En Italia hay innumerables lugares que guardan antiguas leyendas y esconden criaturas mágicas de todo tipo, pero sólo en Cerdeña se encuentran las Domus de Janas. Tienen forma de casitas excavadas en la roca y, según los cuentos populares más antiguos, son las moradas de las Janas, pequeñas hadas tan traviesas como sabias que viven en lugares secretos al abrigo de la luz directa del sol. Todavía hay quien dice que las Janas pasan el tiempo tejiendo en sus magníficos telares de oro, vigilando los sueños de los niños y protegiéndoles de las malas influencias por la noche; otros afirman que otorgan sus riquezas a quien demuestre tener un corazón puro y virtuoso, mientras que son incontables los que juran haberlas visto en carne y hueso, jugando o luchando con otras criaturas fantásticas como duendes y duendecillos. En cualquier caso, estas leyendas han contribuido a mantener viva la atmósfera mágica y misteriosa de estas antiguas tumbas, aunque la realidad histórica que las rodea difiera bastante de la fantasía de los cuentos populares.
Estas pequeñas viviendas eran tumbas prenurágicas excavadas en la roca hace más de 5.000 años por los lugareños con la ayuda de picos de piedra, y se pueden encontrar por toda la isla, representando un importante testimonio del culto funerario de los pueblos de la antigüedad.
Entre estas viviendas mágicas destaca la "Tumba del Laberinto", una cueva funeraria artificial que data del Neolítico Reciente, hace unos 6.000 años, y que fue estudiada por el arqueólogo Ercole Contu en 1965. Su estructura forma parte de una pequeña necrópolis situada en Sa Menta, en la localidad de Luzzanas, municipio de Benetutti (Sassari), excavada en la ladera de una colina aislada de toba traquítica. En la actualidad, el hipogeo aparece completamente cubierto por sedimentos y la trampilla de entrada no es visible por haber quedado sepultada bajo los depósitos acumulados con el paso del tiempo, pero el acceso a la tumba es posible gracias al derrumbe del techo de una de las salas en que se divide. De estas salas, tres se disponen en torno a una cámara central de planta irregular elíptico-poligonal, caracterizada por un patrón planimétrico definido como desarrollo centrípeto. En el interior de la cámara central, en la pared suroeste y a la derecha de una trampilla, hay un grabado que representa un laberinto de tipo cretense, con un motivo circular de siete circunvoluciones mediante una técnica de grabado definida como “polissoir”, que parece realizada con una herramienta de punta fina, presumiblemente de piedra o metal, adecuada para crear surcos afilados, precisos, muy finos pero profundos, con sección en forma de “V”.
Es interesante observar que las paredes de la tumba no fueron niveladas y acabadas con el cuidado que se encuentra en otras Domus de Janas con grabados, como en las necrópolis de Sos Furrighesos, Matteatu y Calancoi, y la falta de cuidado en el proceso de excavación también es evidente en las zonas con surcos verticales y paralelos, dejados por las piquetas de piedra utilizadas durante las operaciones de excavación.
Además, el laberinto y otras tallas presentes en la domus no formaban parte del proyecto de construcción original de esta estructura, sino que se cree que datan del Neolítico Reciente, que es la época en la que se excavaron la mayoría de las 3500 Domus de Janas registradas en Cerdeña.
La datación precisa del motivo del laberinto sigue siendo objeto de debate en la actualidad. En 1965, Ercole Contu lo atribuyó a la Edad del Cobre, aunque con cierta incertidumbre. A lo largo de los años, se han propuesto diversas hipótesis de datación, que van desde mediados del III milenio (2500-2000 a.C.), pasando por el periodo protonurágico entre 1500 y 1000 a.C., hasta la Edad del Bronce, la Antigua Orientalización (730-600 a.C.), e incluso épocas más recientes.
Sin embargo, la determinación precisa de la cronología es sólo uno de los muchos problemas relacionados con estos grabados, ya que otros aspectos complejos e interesantes son la etimología e interpretación del término laberinto, el origen del propio concepto de laberinto y su difusión, así como su relación con las sociedades de referencia.
Dado el vasto campo de investigación, podríamos centrarnos aquí principalmente en el problema del origen del propio laberinto, para poder interpretar mejor la exégesis del laberinto de Luzzanas. En este sentido, surgen dos enfoques metódicos distintos: uno se basa en el “pensamiento elemental” del etnólogo alemán Adolf Bastian, que sugiere una presencia universal de necesidades espirituales y psíquicas comunes en diferentes culturas, vinculadas a influencias climático-geográficas y que encuentran expresión gráfica en el laberinto en todo el mundo. El segundo enfoque sigue la “teoría de la migración” de otro etnólogo alemán, Friedrich Ratzel, que plantea la hipótesis de conexiones históricas entre culturas. Según este último método, Hermann Kern, en su libro Labyrinths. Formas e interpretaciones, 5000 años de un arquetipo identifica el origen del laberinto en la Creta minoica, desde donde se extendería a Occidente, a Europa, Italia, la Península Ibérica e Inglaterra, así como a Oriente, a la India, Java, Sumatra y la costa suroeste de Estados Unidos. Además, sugiere cómo el laberinto podría ser una representación a pequeña escala de los caminos de las danzas a pie o a caballo, haciendo referencia a fuentes literarias que mencionan tales prácticas coreográficas.
El laberinto, por tanto, como el de Luzzanas sería una expresión de magia apotropaica realizada para alejar a los espíritus, ya que “los malos espíritus sólo pueden volar en línea recta, y por tanto no pueden encontrar su camino a lo largo de las circunvoluciones de un laberinto; la complejidad de un laberinto confunde a un atacante, le fatiga, le engaña y le lleva por mal camino”, como afirma Kern en su ensayo de 1981 .
El significado simbólico de la batalla ritual de los jinetes y el recorrido laberíntico que se realiza durante las ceremonias funerarias ponen de relieve la separación entre la vida y la muerte, representando la complejidad del paso entre ambos estados, que siempre serán paralelos, pero más cercanos de lo que uno se atrevería a esperar. Estos elementos simbólicos encarnan el mito del continuo retorno, simbolizando a la vez el caos y el orden establecido. La “Tumba del Laberinto” de Benetutti parece confirmar esta interpretación del símbolo, recordando rituales funerarios iniciáticos observados en diversas culturas, especialmente en las islas del Pacífico, con intrincadas danzas que guían el alma del difunto hacia una nueva vida. El laberinto de Luzzanas se convierte así en una representación figurativa de complejas teorías sobre la vida, la muerte y el renacimiento, encarnando un rito de paso de la vida a la muerte dentro de una cueva funeraria artificial.
Ahora parece plausible suponer que representaba un lugar en el que es difícil entrar y del que es difícil salir: sin embargo, aunque con infinitos tropiezos y múltiples circunvoluciones, se sale.
Como sugiere Ercole Contu, el motivo figurativo de Benetutti representa la vida y la muerte como conceptos “indivisibles”, subrayando que “hay que morir para renacer”, ya se trate de una muerte real del cuerpo o de una muerte simbólica. El laberinto surge, por tanto, como un símbolo que expresa la fe en el más allá y el renacimiento, ofreciendo una perspectiva de creación de un nuevo ser para superar la angustia de la muerte que ha afectado a la comunidad. Un símbolo que ayuda a reequilibrar el sistema cultural puesto en crisis precisamente por el luctuoso acontecimiento.
Un antiguo laberinto... nurágico. El laberinto de la Domus de Janas de Luzzanas |
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