerveteri y Tarquinia, la Pinacoteca Nacional de Siena y, por supuesto, el “Museo de Arte Digital” de Milán. Por ese anuncio sabemos que, en las intenciones del Ministerio, el nuevo museo “se dedicará a la producción y presentación de contenidos digitales, desempeñando un papel estratégico en el escenario cultural contemporáneo, cada vez más digitalizado, conectado y globalizado, en el que la propia noción de obra y público evoluciona inevitablemente”. Tampoco en el comunicado de prensa ministerial del 4 de agosto hay información sobre el lugar de celebración. Lo que sí reveló un artículo del Corriere della Sera al día siguiente, retomado porel Consejero de Cultura de Milán, Filippo del Corno. Por ese y otros artículos publicados entre el 5 y el 6 de agosto, sabemos que la sede será el antiguo Albergo Diurno Venezia de la Piazza Oberdan, una joya Art Déco que lleva una década en estado de semidecadencia y cuya apertura al público seconfió a la FAI en 2014 sin ningún cambio. Sabemos que se destinarán 6 millones de euros, pero no bastarán para crear el nuevo museo, sino sólo para arreglar y restaurar el hotel. Y sabemos que el nuevo museo estatal se beneficiará de la colaboración deMEET, un "centro internacional " de cultura digital creado por la fundación bancaria Cariplo, que abrió sus puertas a finales de octubre de 2020 en el antiguo Cinema Oberdan, en las inmediaciones del Albergo Diurno. Un centro que, en apenas unos meses de actividad, se ha convertido así en el interlocutor privilegiado de una institución estatal aún por nacer.
De las declaraciones públicas realizadas en su día por la directora del centro , Maria Grazia Mattei, se desprende la arraigada cooperación que parece haber sido la base del nacimiento del nuevo instituto. La directora explicó con confianza que habría que rediseñar todo el espacio para el nuevo museo. Y el museo, siempre según Maria Grazia Mattei, incluirá también el MEET de forma integrada o completamente fusionada. Cabe imaginar, por tanto, que será precisamente del centro MEET de donde saldrá el director o directora del nuevo Museo de Arte Digital, a pesar de la internacionalidad del anuncio. Entre otras cosas porque, para un campo del arte relativamente limitado y nuevo, con escasa difusión académica en nuestro país, es difícil pensar en una persona con más cualificación que la propia Mattei, que se dedica al arte digital desde los años noventa. Para saber más, la redacción de Finestre sull’Arte envió el 18 de agosto al centro MEET algunas preguntas, entre ellas éstas: ¿Cómo surgió la colaboración entre el MEET y el Ministerio de Cultura y cómo contribuyó a la idea del Museo Nacional de Arte Digital? Por qué motivos se eligió el Albergo Diurno de Piazza Oberdan como sede? El centro nació en 2018 y en solo tres años consiguió colaborar con el Ministerio en la creación de un instituto digital autónomo, ¿cómo consiguió alcanzar este importante resultado? Después de cuarenta días y numerosos recordatorios por correo electrónico y teléfono, no hubo respuesta por parte de MEET y del director Mattei.
Aunque la logística está clara, y también quién colaborará, lo que falta es información sobre el proyecto museológico y museográfico. A pesar de que el ministerio ha anunciado que se trata del primer museo público de este tipo en el mundo, existen ejemplos ambiciosos en todo el planeta, desde Tokio a Burdeos. Hay que añadir que, si bien existen pocos museos dedicados exclusiva y sectorialmente al arte digital, éste ha sido ampliamente musealizado en las últimas décadas, adquirido en las colecciones permanentes de museos de arte contemporáneo (también en Italia), propuesto en exposiciones temporales o en muestras internacionales como bienales y trienales.Es importante destacar un aspecto: cuando hablamos de arte digital, hablamos de un medio artístico que permite aunar diferentes lenguajes (visual y audiovisual, fotográfico, textual, por citar algunos). La creación de obras tiene lugar en entornos digitales o mediante el uso de soportes tecnológicos y software, lo que requiere un equipamiento adecuado y específico para cada obra, así como un mantenimiento cuidadoso y constante. Por este motivo, los museos dedicados a esta producción suelen ubicarse en espacios creados desde cero o vacíos, repletos de proyecciones de vídeo, instalaciones interactivas o inmersivas, imágenes digitales, entornos de realidad virtual, realidad aumentada, imágenes en 3D, obras postproducidas, etc.
