El pabellón de Gran Bretaña es sin duda uno de los más visitados de los Giardini della Biennale di Venezia, junto quizá con el de la vecina Francia: la larga cola que suele haber no debe asustarle y, sobre todo, no debe hacerle desistir de la empresa, porque en opinión de quien esto escribe merece realmente la pena. Al acercarse a la escalinata flanqueada por dos grandes árboles por la que se accede al pabellón británico, todavía fuera entonces, se oyen altas vocalizaciones femeninas que le harán preguntarse qué le espera dentro, curioso por descubrirlo. Una vez dentro, en la primera sala, te ves catapultado a un ambiente que yo describiría como moderno y pop: la sensación es la de ser espectador en un estudio de grabación musical; pequeños cubos reflectantes se colocan a modo de asientos frente a una gran pared coloreada y geométrica que ocupa prácticamente toda la sala, invitando al visitante a sentarse para ver y escuchar en cuatro pantallas una al lado de la otra los vídeos de otros tantos cantantes enfrascados en la grabación de sus voces (las que se escuchan fuera del pabellón) en un estudio de grabación. El espectador asiste así a una escena coral: las voces individuales de los cantantes se entrelazan e improvisan a capella para crear un acontecimiento y una interacción colectivos. El montaje también se convierte, en mi opinión, en un espacio de intercambio y encuentro también para el público, ya que se invita al visitante/espectador a detenerse y sentarse para disfrutar de esta experiencia coral junto con otras personas y quizás comentar con los que están sentados cerca. “Quería reunir a las dos comunidades, el público y los cantantes, en un mismo espacio, porque es a través del público como los músicos se dan a conocer”, explica Boyce.
Ganador del León de Oro a la Mejor Participación Nacional, el Pabellón de Gran Bretaña es una mezcla de arte visual y música , y podría decirse que parte de su fuerza reside en esta unión. Hoy en día, quizás, en lo que al arte contemporáneo se refiere, al espectador le gusta sentirse un espectador integral, en una experiencia de visita que incluya no sólo la vista sino también otros sentidos, como el oído o el tacto, y el pabellón británico se ajusta plenamente a esta tendencia. En la motivación del importante galardón se lee: “Sonia Boyce propone otra lectura de las historias a través del sonido. Trabajando en colaboración con otras mujeres negras, revela una multitud de historias que permanecen sin ser escuchadas. Boyce propone un lenguaje muy contemporáneo en las formas fragmentadas que el espectador reconstruye a través de su experiencia en el pabellón. Se plantean importantes cuestiones de ensayo frente a la sintonía perfecta, al igual que las relaciones entre las voces en forma de coro, a distancia y en distintos puntos de la exposición”; sonido, cooperación, sintonía, libertad, contemporaneidad: elementos que emergen con claridad y fuerza de la exposición encargada por el British Council y comisariada por Emma Ridgway, a la que se ha dado el título de Feeling Her Way.
La comisaria ha elegido a una sola artista para representar a Gran Bretaña, Sonia Boyce (Londres, 1962), pero ha contado con la ayuda de cinco músicas negras para abordar el tema de la música femenina negra, o mejor dicho, cómo las músicas negras británicas han contribuido a nuestras vidas emocionales y a la cultura transnacional. El título, Feeling Her Way (Sentir el camino), como explica la comisaria en su ensayo del catálogo de la exposición, pone de relieve el proceso creativo de la artista: “encontrar el camino instintivamente, dejando atrás las expectativas y los cambios, trabajando con otros, en etapas iterativas, para crear una nueva obra”. La obra de Boyce se centra en la dinámica interpersonal y laimprovisación; según la artista, es a través del modo performativo como la propia identidad sale a la luz, actuando ante un público. Con esta instalación, Boyce pretende llevar a la gente a descubrir nuevas formas de expresión, siempre a través de interacciones y conversaciones lúdicas.
Durante la realización de Feeling Her Way, seguían vigentes todas las restricciones debidas a la pandemia, en particular la distancia social, y los cantantes no podían actuar en directo ante el público. Invitadas por Sonia Boyce, las cantantes que aparecen en los vídeos de la primera sala, todas galardonadas y de distintas generaciones, se reunieron por primera vez en los estudios Abbey Road de Londres (los estudios de los Beatles, para entendernos) para una improvisación a capella y demostrar, a través de sus bellas voces influenciadas por el jazz y el soul, las grandes posibilidades de la improvisación lúdica, la interacción y la cooperación como medio para crear algo nuevo. La improvisación se refiere a la sensación de sentirse libre para hacer nuestra propia contribución de la manera que más nos convenga, revelando así nuestra identidad. La intención de Boyce es invitar al público a reflexionar sobre cómo nuestra voz revela nuestra identidad y celebrar el proceso liberador de la interpretación y la música. El artista utiliza la música para reducir la distancia entre las personas, pues sabe que crea un sentimiento de comunidad entre los individuos. En la instalación, Boyce quiso utilizar la música sin palabras, compuesta sólo por voces, como experimento, para subvertir el efecto tranquilizador de la previsibilidad para el público. Cantar así, juguetonamente, sin sentido, subvierte también la dinámica interpersonal.
