Ha perseguido con determinación su propio viaje pictórico hasta el fin de la noche. Y, desde los fondos negros de las cosas sencillas, inmersa en la oscuridad de la metrópoli, ha conseguido encender su paleta. Para disparar colores ácidos y elevar a los atletas acrobáticos sobre la línea del horizonte de los rascacielos. Cien años después de su nacimiento, Roma celebra por fin a Titina Maselli (1924 - 2005). La llamaban “Titina delle notti” (Titina de las noches) cuando, muy joven, sobre los escombros de la Ciudad Eterna tras el Ventennio, iba - caballete al hombro y mesas preparadas en negro por un carrocero - a pintar al aire libre a los protagonistas del paisaje urbano neorrealista: camiones, cables de tranvía, túneles, motos, edificios rodeados de andamios.
Uno de los lugares favoritos de Titina Maselli para documentar Roma de noche desde abajo, desde la calle, era la plaza Fiume, el descampado situado a tiro de piedra de Porta Pia, exactamente a mitad de la Nomentana, entre el Casino dei Principi de Villa Torlonia y el Museo laboratorio della Sapienza (Mlac). Son las dos sedes en las que la Superintendencia Capitolina y la Universidad, el Ayuntamiento y el Estado han abierto sus espacios para acoger, hasta el 21 de abril (la exposición se inauguró el 12 de diciembre), 90 obras de la pintora romana que reinterpretó la vanguardia futurista y el Pop art preconcebido, pero sin compartir nunca las etiquetas que se le pusieron, más bien encogiéndose de hombros con elegancia.
En el Casino dei Principi -sede de los meritorios Archivi della Scuola Romana, corriente de la que Modesta (Titina) Maselli tomó ejemplo siguiendo la estela del componente expresionista de Mario Mafai-, la pintora recibe al visitante a través de autorretratos (la portada del catálogo es el apesadumbrado de hacia 1948, con grandes letras delineando su rostro blanco y asustado) y los bellos retratos realizados por sus colegas: Gilles Aillaud, Piero Guccione y Renzo Vespignani (dos cuadros cada uno). La exposición se cierra en la segunda planta con un par de “Cabeza de Titina” y otros retratos de estilo soutino realizados en 1943-1945 por Toti Scialoja, su marido hasta 1950, y uno de esos “Cuatro fuera de la carretera (con Piero Sadun, Giovanni Stradone y Arnaldo Ciarrocchi) en cuyo marco se situaban sin duda los primeros ensayos de Maselli, pero con una originalidad en la elección de los temas que sus compañeros de viaje no habían tenido el valor de abordar. ”Se atreve“, señaló el escritor Corrado Alvaro al presentarla con ocasión de su primera exposición individual en el Obelisco en 1948, ”a poner en un cuadro un teléfono, una máquina de escribir, uno de esos trozos de papel que por la noche hacen un bulto blanco en el asfalto de la ciudad. [...] Titina Maselli se enfrenta a algo más fuerte, la noche de la ciudad".
Hija del crítico de arte Ercole Maselli, hermana del director Citto, seis años menor, sobrina del compositor Mario Labroca, hermano de su madre Elena, emparentada con los Pirandello y teniendo como guía inicial al pintor Fausto, Titina eligió enseguida el paisaje metropolitano y las cosas sencillas, incluidas imágenes deportivas o cinematográficas arrancadas de revistas, como territorio elegido para su pintura. Y ha transportado esta su visión urbana interior allá donde ha vivido: de Roma a Nueva York, donde residió de 1952 a 1955, pero aislada, ignorando programáticamente los ambientes y los resultados del Expresionismo Abstracto estadounidense; luego a Klagenfurt, siguiendo a su compañero, el diplomático Marco Franscisci di Baschi, hasta 1958; después a París, donde, alternando con Roma, se instalaría a menudo a partir de 1968, a menudo para trabajar en el teatro como escenógrafa, pero donde ya había ido de muy joven, asombrada por la luz de los cuerpos de Manet.
