¿Qué papel desempeña hoy el público en el mundo del arte? De la mano del desarrollo de la hipercomunicación y la simplificación de los lenguajes, cada vez son más los artistas que se enfrentan a una redefinición de las funciones de los visitantes de las exposiciones, que ahora forman parte activa del proceso de activación de la obra y no se limitan a descodificarla. Si pensamos en las palabras de Umberto Eco, que afirmaba que “el usuario interviene para colmar las lagunas semánticas”, también es cierto que el público experimenta cada vez más una sensación de insatisfacción cuando deambula por las salas de una exposición de arte contemporáneo debido a un léxico sectorial y a una división de los valores de referencia que, en cambio, los medios de comunicación de masas, como las redes sociales, consiguen sintetizar. Incapaz de encontrar un léxico compartido, la artista comenzó a trabajar en el encuentro con el público, y aunque esta nueva accesibilidad puede facilitar un primer acercamiento, hay que tener especial cuidado para evitar que una excesiva simplificación del lenguaje puedacaer en el convencionalismo y que el público se distancie de un arte ya definido por muchos como elitista y difícil de entender.
Reflexionando sobre la cuestión planteada al principio, la exposición individual Untrue Unreal de Anish Kapoor, escenificada en las salas del Palazzo Strozzi de Florencia y comisariada por Arturo Galansino, es una muestra que parece lograda a medias y que puede resumirse en tres elementos clave: el asombro, la plasticidad y el negro más negro de todos. El recorrido expositivo se divide en ocho salas y presenta obras históricas y de reciente producción que dialogan con la arquitectura del palazzo y el público. Más allá de la entrada, en el centro del patio, se encuentra Void Pavillion VII, una nueva obra concebida específicamente para el patio del Palacio Strozzi y realizada gracias al apoyo de la Fundación Hillary Merkus Recordati: recordando el Cuadrado negro de Kazimir Malevič, la obra de Kapoor se erige como un objeto cuatridimensional, con tres dimensiones conocidas y una desconocida, y se erige al mismo tiempo como punto de partida y de llegada en el diálogo entre el arte de Kapoor y el propio palacio. En la planta principal, la exposición arranca con la obra icónica Svayambhu (2007), término sánscrito que designa lo que se genera de forma autónoma, la contrapartida de las imágenes cristianas acheropitas no pintadas por mano humana. La obra, una metáfora del nacimiento, dialoga con otras obras revolucionarias y de gran impacto en las salas siguientes, como Endless Column, una columna monumental de pigmento rojo, y Non-Object Black (2015), caracterizada por el uso de Vantablack, un material muy innovador capaz de absorber más del 99,9% de la luz visible.
Uno no puede evitar sentirse fascinado y, en ocasiones, desconcertado ante obras como A Blackish Fluid Excavation (2018), una gran escultura de acero y resina que, con su imponente masa y plasticidad, evoca toda la tensión erótica de un órgano sexual. También está presente To Reflect an Intimate Part of the Red (1981), una de las obras más significativas y evocadoras de Kapoor, caracterizada por formas en pigmento amarillo y rojo que emergen del suelo y contrastan con Vértigo (2006),Espejo (2017) yRecién nacido (2019), tres obras, expuestas en elinterior de la sala de los espejos, que niegan y a la vez deforman el espacio, provocando un estado de desorientación, indefinición y cambio de la realidad. Concluye la exposición en el Piano Nobile la sala dedicada a la obra Angel (1990), grandes piedras de pizarra recubiertas de capas de pigmento azul intenso, que evocan la idea de pureza.
La gran exposición antológica de Anish Kapoor propone no sólo una reflexión dialéctica sobre el vacío y la materia, sino también y sobre todo sobre la inmaterialidad que impregna nuestro mundo. El rojo, el azul y el negro se convierten en el fil rouge cromático de toda la exposición y, gracias a un uso consciente de su saturación, la investigación de Kapoor consigue ofrecer una alteración perceptiva de la realidad. Esta retrospectiva es representativa de la evolución de su trayectoria artística, con el objetivo preciso de crear espacios inmersivos que desafíen las apariencias e induzcan al observador a buscar su propia verdad mediante la interacción con las obras, que sólo adquieren vida propia si se ponen en relación con el espacio expositivo y el espectador. No en vano, Kapoor afirma que “el círculo sólo se cierra con el espectador”.
