Cuando una exposición es realizada por una superintendencia, existe una doble garantía que ningún otro evento expositivo puede ofrecer al visitante: la certeza absoluta de que el proyecto tiene una sólida base científica y no le hace tilín tener que tocar el tambor. También hay algo de heroico en una elección que compromete a historiadores del arte, arqueólogos y bibliotecarios con un sector, el de la valorización, que desde la reforma Franceschini, según los detractores, habría quedado separado para siempre de la protección (y no fue así). Personal ya reducido a un goteo, con enormes cargas de trabajo, ya sea en el MiC o en la sucursal de Sicilia, con el agravante en esta última de superintendencias minadas por fusiones incongruentes, encuentran la energía para recordar que entre sus tareas institucionales está la de proteger los monumentos, las pinturas, loses que los monumentos, pinturas, esculturas o hallazgos arqueológicos no pueden someterse únicamente a un programa de conservación, porque para garantizarles toda su dimensión cultural es indispensable hacerlos accesibles a todos.
Aunque sólo sea por esta premisa, la exposición promovida por la Superintendencia de Catania dirigida por Donatella Aprile merece una visita. Dai Monasteri e dai Conventi (De los monasterios y los conventos), en el Museo Diocesano de Catania hasta el 28 de julio (catálogo en preparación), está dedicada al patrimonio artístico procedente de las órdenes religiosas de la zona del Etna y confiscado por el Estado tras la Unificación de Italia. La entrada es gratuita (posibilidad de visitas fuera de horario a concertar con la dirección del Museo Diocesano: sólo éstas son de pago). Y esto también es una rareza en el “mercado de las exposiciones”. La cultura del beneficio, que es una cosa distinta a considerar el patrimonio cultural de la nación como un recurso, incluso económico, choca con el reconocimiento de éste como un bien común, menoscabando el derecho de los ciudadanos a disfrutar libremente de lo que es suyo.
Además, se trata de una exposición de kilómetro cero. No sólo porque es el resultado de una relación de colaboración entre entidades territoriales, organizada por la Superintendencia junto con la Prefectura de Catania y en colaboración con la Archidiócesis, el Museo Diocesano y el Fec, el Fondo para Edificios Religiosos del Ministerio del Interior.Interior, sino también porque las obras, propiedad del Fec y atribuibles a las principales órdenes monásticas difundidas en Sicilia, proceden de la zona del Etna y del interior calatino, como Caltagirone, Militello y Mineo.
Un ámbito de investigación circunscrito a nivel territorial, pero que tiene el mérito de ofrecer una contribución en términos de estudio a una fase compleja de la historia de nuestro país, como es aquella en la que se midieron los efectos de las dos leyes postunificación de 1866 para la supresión de las Órdenes y Corporaciones religiosas y de 1867 para la liquidación del Eje Eclesiástico, que supuso la subversión de este último, con la consiguiente transferencia del patrimonio de las órdenes religiosas al Estado. Una contribución a los estudios subrayada por la superintendente Aprile cuando señala los dos ejes de la intención de la exposición de describir “no sólo la grandeza y la preciosidad del patrimonio artístico, bibliográfico y documental de la Iglesia, sino también el gran riesgo de dispersión de sus bienes muebles, que impuso al joven Estado la puesta en marcha de una actividad de protección rigurosa y sistemática que preludia la promulgación de los actuales códigos del patrimonio cultural”. En resumen, si había una exposición que una superintendencia tenía que hacer, sólo podía ser ésta.
Además del registro narrativo artístico, Dai Monasteri e dai Conventi tiene el mérito, de hecho, de desarrollar en paralelo el histórico, que enmarca el contexto de la época, el nacimiento del pensamiento liberal y el debate político sobre la separación de la Iglesia y el Estado. Una narración que, como bien señalan los editores, “polariza inevitablemente la dialéctica entre la ”razón de Estado“ -la del rey Víctor Manuel II y la visión de Cavour decididos a homologar la legislación italiana con la de los demás países católicos europeos- y la ”razón“ de la Iglesia -el papa Pío IX y los altos representantes del Clero que hasta entonces habían gozado de privilegios civiles, jurídicos y económicos-”. Una narración a dos voces que aborda y articula las razones de unos sin descuidar los sentimientos de los otros. En este caso “de los otros”: las pequeñas y grandes comunidades de monjes y frailes golpeadas por la orden de desalojo firmada por el Rey de Italia y, por tanto, presas de la comprensible consternación y desconcierto de quienes, en el espacio de unos días, pierden su pequeño mundo: su casa, sus pobres posesiones, sus medios de subsistencia (desde los huertos de los conventos hasta los grandes feudos concedidos a los monasterios por las familias aristocráticas cuando su hijo cadete o su segunda hija hacían los votos)".