Como escribió Lorenzo Taiuti en 2010 (y que aún podemos considerar de actualidad), siguen abiertos muchos problemas en relación con el arte digital, entre ellos, precisamente, qué museos y estructuras culturales son adecuados para conservarlo y exponerlo: “la obra digital tiene una naturaleza interactiva y necesita desarrollar relaciones con sus usuarios. Se necesitan nuevas herramientas culturales y de diseño capaces de comunicar tales formas de creatividad a escala planetaria a través de la red y dispuestas a incluir al público como agente activo en el proceso estético”. En cuanto a las posibles alternativas al museo tradicional, también están claramente en juego las posibilidades de redefinir el arte vinculado a los nuevos medios.
En este caso, se eligió como espacio expositivo un lugar cargado de historia y fuertemente caracterizado. Inaugurado “solemnemente” (como cuenta la crónica de la época) a principios de 1926, tras tres años de obras, el Albergo diurno se construyó cerca de Porta Venezia, nuevo centro de Milán y de la frenética vida de principios de siglo, respondiendo “a una necesidad que venía surgiendo desde hacía tiempo entre el creciente desarrollo de este inmenso y ajetreado barrio”. Ofrecía servicios de diversa índole, desde el departamento de balneario (con, por ejemplo, una ducha por 4 liras), hasta baños, peluquería, planchado de ropa, consigna de equipajes, teléfono urbano, puestos de escritura por 0,50 liras, por citar sólo algunos; atendía las necesidades de habitantes, transeúntes y viajeros. Todo ello en un estilo decó, impregnado de las influencias del gusto de principios del siglo XX y aún lejos del típico estilo de régimen que solo se impondría más tarde.Una arquitectura con características interesantes, atribuidas en un estudio publicado en 2014 al arquitecto milanés Piero Portaluppi, cuyas características de producción se rastrearon en una serie de elementos conservados, y en particular “detrás del peculiar concepto formal, la coherencia estilística, la caprichosa elegancia de la decoración y el mobiliario”.
Todos estos son hechos conocidos, incluso para la ciudad de Milán. En 2015, el Corriere della Sera, haciéndose eco de las palabras del presidente de la FAI , Andrea Carandini, hablaba de ella como una"Pompeya del siglo XX" en la que aún podemos encontrar mobiliario original, baños y aseos, vestuarios y estudios de barberos, así como accesorios y rótulos de época. En 2016, la FAI celebró unas jornadas sobre el ’diurno’, que dieron lugar a la publicación de un volumen que sepresentó defendiendo que “el conocimiento es la base para la recuperación de los bienes del patrimonio cultural cuya naturaleza, historia y vocación han de ser respetadas y puestas en valor mediante intervenciones de restauración y puesta en valor conscientes, eficaces, duraderas y sostenibles”. Todo esto, testimonios muebles e inmuebles, aún in situ, un libro abierto sobre el siglo XX milanés, ¿qué debería pasar con él en el nuevo museo? De esta memoria, intrínsecamente ligada a la historia de la ciudad y del barrio, ¿qué quedará en el Museo de Arte Digital?
Que el diálogo entre el hotel del siglo XX y el andamiaje digital puede dar lugar a un espacio evocador y de una belleza desarmante está fuera de toda duda. Que ésta pueda ser la mejor solución para realzar un monumento tan importante del siglo XX italiano, en cambio, deja muchas dudas. Que un espacio tan estrecho y constreñido, rico en historia y cultura material, sea el mejor lugar de Italia para desarrollar una institución que quisiera marcar el camino y estar a la vanguardia en la “presentación y producción de contenidos digitales”, deja aún más perplejos. Se corre el riesgo de neutralizar el espacio o, mejor dicho, de crear la ilusión y la narrativa de que el espacio es neutro: un bonito contenedor que hay que llenar. La estructura tiene, de hecho, su propia historia específica que podría ser eclipsada y explotada en favor de una exposición ciertamente evocadora, pero parcial. A esto se añaden las dudas sobre las obras de adaptación del hotel, que alterarían inevitablemente el trazado original. Habría que prestar especial atención, por ejemplo, a las fuentes de iluminación: si bien la ubicación subterránea podría facilitar el montaje de determinadas obras que requieren pantallas o proyectores, también podría dificultar enormemente o imposibilitar, sin una intervención radical, la exposición de otro tipo de obras que no se adaptan a los espacios que ofrece la estructura.
Dado que aún no hay ninguna indicación sobre las obras que se expondrán, no podemos excluir que sólo se acojan en la instalación obras perfectamente adecuadas para ser albergadas en el nuevo museo, pero esto acabaría excluyendo obras que necesitan espacios diferentes. Ni siquiera sabemos si se tratará de una colección existente, de una donación, si habrá una convocatoria de nuevas obras hecha ad hoc, si serán elecciones curatoriales o selecciones hechas a posteriori. Y esto abriría otras reflexiones sobre cómo se adquirirá o concederá, ya que hasta la fecha se desconoce si el ayuntamiento y el Ministerio tienen un plan, y cuál, sobre cómo establecer y formar la colección permanente del nuevo museo.
