Baleares, el turismo provoca una avalancha de problemas. Protestas de los residentes y medidas draconianas


En Baleares, sobre todo en Mallorca e Ibiza, los habitantes están hartos del turismo, que crea problemas y, sobre todo, desencadena una emergencia inmobiliaria. Los precios son prohibitivos, los jóvenes no pueden comprar casas. Estallan las protestas y las administraciones lanzan medidas draconianas.

Después de Barcelona y Canarias, las Baleares también toman medidas para frenar el turismo: el 25 de mayo se celebró en la plaza de España de Palma de Mallorca una gran manifestación organizada por los residentes (hay algo menos de un millón en la isla de Mallorca) que se quejan del empeoramiento de la calidad de vida debido al exceso de visitantes. Una “manifestación histórica” es el titular del periódico local Ultima Hora, que habla de “más de 10.000 personas protestando contra el turismo de masas y por el derecho a un alojamiento digno” (al mismo tiempo también tuvo lugar una manifestación en Menorca y el día anterior en Ibiza). Las imágenes de la protesta hablan por sí solas: hombres, mujeres y niños con pancartas y lemas ’Mallorca no se vende’ se echaron en masa a la calle en una tarde de sábado ya veraniega, con más de 31 grados, entre las caras de turistas despreocupados cenando en mesas al borde de la carretera.

El descontento de los residentes llevó hace unos días al presidente del Consell de Mallorca, Llorenç Galmés, a ’anular’ 18 mil camas de las 430 mil disponibles en Mallorca. Al eliminar el problema de raíz con la reducción de la oferta alojativa, se está haciendo un claro intento de dar una señal porque el gran número de visitantes a la isla (basta pensar que en 2023 hubo 17,8 millones de llegadas frente a los 10 millones registrados en 2006. En 2023 hubo 85,1 millones de turistas totales en España, récord nacional histórico). En la misma línea se expresa la gobernadora de Baleares, Marga Prohens, que advierte de que el archipiélago ha llegado “al límite de su capacidad”.



El flujo ininterrumpido de turistas está haciendo que los residentes que no viven del turismo sufran las consecuencias de unos precios cada vez más altos para vivir y comer: los habitantes de Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentra están viendo cómo desaparecen del mercado viviendas asequibles. Se calcula que más de la mitad de las viviendas de alquiler se utilizan como casas de vacaciones. El archipiélago español está tomado por asalto con el atestado que supone el tráfico aéreo del aeropuerto: 20 millones de pasajeros transportados, lo que lo convierte en el tercer aeropuerto más transitado de España, con 36 aterrizajes por hora. Los vuelos proceden sobre todo de Alemania, Reino Unido e Italia. El turismo representa el 45% del producto interior bruto de Baleares (datos de Excellator), que el año pasado fue la segunda zona turística de España, después de Cataluña, donde se encuentra Barcelona.

Protesta contra el turismo excesivo en Palma de Mallorca. Foto: Laura Lau / Banc de temps i grup de consum de Sencelles
Protesta contra el sobreturismo en Palma de Mallorca. Foto: Laura Lau / Banc de temps i grup de consum de Sencelles
Protesta contra el turismo excesivo en Palma de Mallorca. Foto: Laura Lau / Banc de temps i grup de consum de Sencelles
Protesta contra el turismo excesivo en Palma de Mallorca. Foto: Laura Lau / Banc de temps i grup de consum de Sencelles
Protesta contra el turismo excesivo en Palma de Mallorca. Foto: Laura Lau / Banc de temps i grup de consum de Sencelles
Protesta contra el turismo excesivo en Palma de Mallorca. Foto: Laura Lau / Banc de temps i grup de consum de Sencelles

Las consignas en la plaza eran: “basta ya de masificación turística”, “basta ya de destrucción del territorio”. Los organizadores dijeron “basta ya de la desprotección que sufren los habitantes de las islas. Tenemos que exigir responsabilidades a las instituciones, porque queremos vivir en nuestras casas, proteger nuestras vidas y porque no queremos que Mallorca se convierta en un resort de lujo. Por el derecho a la vivienda, por la protección de la tierra, nuestra lengua y nuestra cultura”. El mes pasado fueron los habitantes de las Islas Canarias los que salieron a la calle con las mismas reivindicaciones, eran más de 50 mil.