La exposición antológica de la Villa Torlonia y el Mlac -que llega diez años después de la muestra romana comisariada por Bartolomeo Pietromarchi y centrada, con motivo del centenario del Comité Olímpico Nacional Italiano, en los temas deportivos de la pintora que, presencia constante en las Bienales venecianas y las Cuadrienales romanas, fue famosa por sus futbolistas heridos y sus boxeadores exhaustos- documenta bien cómo de las cajetillas de cigarrillos arrugadas en Roma o de los lívidos rascacielos representados en la Gran Manzana, se llega en los años sesenta a los camiones vistos desde el coche que los sigue (las entrañas mecánicas del Camión anterior a 1965 en las colecciones capitolinas pero expuestas en la Sapienza) y a los atletas proyectados sobre los edificios, según ese concepto de síntesis de espacio y tiempo caro a las interpenetraciones de Umberto Boccioni, autor del célebre Dinamismo de un futbolista en el Moma de Nueva York. De los paneles de pequeño formato pintados al óleo, Maselli pasó, siguiendo un deseo de síntesis, monumentalidad y luz, a grandes lienzos tratados con acrílicos, y con un hábil uso de pinturas brillantes que contrastan con fondos mates. Pero siempre con la noche tiñendo de oscuridad el paisaje.
Entre los bombarderos heridos y los boxeadores exhaustos que recuerdan al Boxeador helenístico de las Termas de Diocleciano, hay lugar para otros temas en la iconosfera del pintor romano. Por ejemplo, procedente de las colecciones cívicas de Florencia, el vasto lienzo (de 209 por 251 centímetros) con “Greta Garbo” como antidiva, porque fue tomado de una foto robada y publicada en “Omnibus”, expuesto en 1964 junto a obras de Giosetta Fioroni, Franco Angeli, Tano Festa y Mario Schifano, en la Bienal de Venecia que vio a Robert Rauschenberg recibir el premio de pintura y al Pop Art triunfar. “Solían llamarme la abuela del Pop Art”, recordaba Maselli en broma en su entrevista de 1996 con Enrico Crispolti, que, junto con la de 32 años antes con Maurizio Calvesi, se cita ampliamente en el catálogo de la exposición (Electa, 343 páginas, 45 euros). Acompañada del volumen enriquecido por una amplia antología, casi completa, de la crítica, la antología romana está comisariada por Claudio Crescentini, Federica Pirani, Ilaria Schiaffini y Claudia Terenzi (directora científica del Archivo Titina Maselli), autores de textos de fondo además del que, sobre el teatro, firma Martina Rossi. Hay pocos préstamos de museos, ya que el artista no ha gozado de una amplia atención por parte de las instituciones públicas, aunque el reconocimiento de la crítica ha sido continuo. Así pues, son la colección Alessandro Pasotti y Fabrizio Padovani, la de los herederos (Brai-Maselli), la colección Emiliano y Ottavia Cerasi, y sobre todo la Galería Massimo Minini, las que han ofrecido la mayor parte de las obras útiles para este viaje de redescubrimiento de la obra de Maselli, un individualista obstinado que se enfrenta a los mitos de la vida moderna.
Y si en Villa Torlonia, donde se exponen todas las etapas de una carrera de más de cincuenta años, es la dimensión privada del artista la que prevalece (a este ámbito pertenecen las dos espléndidas "Carta segreta de 1985, potentes dibujos a lápiz ejecutados directamente sobre los periódicos deportivos en los que se inspiran los temas), en la única gran sala del museo de la Sapienza, el itinerario expositivo parte de los años sesenta y termina a principios del nuevo milenio, con una disposición que subraya la espectacularidad de la escena. Sobre todo, los grandes lienzos, como Elevados, rascacielos y un futbolista herido (1984, 4 metros de largo por 2,50 de alto), se despliegan casi a la perfección para situar al espectador en el centro de un cuadrilátero ideal. Y someterlo a una lluvia de golpes de colores, igual que a los boxeadores de los tres lienzos “Boxeadores” colocados a modo de tríptico. Son uno de 1965 y dos de 2002, pero idéntico es el punto de vista de la pintora que se ha colocado en primera fila. Y ha dejado que la negrura cubra el combate en la noche, elevando la crónica deportiva a drama universal. Dedica a ese combate interminable unos versos sencillos e inspirados: “En el círculo de la lámpara bajada, luchan con el ruido sordo/ de los golpes. Más allá de las cuerdas aún despejadas, marea la oscuridad llena del siguiente... ”.
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