Un espectáculo a medio camino entre el desfile de un régimen militar y una superproducción de plástico de Hollywood: así podría resumirse el “Desfile dorado de los faraones”, el pomposo espectáculo queEgipto montó ayer para transportar veintidós momias (de dieciocho faraones y cuatro reinas) desde el Museo Egipcio de la plaza Tahrir de El Cairo hasta el Museo Nacional de la Civilización Egipcia, a las afueras de la capital. Estas momias fueron halladas en Luxor en dos expediciones (una en 1881 y otra en 1898), y todas datan del periodo del Nuevo Reino (1539 a 1075 a.C.): entre las momias se encuentran las de Ramsés II, la reina Hatshepsut y el rey Seqenenre. Los cuerpos de los faraones se expondrán ahora en la nueva ala del Museo Nacional, que se abrirá al público el 18 de abril.
Las momias fueron cargadas en veintidós camionetas, convertidas para la ocasión en carrozas doradas especiales para desfiles (Egipto asegura que estaban diseñadas para absorber las asperezas de la carretera: tenían que cubrir una distancia de cinco kilómetros), y acompañadas de un desfile de disfraces que recordaba más a Totó contra Maciste que al reinado de los faraones, completado con luces de hotel al estilo Las Vegas y una escenografía que recordaba al pabellón egipcio de la Bienal de Venecia de 2019 (en opinión de muchos, lo peor, con diferencia, del evento): un batiburrillo de fanfarrias, soldados a caballo, bandas de música, pujadores vestidos de antiguos egipcios, banderas y cursilerías varias para escoltar la entrada de las momias en las nuevas vitrinas de la Sala de las Momias Reales (también decorada para asemejarse al Valle de los Reyes).
Es emocionante, todo el mundo lo verá", comentaba antes del espectáculo el arqueólogo estrella Zahi Hawass, antiguo ministro de Antigüedades muy popular en el país. Todo el mundo, excepto muchos egipcios, como escribió Mona El-Naggar en el New York Times: de hecho, a lo largo del recorrido se encuentran algunos barrios obreros de la ciudad, que quedaron bien ocultos a la vista (con megapantallas, banderas egipcias, luces y enormes andamios) en la retransmisión que acompañó al evento (diseñada específicamente para ser emitida por televisión), “como recordatorio del marcado contraste entre el celebrado pasado de Egipto y su incierto presente”, escribe El-Naggar. El New York Times informa de que no se permitió a los residentes del barrio salir de sus casas ni siquiera bajar a la calle para ver el espectáculo: sólo se les permitió verlo en la pantalla.
Y, en efecto, el desfile de pacotilla, que comenzó con una salva de cañones y fue fuertemente deseado por el presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi, estaba destinado más a los extranjeros que a los egipcios, ya que pretendía ser un incentivo para que los turistas volvieran al país tras la pandemia del Covid-19, pero pareció más bien un espectáculo para celebrar su dictadura, como señala Quotidiano.neto, también porque, tras la emisión de las imágenes de las momias con nombres y jeroglíficos en las megapantallas instaladas para la ocasión, los espectadores in situ y conectados a la televisión mundial asistieron a un repaso de las obras públicas “encargadas e inauguradas por Su Excelencia el Presidente” en los últimos años, incluida la muy criticada transformación de la plaza Tahrir, donde el año pasado, en medio de un millar de protestas, se trasladaron cuatro esfinges desde Luxor para colocarlas en medio de una rotonda. Y paciencia para la debacle mundial del bloqueo del Canal de Suez, que mantuvo paralizado durante una semana el tráfico marítimo en medio planeta.
Pero paciencia también para la actuación poco estelar de Egipto, recordada por el Manifiesto en su artículo sobre “El desfile dorado de los faraones”: El 30% de los egipcios vive por debajo del umbral de la pobreza, otro 30% justo por encima, las subvenciones para productos de primera necesidad han sufrido importantes recortes por parte del régimen, que mientras tanto, en diez años, ha triplicado el gasto militar, y de nuevo la propuesta de hacer pagar a la población las vacunas contra el covus (10 euros por dosis en un país donde el salario medio ronda los 317 euros al mes), los edificios se derrumban por falta de recursos para su mantenimiento. Por no hablar de la justicia sumaria que se ejerce en el país (cabe recordar cómo Patrick Zaki sigue siendo “rehén”, por utilizar el término de Amnistía, del régimen en sus cárceles, y cómo Egipto sigue mostrándose opaco sobre el asunto Giulio Regeni).
El desfile dorado de Faraón |
El desfile dorado de Faraón |
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Basura faraónica. Egipto mueve 22 momias con un desfile superkitsch |
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