Entre los edificios renacentistas de Ferrara, el palacio Cos tabili ocupa sin duda un lugar destacado: fue construido entre 1495 y 1504, diseñado por Biagio Rossetti (Ferrara, c. 1447 - 1516), arquitecto de la corte de Hércules I, y encargado por Antonio Costabili, importante noble ferrarés de la época. Según la tradición, el palacio se construyó para garantizar al duque de Milán, Ludovico el Moro (Costabili era su secretario, además de embajador de Ferrara en Milán), un exilio en caso de acontecimientos turbulentos en su ciudad. No sabemos si éste era el propósito de la construcción, pero es un hecho que este edificio marca un capítulo importante en la historia de la alianza entre Ferrara y Milán en el Renacimiento (hay que añadir que la esposa de Ludovico I, Beatrice d’Este, era hija de Ercole I).
Hoy en día, el palacio alberga el Museo Arqueológico Nacional de Ferrara, pero también es un destino para los aficionados al arte y la arquitectura renacentistas: su patio de honor de estilo clásico es uno de los símbolos de la Ferrara renacentista, la monumental escalera de mármol es uno de los principales motivos de visita, y en su interior la Sala del Tesoro alberga magníficos frescos de uno de los más grandes pintores de la época, Benvenuto Tisi conocido como Garofalo. A finales del siglo XVI, con la extinción de la familia Costabili, su antiguo palacio pasó por una serie de vicisitudes (también fue subdividido varias veces en diferentes propiedades), hasta que en 1920 fue adquirido por el Estado, que se lo arrebató a los últimos propietarios (las familias Giovannini y Antonori) por una suma de 195.000 liras, correspondientes a unos 220.000 euros actuales. Fue el entonces Director General de Antigüedades y Bellas Artes del Ministerio de Educación (aún no existía el Ministerio de Cultura), el ravense Corrado Ricci, quien sugirió encarecidamente la compra del edificio, que hizo restaurar en lo que hoy se conoce como el “Palazzone” y utilizó como sede para albergar los objetos hallados en las excavaciones de la cercana Spina. El museo abrió sus puertas en 1932.
Sin embargo, una de las principales razones para visitar el Palacio Costabili es su famoso laberinto. Hay que disipar inmediatamente una duda: contrariamente a lo que podría pensarse, no se trata de un laberinto renacentista. De hecho, su construcción data de los años cincuenta. Es de planta cuadrada y recuerda, en la construcción del recorrido, a los laberintos de los mosaicos romanos: tiene un único acceso y un único camino que, con un recorrido muy largo y sinuoso, conduce al centro, sin desvíos, sin bifurcaciones y sin que el visitante vuelva sobre sus pasos. Está formado íntegramente por boj (buxus sempervirens de la familia de las buxáceas), una de las especies vegetales más utilizadas para setos ornamentales, dada la gran robustez de su madera, la facilidad con la que las plantas pueden adoptar y mantener las formas que el jardinero decida darles, porque crece lentamente y, por tanto, no requiere atención constante, y porque es una planta perenne que, por tanto, garantizará el buen mantenimiento del seto durante todo el año.
El laberinto del Palazzo Costabili tiene una particularidad: de hecho, es un laberinto en el que los setos no superan la altura del visitante. Una elección que “sirve para recordarnos”, explica el ingeniero Ettore Selli en su libro Laberintos italianos, “que este trazado no pretende generar desconcierto, por lo que no contempla recorridos desafiantes ni la diversión que suelen implicar los laberintos”. Si acaso, sugiere Selli, es “un lugar para la reflexión tras las atrocidades sufridas”, las de la Segunda Guerra Mundial.
De hecho, la creación del laberinto forma parte del proyecto de restauración de posguerra de los jardines del Palazzo Costabili: nunca antes había existido un laberinto. En lugar del ordenado jardín por el que se puede pasear hoy, había de hecho hermosos céspedes, pero ni rastro de un laberinto.
El capítulo más reciente de la historia del laberinto del Palazzo Costabili son las obras de restauración llevadas a cabo entre 2009 y 2010, que redimieron al jardín de un largo periodo de abandono. Tras encontrar los recursos (aproximadamente 300.000 euros), la Dirección Regional de Patrimonio Cultural y Paisajístico de Emilia-Romaña puso en marcha un proyecto de reurbanización que hizo renacer el jardín y su laberinto, devolviéndolo a la comunidad de Ferrara, que siempre ha estado vinculada a este espléndido espacio verde.
El resultado es un nuevo jardín, fruto, como explica el propio museo, "de un diseño interdisciplinar que reunió los resultados de estudios históricos, conocimientos de ars topiaria renacentista, investigaciones arqueológicas y paleobotánicas. Sobre el telón de fondo de los grandes cedros del Líbano y las trepadoras floridas del muro de delimitación, destacan el laberinto, la rosaleda y el diseño de los parterres, caracterizados en el centro por arbustos de tejo, granados, gramíneas tapizantes y bulbosas floridas". Un jardín que añade encanto a uno de los palacios renacentistas más bellos de la ciudad.
Un laberinto en un palacio renacentista: el laberinto del Palazzo Costabili de Ferrara |
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