La exposición Very Well, on my own de Ludovica Carbotta (nacida en Turín en 1982, vive en Barcelona) en el MAMbo de Bolonia aborda la relación entre la artista, su biografía personal y la dimensión de la “ciudad-sociedad”. La película Monowe, realizada a través de la convocatoria del Consejo Italiano, representa una nueva etapa del proyecto que imagina un mundo y una sociedad habitados por una sola persona. Esta idea nos permite replantearnos las “convenciones de la convivencia” y así repensar la relación del individuo con el mundo que le rodea.
Muy bellas son las esculturas que yo llamo “escalables” y que están hechas con trozos de chatarra y parecen campos de escalada en los que el artista busca una forma de “subir” trabajando en los intersticios del museo. El espectador se ve obligado a recorrer estas esculturas con la mirada intentando comprender hasta dónde pueden sostenerle esos agarres y esos peldaños. Es evidente y emocionante la búsqueda del artista de “su arquitectura”, de un refugio, de un nido más auténtico; sugerencias que recuerdan efectivamente el proyecto Monowe y el mundo habitado por una sola persona. Es hermosa la idea de la escultura “cámara” que, a través del polvo de la ciudad, consigue imprimir imágenes oníricas en varias tablillas blancas. La escultura, que parece surgir de materiales de “bricolaje”, ofrece una visión poética del polvo de la ciudad que, empujado por el viento, imprime imágenes de otra dimensión misteriosa.
Otras soluciones, como el vídeo que rodea la ciudad sin proyectar su propia sombra, o las numerosas esculturas “materiales” distribuidas en el espacio, parecen en cambio redundantes y demasiado deudoras de la trayectoria académica del artista. De hecho, vemos la misma actitud escultórica repetida una y otra vez, y donde la perspectiva “escolástica” del artista sigue siendo evidente, así como una deuda demasiado grande con la tradición escultórica informal del siglo XX.
La sensación, sin embargo, es que se ha querido diluir la actitud de la artista hasta que pudiera ocupar adecuadamente los grandes espacios del museo. Aparte de las “esculturas escalables” y del proyecto Monowe, las demás obras de la exposición parecen casi ejercicios preparatorios, didácticos y académicos en los que la relación con la dimensión de la ciudad se desarrolla de forma previsible y como un ejercicio de estilo. Parece, por tanto, que el artista contemporáneo está destinado a ir a remolque de una época en la que todo el mundo puede producir ideas, contenidos y opiniones. Por tanto, no basta con limitarse a ofrecer una visión propia en relación con la ciudad, sino que hay que exagerar la mirada de formas menos banales y previsibles, exactamente como ocurre en el proyecto Monowe y en las “esculturas escalables”.
Esta sensación de “excesivo academicismo” también estuvo muy presente en las intervenciones escultóricas que Ludovica Carbotta presentó con motivo de su participación en la Bienal de Venecia 2019: muchas soluciones escultóricas diferentes que parecían otros tantos intentos típicos de los experimentos y ejercicios que la artista suele llevar a cabo en su fase de formación. Era como si Ludovica Carbotta hubiera recibido oportunidades de exposición antes de haber desarrollado un camino maduro y definido, y por lo tanto se hubiera visto obligada a llevar al pedestal una investigación en parte todavía inmadura.
Es significativo que los fondos de la convocatoria del Consejo Italiano, que apoyaron la exposición y que fueron creados para apoyar la petición del artista individual, ahora son esencialmente gestionados por las instituciones que pueden elegir apoyar a un artista específico de manera completamente arbitraria. Esto puede suceder porque en Italia, en lo que respecta al arte contemporáneo, no existe un sistema crítico viable que pueda definir “escalas de valor” y, por tanto, vías verdaderamente abiertas y meritocráticas. Ludovica Carbotta, en el vídeo documental realizado por Sky sobre la exposición, lamenta las grandes dificultades a las que se enfrentan los artistas hoy en día para poder vivir de su trabajo artístico. Pero estas dificultades surgen precisamente de la ausencia de un sistema crítico capaz de hacer evidentes aquellos valores en torno a los cuales podría identificarse una comunidad. Sólo un pensamiento crítico desarrollado de manera pública y justa puede permitir el “reconocimiento” del artista contemporáneo y ayudarle así a sostener (también económicamente) su carrera. Repasando la exposición de Ludovica Carbotta en Bolonia, la sensación es que es precisamente un sistema crítico más fuerte y vital el que podría haber estimulado y ayudado a la artista a exagerar y definir mejor su actitud, transformando la acerba experimentación de la academia en proyectos más diversificados que hubieran definido con más fuerza su visión y su actitud.
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