Todo esto se basa en el principio de que nuestra voz dice quiénes somos; es el sonido de la voz el que revela nuestra subjetividad, lenguaje, acentos, ritmos, tonos y sentimientos.
Después de la primera sala, el público pasa por otras cinco salas cuya disposición se asemeja a la de la sala inicial, incluida la presencia de coloridos y geométricos papeles pintados y vídeos que muestran a cantantes individuales, a veces a través de una pantalla, a veces a través de dos situadas una al lado de la otra (en la tercera sala, las dos pantallas también están coronadas por una estructura dorada en forma de nube). Completamente distinta de esta disposición general (no hay pantallas) es la cuarta sala, que reúne numerosos recuerdos de la Colección Devocional, incluidos CD, vinilos, portadas de discos, carteles y fotografías relacionados con la música femenina negra para celebrar la contribución cultural de las mujeres negras británicas en la música, que ha formado parte de la vida pública desde hace mucho tiempo. Cantantes de distintas generaciones y géneros musicales, desde Dame Shirley Bassey hasta el grupo de ska-pop Amazulu, pasando por Tamsin Archer o Shingai, del grupo de rock indie Noisettes. La memorabilia se apoya también en soportes que recuerdan la pirita, también conocida como “oro de los tontos” porque crea superficies reflectantes similares al oro; Boyce utiliza la referencia a este material para reflexionar sobre el juicio social y el consenso en términos de valor. Frente a este muro, se invita al visitante a contemplar las reliquias presentes y a fijarse en su figura reflejada en las estructuras doradas, como parte de un público de oyentes no identificables. Con esta estratagema, la artista pretende lamentar el hecho de que las voces de las mujeres negras británicas formen parte de la banda sonora de la vida de millones de personas, pero estas mujeres y su identidad sean a menudo olvidadas.
La principal característica de la actividad creativa de Boyce es el collage , que también utiliza en Feeling Her Way: imágenes y vídeos de cantantes negras se combinan con excéntricos papeles pintados de formas geométricas y casi como azulejos dibujados por la artista. A continuación, cada cantante se diferencia de las demás a través del filtro de color de la pantalla: Poppy Ajudha (1995) en azul, Jacqui Dankworth (1963) en morado, Sofia Jernberg (1963) en naranja, Tanita Tikaram (1969) en rojo y la compositora Errollyn Wallen (1958) en amarillo verdoso; la artista hace hincapié en el color en cada elemento de su instalación para rechazar los prejuicios occidentales sobre el “otro” y centrarse en cambio en la voz. Para este uso del color se vio influida por el libro de artista de Adrian Piper (Nueva York, 1948), Coloured People, en el que cada página que contenía una fotografía en blanco y negro de un colaborador era coloreada por Piper en un solo color. El motivo geométrico, por su parte, remite a la afinidad de Boyce con la artista brasileña Lygia Clark (Belo Horizonte, 1920 - Río de Janeiro, 1988), cofundadora del Grupo Frente, movimiento brasileño que expresaba el optimismo hacia un futuro de igualdad social a través del abstraccionismo geométrico. Fotografías en color colocadas sobre los papeles pintados muestran también fragmentos del encuentro entre los cantantes durante las grabaciones proyectadas en los vídeos, así como herramientas de producción como pértigas de micrófono, cables y luces.
Por qué el Pabellón Británico en la 59. Exposición Internacional de Arte de la Bienal de Venecia merece una visita? A través de la instalación de Sonia Boyce se abordan temas universales como la inclusión, la interacción, la libertad de expresión, la sociabilidad, la lucha contra los prejuicios hacia el otro, la igualdad social, la memoria y la expresión de la propia identidad de una forma aparentemente lúdica, colorista, pop y divertida, pero en realidad de gran actualidad. La mezcla de arte sonoro y visual también lleva a reflexionar sobre la tendencia hacia la que probablemente se encamina el arte actual, proponiendo unainmersión de 360º que implica a varios sentidos, acompañada de un lenguaje universal por excelencia, la música.
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