Jóvenes que no pueden permitirse comprar un piso en Palma de Mallorca, casas en el barrio de Gènova que cuestan nada menos que 700 mil euros, vecinos bombardeados con peticiones de compra de sus viviendas a inmobiliarias que las pondrían en el mercado de alquiler turístico. Como informa Ultima Hora, Victoria y Aina, vecinas de Gènova, afirman: “En nuestro barrio, los precios son prohibitivos. No se puede comprar nada por menos de 700.000 euros. Quedan pocos mallorquines. En mi calle no hay ni un solo español”. Estefanía, de 32 años, vive con su madre en s’Arenal. Allí, un alquiler cuesta entre 1.300 y 1.500 euros. Trabaja desde los 18 años y afirma: ’mi sueldo no es suficiente para independizarme con mi pareja’. Otra pareja de 35 años, Sònia y Marc, tienen padres entre Sencelles y Puigpunyent, y en esos pueblos no hay sitio para los jóvenes: ’Son precios desorbitados, nos cuesta mucho comprar nada’.

Los convocantes, según recogen en su manifiesto, proponen al Gobierno que declare la emergencia habitacional en todas las islas, que apruebe una moratoria de los alquileres turísticos y dé garantías a los inquilinos, que consiga el realojo de las personas desahuciadas por no poder pagar el alquiler, como ya prevé la ley; que limite la compra de viviendas a personas que no tengan un mínimo de cinco años de residencia; que limite la compra de viviendas a los grandes propietarios.

La protesta tuvo lugar en unas islas que durante años han consolidado el perfil de las vacaciones de verano con la quintaesencia de la vida nocturna internacional de fiestas, bailes en discotecas y en la playa. Pero la forma de salir de fiesta también tendrá que moderarse. De hecho, también se han introducido prohibiciones al consumo de alcohol, evidentemente considerado una causa de incomodidad para los residentes y un elemento característico del imaginario colectivo de las fiestas aquí de vacaciones. En un intento de cambiar el modelo del veraneante típico de Ibiza y Mallorca, se ha prohibido el consumo de alcohol en la calle de 21.30 a 8.00 horas, bajo pena de multas que oscilan entre los 500 y los 1.500 euros, con una prórroga y endurecimiento de la ley aprobados ya en 2020. A partir de mediados de mayo, quedan prohibidas las fiestas con barra libre, es decir, el consumo ilimitado de bebidas alcohólicas previo pago de la entrada, así como las rondas entre bares con bebidas incluidas en la compra de un único paquete. Habrá una división por zonas donde las movidas (como Playa de Palma y Magaluf en Mallorca y Sant Antoni en Ibiza) tendrán restricciones estrictas y teniendo en cuenta que la gente es mayoritariamente de países extranjeros ya se ha explicado que las multas también se notificarán a las respectivas embajadas.

La prohibición también se aplica a las embarcaciones que celebren fiestas a bordo (muchas de ellas) vendiendo alcohol: no se les permitirá permanecer a menos de una milla de las zonas designadas con la prohibición del consumo de alcohol, y mucho menos embarcar o desembarcar. Otra dura medida adoptada para limitar y gestionar los flujos turísticos es la restricción de acceso al centro histórico de Binibeca Vell, en la isla de Menorca, desde el 1 de mayo. Cada año lo visitaban 800.000 turistas: demasiados según los residentes que cuidan meticulosamente las 195 “casas blancas”.

Baleares, el turismo provoca una avalancha de problemas. Protestas de los residentes y medidas draconianas
Baleares, el turismo provoca una avalancha de problemas. Protestas de los residentes y medidas draconianas


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