La exposición de Catania es también una demostración de que la “fórmula” de la superintendencia única, un modelo siciliano de conocimientos y competencias interdisciplinares dentro de la misma institución “copiado” por el entonces ministro Franceschini, también es ganadora cuando se trata de valorización, y no sólo de protección. De hecho, la exposición se divide en las dos plantas del Museo Diocesano en tres secciones correspondientes a tres áreas temáticas de las unidades operativas de la Soprintendenza: artística, arqueológica y bibliográfica. En cada una de ellas ha colaborado un funcionario de la Soprintendenza: Carmela Cappa, Franco La Fico Guzzo y Mariagrazia Patti (sección histórico-artística); Ida Buttitta y Maria Lucia Giangrande (sección bibliográfica); Maria Turco y Michela Ursino (sección arqueológica). Un equipo coordinado por la comisaria de exposiciones Roberta Carchiolo, historiadora del arte del mismo Instituto. También son internos de la Superintendencia Carmela Di Blasi (registradora) y Albarosa D’Arrigo y Salvatore Girianni, que firman el diseño expositivo y la dirección técnica.
Las obras expuestas, un centenar, algunas por primera vez, otras en raras ocasiones, incluyen retablos, pinturas sobre madera de la escuela antonelliana, manuscritos iluminados, volúmenes antiguos, epígrafes romanos y hallazgos arqueológicos, uniformes históricos, bustos conmemorativos y relicarios, preciosos objetos de orfebrería, ornamentos sagrados y manuscritos de las centenarias bibliotecas conventuales.
La historia de la exposición se desarrolla sincrónicamente, según áreas temáticas, cada una vinculada a una orden monástica: basilianos, carmelitas, dominicos, franciscanos, agustinos, mercedarios, paulinos y camilos, en salas individuales de la primera planta del museo, y benedictinos, la orden monástica más poderosa de Sicilia, a la que está reservada toda la segunda planta.
En la sección histórico-artística, se exponen varias obras maestras del siglo XVI, como la Subida al Calvario (firmada y fechada en 1541) de Jacopo Vignerio, pintor de Mesina del siglo XVI, alumno de Polidoro da Caravaggio, que a su vez frecuentaba el taller de Rafael: procedente de la iglesia de San Francesco all’Immacolata de Catania, el cuadro es reconocido por los estudiosos como copia del Spasimo di Sicilia de Rafael en el Prado de Madrid. También está la refinadísima pintura sobre tabla de la Virgen con el Niño entre las Santas Águeda y Lucía de la escuela antonelliana, procedente de la iglesia de San Nicolò en Randazzo, que ya no se expone desde la histórica exposición de Mesina. expuesta desde la histórica exposición de 1953 en Mesina Antonello da Messina y la pintura del siglo XV en Sicilia; o unaAnunciación (1551) atribuida a Francesco Frazzetto, pintor originario de Mineo, procedente de San Nicolò in Militello in Val di Catania.
En la sección arqueológica se pueden admirar estatuillas, jarrones, fíbulas, brazaletes, una selección de bronces protohistóricos, un relieve de mármol con una escena orgiástica con Dioniso y dos sátiros (siglo I d.C.) y un vaso de figuras rojas con guerreros arrodillados, todas ellas piezas de la colección benedictina y hasta ahora conservadas en los almacenes del Castello Ursino. Entre las obras destacadas de la sección bibliográfica figuran un precioso códice basiliano en griego (siglos XI o XII) sobre pergamino procedente del monasterio Santissimo Salvatore de Mesina; uno de los primeros mapas del mundo moderno realizado en 1511 por el geógrafo y humanista Bernardo Silvano con una nueva versión de la geografía de Ptolomeo que ya registra las dos Américas menos de veinte años después del viaje de Colón. Una delicia para los amantes de los jardines y la botánica en la exposición es también elHortus romanus, el catálogo ilustrado del Jardín Botánico de Roma publicado en 1770 por los franceses Bouchard y Gravier: un fabuloso herbario pintado dividido en ocho volúmenes con 800 grabados en acuarela que documentan los estudios sobre el terreno en el siglo XVII.
Capaz de generar aún “asombro” en el visitante contemporáneo, como una forma amplificada de maravilla, la sección dedicada a las Wunderkammern, en la época dorada de finales del siglo XVI y principios del XVII, recrea la atmósfera de aquellas yuxtaposiciones y consonancias inverosímiles e inverosímiles, comparables a los bodegones de la época, exhibiendo curiosidades y curiosidades de la época.época, exponiendo curiosidades y maravillas procedentes de las colecciones de los religiosos, que atestiguan, al igual que las colecciones privadas, esa búsqueda espasmódica de lo excepcional, lo bizarro pero también lo opulento, como el puzzle de marfil de origen chino, o la “sirenita”, un curioso instrumento musical que reproduce el canto de los pájaros.
Tan insólita como preciosa es, por último, la pequeña sala dedicada al monacato femenino con la que concluye la exposición, donde se exponen diversos muebles sagrados pertenecientes a monasterios femeninos, frontales de plata y seda, orfebrería sagrada y fotografías que documentan la vida actual en el monasterio.
Un recorrido expositivo algo fragmentado, pero siempre accesible y ameno incluso para los no especialistas, gracias a elecciones de disposición claras y eficaces que permiten seguir el entrelazamiento de los numerosos temas explorados por los estudiosos de la Superintendencia de Catania en el curso de sus investigaciones.
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