“Finalmente llegamos a lo que realmente es la ciudad antigua y, ¡mira! Aquella ilustre estructura se alzaba ante mis ojos: el primer monumento completo de la antigüedad que había visto jamás”. El autor de estas líneas no era un viajero cualquiera, sino quizá uno de los más famosos de la historia: el gran escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe, que se encontraba en Asís el 26 de octubre de 1786. Y lo que más le llamó la atención fue el maravilloso templo de Minerva, un espléndido testimonio del arte antiguo, que se remonta a la época romana y que se ha conservado casi intacto hasta nuestros días.
El templo se encuentra en el corazón de Asís, en la Piazza del Comune, que es el eje principal de la ciudad umbriana: además del templo, aquí se encuentran el Palazzo del Capitano del Popolo, el Palazzo dei Priori, actual sede del Ayuntamiento, la Volta Pinta y la Torre del Popolo. Además, la Piazza del Comune corresponde probablemente al lugar donde se ubicaba antiguamente el foro romano, es decir, la zona más importante de la ciudad romana, donde se concentraban todas las actividades y donde se levantaban los principales edificios públicos. Y entre los edificios que daban a lo que pudo ser el foro se encontraba el templo de Minerva.
El templo data de alrededor del 40-30 a.C.: fue construido por iniciativa de los dos quattuorviri (es decir, los principales cargos del municipium de Asís) Gneo Cesio Tirone y Tito Cesio Prisco, que decidieron financiar la construcción del templo de su propio bolsillo. Toda esta información se desprende de la inscripción del frontón, que reza: Cn. T. Caesii Cn. F. Tiro et Priscus IIIIvir. quinq. sua pecun. fecer., es decir, “Gneo Cesio Tirón y Tito Ceso Prisco, quinquenios cuatripartitos, construyeron el templo a sus expensas”. Sin embargo, es probable que en la antigüedad el templo no estuviera consagrado a la diosa Minerva, sino a Hércules, ya que recientes descubrimientos han documentado que en la antigua Asís el culto a Hércules debió de estar especialmente extendido. Pero eso no es todo: se ha encontrado una lápida dedicada precisamente a Hércules (en cambio, se pensaba que estaba dedicada a Minerva tras el descubrimiento de una estatua femenina).
Para describir el edificio, podríamos recurrir de nuevo a las palabras de Goethe: “un templo de dimensiones modestas, como corresponde a una pequeña ciudad, pero tan perfecto, tan bien concebido, que sería bello en cualquier lugar [...]. Mirando la fachada, no podría decir que admiro lo suficiente la brillante lógica de la arquitectura. El orden es corintio, los espacios entre las columnas son aproximadamente el doble de grandes que las propias columnas”. De hecho, el templo, como todos los edificios de la Antigüedad clásica, brilla por su armonía: seis columnas corintias sostienen un frontón triangular con arquitrabe de bandas y cornisa con ménsulas y artesonado, y hacen que la magnífica construcción de mármol destaque sobre los edificios de piedra que lo rodean y, de hecho, se apoyan en el templo.
El templo de Minerva en Asís |
Como es fácil imaginar, tras la caída del Imperio Romano y la conversión de los paganos en cristianos, el Templo de Minerva se convirtió también en iglesia cristiana, y así sigue siendo en la actualidad (de hecho, el antiguo templo se ha convertido ahora en la Iglesia de Santa Maria sopra Minerva). De hecho, los monjes benedictinos ya tomaron posesión del edificio a principios de la Edad Media (probablemente hacia finales del siglo VI), para hacer talleres, algunas viviendas y una pequeña iglesia, pero en 1212 lo cedieron al municipio, que primero lo utilizó como sede y más tarde, tras el traslado del municipio al Palazzo del Capitano del Popolo, se utilizó como prisión. Una vez finalizada también su función carcelaria, quedó en estado de abandono durante décadas, para ser restaurada hacia 1530 y consagrada en 1539 como Santa Maria sopra Minerva, siguiendo la tradición clásica: Minerva era la diosa de la sabiduría y la Madonna es también la portadora de la sabiduría cristiana.
Atravesando el pronaos, el espacio abierto entre las columnas y la entrada al templo, se accede al interior. Este último es el resultado de considerables intervenciones que se remontan a la tercera década del siglo XVII, cuando se renovó todo el interior en estilo barroco. Observando el techo, nos damos cuenta de una magnífica bóveda de cañón pintada al fresco, que en el centro tiene una pintura que representa la Gloria de San Felipe Neri, obra de 1760 del artista de Las Marcas Francesco Appiani, cuyos otros frescos se encuentran también en la iglesia. En la parte posterior, el altar se hace eco de la forma de la fachada: cuatro columnas corintias de terracota pero revestidas de estuco y oro sostienen un frontón quebrado, típico del arte barroco. En el centro del frontón, destaca el Dios con ángeles del pintor y arquitecto asidonense Giacomo Giorgetti, que también dirigió las obras del interior de la iglesia. En los altares derecho e izquierdo encontramos, respectivamente, la Muerte de San Andrés Avellino, de Antonio Maria Garbi, y el Tránsito de San José, del importante pintor austriaco Martin Knoller. Ambas obras datan de 1764.
Así pues, no sólo se trata de un templo antiguo bien conservado, que aún muestra una fachada bimilenaria, sino también de un templo cristiano con bellas obras de arte en su interior, ¡que nos muestran cómo Asís era artísticamente vibrante incluso en los siglos XVII y XVIII! ¿Qué le parece? ¿Le hemos dado ganas de quedarse en Asís? Si es así, te dejamos una pequeña sugerencia para pasar la noche: Hotel La Terrazza. Un saludo y ¡hasta tu próximo viaje!
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