Pablo Serrano (Crivillén, Teruel, 1908 - Madrid, 1985), artista español del siglo XX, dejó la huella de su arte en numerosas ciudades de todo el mundo. En Zaragoza, capital deAragón, su aportación artística fue especialmente significativa: a ambos lados del Ayuntamiento hay dos esculturas suyas; en la fachada de la Basílica del Pilar, uno de los santuarios más venerados de España, se encuentra el gran relieve La Venuta della Virgen del Pilar. Pero es en el museo dedicado a él, el IAACC Pablo Serrano(Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos), donde puede admirarse su producción en todas sus facetas. El propio museo monográfico es una pieza arquitectónica peculiar, caracterizada por sus imponentes volúmenes geométricos y el refinado acabado de las chapas metálicas lacadas en tonos azules y negros, y ofrece una atmosférica terraza panorámica desde la que se puede admirar el skyline zaragozano mientras se degustan cócteles y cocina contemporánea. Le proponemos, pues, un itinerario para descubrir las obras más famosas de Serrano en la ciudad.
La Plaza de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza es uno de los lugares más populares de la ciudad aragonesa. También conocida como Plaza de las Catedrales, debe su nombre a la imponente presencia de las dos catedrales que la presiden: la Basílica de Nuestra Señora del Pilar y la Catedral del Salvador. En el centro de la fachada principal de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar se encuentra la obra Venida de la Virgen del Pilar, realizada en 1969 por Pablo Serrano. Esta obra es un relieve enmarcado por dos columnas corintias bajo un elegante arco de medio punto y representa el momento sagrado de la venida de la Virgen del Pilar. Las figuras de los conversos del retablo destacan gracias al tratamiento neocubista de los volúmenes y los efectos de claroscuro. En la obra, los espacios se distribuyen de forma similar a la composición de El Entierro del Conde de Orgaz, con una clara separación entre las zonas terrenal y celestial, representadas por una serie de cabezas dispuestas unas junto a otras. Toda la composición está elegantemente enmarcada por un arco de medio punto, que también recuerda el estilo de El Greco.
En la fachada del ayuntamiento hay otras dos esculturas de Serrano: Ángel de la ciudad y San Valero, de 1965. Durante la fase final de construcción del nuevo municipio, el alcalde Gómez Laguna decidió encargar al artista dos imponentes figuras monumentales que debían adornar la puerta principal del nuevo edificio. Inicialmente estaba previsto representar a Ángel Custodio (1965) y a San Jorge, pero finalmente se optó por Ángel de la ciudad y se sustituyó a San Jorge por la figura de San Valero, obispo y patrón de Zaragoza. Además, a sugerencia del propio Serrano, se decidió realizar las esculturas en bronce en lugar de piedra, para garantizar una mayor durabilidad y un aspecto más sobrio en la fachada. Ángel de la ciudad, dedicada al Ángel que da nombre a la puerta situada frente al puente de Piedra, es una de las obras más significativas de Serrano en la década de 1960. Esta escultura combina eficazmente dos elementos relativamente opuestos pero complementarios: un bloque cerrado y anguloso, surcado por un vacío vertical que sugiere la bienvenida, y los rasgos suaves y serenos del rostro del Ángel, que llaman la atención sobre sus manos protectoras y su gesto vigilante hacia el futuro. Ambas obras, con una fuerte plasticidad y un juego de huecos profundos y bloques macizos, simbolizan la relevancia espiritual de los personajes que representan.
Al igual que Ángel de la ciudad, figura que comparte origen y ubicación dedicada al patrón de Zaragoza, la representación de San Valero sigue los principios volumétricos y compositivos desarrollados por Serrano en sus grandes encargos monumentales de los años sesenta. Esta obra se caracteriza por la combinación de masas formales robustas y, en ocasiones, casi magmáticas, que constituyen la estructura básica para identificar al personaje representado. Sin embargo, el elemento fundamental que distingue y da carácter al protagonista es la cabeza, y a menudo también las manos. Esto es evidente en el San Valero, cuya anatomía está perfilada de forma imprecisa y compacta, salvo por los vacíos que sugieren una estructura casi rocosa. Sin embargo, la cabeza está vívida y penetrantemente representada, mientras que las manos expresan un vigor admonitorio con gestos que recuerdan las visiones proféticas de Baruc, una obra anterior de Serrano, y aún antes el Gran Profeta, una obra del artista aragonés Pablo Gargallo.