Frente a la especificidad del espacio y a la ausencia de una colección conocida, la opción de querer llevar al Albergo una producción más estrictamente contemporánea podría también abrir diferentes consecuencias. La primera sería realizar, en efecto, una intervención site-specific, lejos de la perspectiva que debería tener un museo nacional en continua expansión. La segunda podría ser caer en uno de esos cruces, de contaminaciones entre pasado y presente, tan demandados en los últimos años. Un cruce que, en este caso, se produciría en el “corto” espacio de un siglo (de 1926 a 2021) y obligaría a la unión y comparación/choque entre dos periodos históricos diferentes (el del Milán delcomienzo del periodo fascista de veinte años, por un lado, y el de la cibercultura contemporánea, por otro) y de dos mundos y necesidades diametralmente opuestos, el de la vida cotidiana de una estación y el de una exposición artística alejada de la función que tenía el espacio de acogida. Un cruce, al parecer, desprovisto de relaciones históricas, simbólicas o formales. En ambos casos, el resultado estaría muy lejos de lo que debería ser un museo nacional, uno de los pocos museos nacionales dedicados íntegramente al arte contemporáneo.
Los problemas, en definitiva, discurren en dos planos, distintos pero complementarios: el museológico y el museográfico. Todas estas dudas sobre la elección del espacio, para un museo que querría estar, o al menos debería estar, en continua expansión, aumentan cuando se advierte la ubicación cerca de un centro privado que existe desde hace sólo unos meses y que, sin ningún debate público, se insertará con ambos pies en el nuevo proyecto... público. Y cuando uno se da cuenta de que el Ayuntamiento de Milán estaba buscando desesperadamente un proyecto de reurbanización, tras el fracaso de la cesión de la FAI. En septiembrede 2020, el Ayuntamiento escribió en una resolución que “toda la estructura se encuentra en una situación higiénico-sanitaria muy grave, como para configurar un escenario de emergencia para la salud humana (hay basura diversa y otros materiales ajenos al edificio), lo que ha llevado también a una degradación del edificio y de su mobiliario interior”.
Por desgracia, no es la primera vez desde que gobierna Dario Franceschini que Milán es elegida para la creación de nuevas instituciones culturales de titularidad estatal, o mejor dicho, invertidas por el Estado y gestionadas por Fundaciones, de las que nada se sabía hasta el día del anuncio. Primero fue el caso del Museo Nacional de la Resistencia, que aún no tiene colección, ni director, pero del que se sabe que se ubicará en la discutidasegunda Pirámide de Herzog, cerca de la estación Garibaldi: costará 15 millones. Para el edificio, habrá que imaginar, ya que el proyecto demuseo sigue siendo terriblemente vago. Luego fue el caso de la Biblioteca Europea de Información y Cultura, concebida por una fundación queexiste desde 2004 y de la que se había hablado muy poco, que se financiará con 110 millones del Plan Nacional de Recuperación y se construirá desde cero en Porta Vittoria. Ahora este Museo de Arte Digital, un tema que todavía juega un papel marginal en nuestro país y para el que todavía existe un limitado debate crítico y científico; sólo 6 millones invertidos, por ahora, pero un puesto de alta dirección garantizado.
Si realmente era necesario un museo dedicado exclusivamente al arte digital, en un país en el que la financiación para el arte contemporáneo y los espacios siguen siendo insuficientes, quizás debería haberse evaluado a lo largo de los años, encontrando un espacio adecuado para el proyecto tras una evaluación pública y colectiva. Porque con un ministerio falto de personal y de competencias(viajamos ahora, con las jubilaciones, a -9.000) todo nuevo museo estará automáticamente falto de personal y de competencias, o en riesgo de cierre. Si había necesidad de remodelar y reabrir al público el Albergo Diurno Venezia, y sin duda la había, quizá habría que haber preguntado a la ciudadanía si un museo nacional, autónomo y sin relación con el lugar, sería realmente una solución bienvenida. Decimos ciudadanía porque damos por hecho que se preguntará a la Soprintendenza (una vez aprobado y financiado el proyecto). Así que sólo nos queda preguntarnos, y preguntar al ministro, por qué esta prisa por crear un nuevo museo, allí mismo, por qué un incipiente centro privado sabe más que cualquier otro ciudadano italiano, y por qué, en un momento en que los museos existentes boquean con cifras muy alejadas de las de 2019, se siguen abriendo otros nuevos. ¿No fue suficiente el fracaso delMuseodel Novecento en Mestre?
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