El paralelismo entre el arte de Kapoor y la arquitectura renacentista del palacio es, sin duda, la principal comparación pero, al mismo tiempo, la más obvia. El Palazzo Strozzi es simétrico y riguroso, y montar una exposición en sus salas no es fácil, si además tenemos en cuenta que el tipo de diseño expositivo que favorece el diálogo entre lo antiguo y lo contemporáneo es hoy en día una opción expositiva casi mayoritaria, especialmente para un lugar como el Palazzo Strozzi. El choque entre la simetría y rigidez de las salas y la plasticidad de las obras da lugar a lo que en este caso podríamos llamar un "Renacimiento contemporáneo", una gran oposición que indirectamente pretende reflexionar sobre la naturaleza dualista de la existencia en su conjunto, rodeada de un universo de opuestos. Como el propio Jung escribió en Psicología y Alquimia (1944), “sin la experiencia de los opuestos no hay experiencia de totalidad y, por tanto, no hay acercamiento interior a las figuras sagradas”. La totalidad buscada por Kapoor no es otra cosa que una simple unión de polaridades, y lo que une los dos opuestos es sin duda el color, verdadero fenómeno inmersivo dotado de vida propia, que consigue unir las formas plásticas con el espacio. La elección de yuxtaponer colores cromáticamente vivos con obras que trascienden su materialidad consigue hacer menos banal esta confrontación-choque entre su arte y el palacio renacentista.
La exposición de Anish Kapoor consigue romper moldes, una vez más. Porque cuanto más difícil sea dar sentido a una obra, más se elevará a las alturas de la excepcionalidad. Y si esto se combina con una gran dosis de choque visual, el juego está servido. La decisión de sorprender al público y convertirlo en elemento activo de la confrontación con las obras de arte es una elección inteligente y acorde con los tiempos, si tenemos en cuenta que el público está cada vez más acostumbrado a una forma de comunicación que privilegia la inmediatez expresiva. Untrue Unreal es una exposición que no destaca por su originalidad desde este punto de vista, ya que se marca el objetivo, o quizás la obligación, de asombrar, de superar la normalidad para llegar al público. Recorriendo las salas de la exposición, uno se siente casi mareado y sobrecargado por la amplitud de los reflejos, los contrastes, la cantidad de material utilizado, la alternancia casi obsesiva en la búsqueda del efecto, todo ello inserto dentro de un estudiado equilibrio entre obras y entorno, que nunca debe excederse en ninguno de los dos casos. Sin embargo, si por un lado tal elección corre el riesgo, como sucede en la mayoría de los casos, de transformar los itinerarios expositivos en grandes laberintos de entretenimiento, que inducen más a la búsqueda del selfie perfecto que a la verdadera reflexión, por otro, sumergirse en las salas del Palazzo Strozzi significa enfrentarse a obras siempre iguales pero, al mismo tiempo, siempre diferentes, que rehúyen cualquier tipo de categorización.
En el continuo reajuste de las formas a los ojos del espectador y las innumerables diversidades resultantes, podemos identificar un elemento positivo, si intentamos ir más allá de la forma y proyectar toda la investigación artística de Kapoor hacia la actualidad, donde los opuestos están en constante diálogo y la lucha por la libertad, en todas sus formas, es cada vez más poderosa y feroz. Y es precisamente gracias a este elemento que la poética de Kapoor consigue superar incluso las opciones másdominantes y alzarse como una de las más libres de todas.
Aunque Anish Kapoor ha declarado en el pasado, y sigue haciéndolo, que no tiene “nada que decir” con su arte, es precisamente esta declaración la que abre lapuerta a la más pura libertad de interpretación. Lo que pone ante nuestros ojos son obras líquidas que se adaptan al contenedor que las alberga y a la visión de cada observador individual, que se convierte en el detonante que activa la obra que, tal y como está concebida, existe en un tiempo y un espacio en los que existe el público. Ante elencuentro entre lo irreal y lo inverosímil, no todas las obras consiguen desafiar verdaderamente los sentidos del visitante; sin embargo, es precisamente la elección de detenerse en laatención a la temática de las obras, verdadera unión de espíritu y carne, y utilizar imágenes arquetípicas y preculturales, libres de cualquier prejuicio, para que la exposición resulte en su conjunto atractiva e interactiva, incluso para los espectadores más escépticos y alejados del mundo del arte.
El Palazzo Strozzi se convierte en un lugar casi místico, donde los opuestos coexisten y las percepciones se ponen a prueba. Se abandona lo real y se abren las puertas a lo imposible: pigmento, acero, piedra, cera y silicona son algunos de los materiales utilizados por el artista, manipulados hasta tal punto que crean una dimensión atemporal e inmaterial. El vantablack se revela una vez más como uno de los elementos más curiosos y ambiguos de toda la obra de Kapoor, un componente clave para ampliar la sensación casi mística de la interacción de las obras con el espacio y el observador. Una llamada a sumergirse en las profundidades de la materia, en los meandros de nuestras oscuridades, recordando siempre que, como escribió Friedrich Nietzsche, “cuando miras largamente hacia un abismo, el abismo también mira hacia ti”.
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