En 2017, el InstitutoAragonés de Arte y Cultura Contemporáneos(IAACC) de Zaragoza inauguró una nueva exposición permanente dedicada a Serrano, renovando el panorama artístico del museo. Este acontecimiento supuso la llegada de nuevas obras a la exposición permanente y una renovación del itinerario expositivo, con el objetivo de ofrecer una visión más completa y profunda de la vasta trayectoria del artista. Partiendo de sus obras figurativas, el recorrido expositivo recorre las series más significativas del artista, como Hierros, Quema del objeto, Ritmos en el espacio, Hombres con puerta, por citar sólo algunas. Un punto central de la década de 1960 es la serie Bóvedas para el Hombre, caracterizada por estructuras cóncavas e irregulares que recuerdan la imagen de las cuevas. Las obras, 23 de las cuales se expusieron en la XXXI Exposición Internacional de la Bienal de Venecia en 1962, simbolizan la atención del escultor hacia el hombre y su existencia. Las obras de Pablo Serrano han evolucionado constantemente a lo largo de su carrera, ya que el artista siempre ha pretendido reflexionar sobre la idea, el objeto y el propio proceso creativo. La escultura y el dibujo han representado para él no sólo medios de expresión, sino verdaderas herramientas filosóficas para comunicar sus inquietudes sobre la humanidad, transmitir emociones y estimular la comunicación con el público.
Trasladándonos al museo monográfico del escultor, elIAACC Pablo Serrano, en la ciudad de Zaragoza, se encuentra la exposición permanente de las obras del artista. Entre ellas se encuentra Toro, de 1949, una obra que supone un cambio de rumbo radical para Pablo Serrano, que se aleja de los modelos más tradicionales de figuración. Pertenecea la serie Toros, cuyos diseños fueron concebidos en Montevideo y la mayoría de las obras fueron fundidas después de que el escultor se trasladara a España en 1955. En esta escultura, Serrano simplifica completamente la forma del toro, reduciéndola a un bloque prismático con la intención de captar la esencia misma del animal. La obra pone de manifiesto la maestría de Serrano en la esquematización y geometrización de las formas, representando un paso significativo hacia la abstracción. Este enfoque recuerda la simplificación formal de la figura del toro creada por Pablo Picasso en una serie de 11 litografías en 1945. Serrano retomó el tema del toro entre 1970 y 1973, creando varias ediciones menores adicionales, consolidando así su contribución a la representación de este símbolo icónico en la historia del arte moderno.
La colección también incluye la obra Hombres-Bóveda de 1962, que representa una evolución de Bóvedas para el Hombre, iniciada antes de 1960. Esta obra da testimonio de las anteriores reflexiones de Pablo Serrano sobre el ser humano y el concepto de refugio, que le llevan ahora a contemplar la unión de dos conceptos fundamentales: el individuo y el espacio. Para la creación de esta escultura, Serrano utilizó un proceso que implicaba primero amasar la arcilla y después fundir el bronce. Su intención era diferenciar claramente dos espacios distintos: el exterior, representado como mortal, crudo y salvaje, parecido a un torso humano, y el interior, brillante y resplandeciente, caracterizado por el metal brillante, que representa el espíritu, el alma, y donde reside la luz. Esta última es una metáfora iluminadora de lo que hay dentro de cada hombre y cada mujer. Con esta obra, Serrano ofrece una profunda reflexión sobre la dualidad del ser humano, explorando la complejidad de su naturaleza y su relación con el espacio que le rodea, haciendo visible lo interior y lo exterior, lo material y lo inmaterial, en una expresión artística que invita a la contemplación y a la reflexión sobre la condición humana.
Quema del Objeto, que también forma parte de la exposición permanente, pertenece a la serie del mismo nombre y fue concebida por Serrano entre 1957 y 1959 y retomada posteriormente por el artista a mediados de los años setenta. La serie, que explora el tema del monumento en llamas, se distingue por su interpretación del espacio, tanto desde el punto de vista conceptual como en el ámbito del arte visual, investigando el significado del vacío que queda después de despejar un espacio. Serrano dota a esta reflexión de una dimensión metafísica, que habla de la “presencia de la ausencia”. Una de las técnicas empleadas para transmitir este concepto consistía en la creación de una escultura que contuviera en su interior un corazón de madera o cartón, destinado a desaparecer una vez quemada la escultura como parte de un acto público. Este espectáculo se popularizó en los años 70, cuando se crearon los primeros monumentos ardientes, acompañados de estos particulares eventos. El diseño en forma de cubo, sostenido por un trípode, es una de las formas utilizadas por Serrano para crear los monumentos instalados en diversos lugares, como Alcañiz, el Museo de Arte Contemporáneo al aire libre de Aracena y el vestíbulo del Centro Cultural Nicolás Salmerón de Madrid. Estas obras no sólo encarnan el concepto de Quema del Objeto, sino que también sirven como testimonio de la audacia conceptual y la expresividad artística de Pablo Serrano, que ha desafiado las convenciones tradicionales para crear un diálogo entre lo material y lo efímero, entre el presente y la ausencia, entre el arte y el espectador.
Unidad-Yunta, 1973, en la colección delIAACC Pablo Serrano, incorpora dos volúmenes separados dispuestos uno frente al otro. Las caras frontales de estos volúmenes crean perfiles que se complementan al juntarse, simbolizando así la comunicación mutua. Sin embargo, aunque se representa simbólicamente el concepto de unidad, ambas partes están ancladas en la base, lo que impide que se unan físicamente. Serrano aplica a los materiales un acabado diferente que tiene un significado especial dentro de la serie. Reserva un tratamiento más delicado para el bronce bruñido de las caras frontales, donde se produce la comunicación, mientras que deja la parte exterior con un acabado rugoso y una pátina oscura, creando un contraste con la luminosidad de la cara interior. Las formas unidas por espacios interiores que encajan y se comprimen entre sí pueden integrarse en una comunidad o seguir siendo individuos distintos. La obra encarna así la complejidad de las relaciones humanas y el potencial de conexión y comunicación que existe entre los individuos, respetando al mismo tiempo su individualidad e integridad.
En el periodo comprendido entre 1957 y 1959, cuando el artista trabajaba también en las Quemas, creó Drama del Objeto, expuesta actualmente en el museo IAACC Pablo Serrano. En la obra, el artista reflexiona sobre el espacio con un enfoque artístico fuertemente expresionista. La escultura resultante consiste en un cubo de latón con un lado abierto, donde tres caras muestran desgarros que permiten observar el interior. De este espacio interior emergen barras metálicas que proyectan líneas maestras en el vacío, delineando así el cuerpo geométrico de la obra. Drama del Objeto representa así una exploración de la interacción entre forma y espacio, con una intensa carga expresiva resultante del uso de materiales y de la disposición de líneas y formas. Serrano desafía el concepto tradicional de escultura, creando una obra que evoca una sensación de movimiento y tensión, invitando al espectador a reflexionar sobre el significado y la percepción del espacio en el ámbito artístico.
La obra Muchacho al Sol de 1954 representa una versión reducida de la escultura Sol que Pablo Serrano presentó en la III Bienal Hispanoamericana de Arte de Barcelona en 1955, donde representó a Uruguay. En esta exposición, Serrano recibió el Gran Premio de Escultura ex aequo con Ángel Ferrant. Esta obra marca un momento significativo en la evolución artística de Serrano, ya que introdujo el lenguaje expresionista en su escultura. Esto ocurrió en los años previos a su regreso a España en 1955, tras más de veinte años de estancia en el continente americano. Es en este periodo cuando Serrano comienza a distinguirse como artista de renombre, consolidando su reputación a través de premios y encargos institucionales. Muchacho al Sol representa así un importante punto de inflexión en la carrera del artista, marcando el inicio de su ascenso en la esfera artística y su consagración como uno de los grandes escultores de su tiempo.
En Zaragoza tras los pasos de Pablo Serrano, escultor español del siglo XX |
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