El arte no es sólo belleza: las obras no son pasivas. Sobre la exposición de obras confiscadas a la Mafia


Reseña de la exposición "SalvArti. Dalle confische alle collezioni pubbliche', Milán, Palazzo Reale, del 3 de diciembre de 2024 al 26 de enero de 2025, y Reggio Calabria, Palazzo della Cultura, del 8 de febrero al 27 de abril de 2025.

Se ha repetido a menudo, siguiendo servilmente un ideal pura y forzadamente utópico, que el arte eleva y purifica el alma del espectador perdido en el mundo. Pero el arte no ha sido (ni probablemente será nunca) un mero lugar de esa ansiada “belleza”, ni un refugio para todas aquellas almas en busca de paz. Por el contrario, siempre ha sido el teatro de feroces conflictos y contiendas donde el morboso deseo de posesión baila sensualmente con lo trágico, y donde la libertad teje sus redes con las de la sombra del crimen organizado, que lo convierte en una prisión de poder y silencio. En este diálogo perpetuo entre luz y oscuridad se inscribe la exposición SalvArti, que acoge el Palazzo Reale de Milán hasta el 26 de enero de 2025 y después el Palazzo della Cultura “Pasquino Crupi” de Reggio Calabria, del 8 de febrero al 27 de abril de 2025: la muestra narra las historias de salvación y redención de ochenta obras de arte robadas a las mafias.

Paseando entre las obras de Mario Schifano, Robert Rauschenberg, Carlo Carrà, Salvator Dalì o Fontana, se puede descubrir una historia que va mucho más allá de la de las propias obras porque, como observó el historiador del arte austriaco Alois Ruschenberg en 1903, las obras de arte de las mafias no son sólo el resultado de los intentos de salvación de las mafias, sino también de las propias vidas de las personas.El historiador del arte austriaco Alois Riegl observó en 1903 que los monumentos y las obras de arte no son inmóviles ni pasivos, sino que llevan en sí una pluralidad de valores y significados que interactúan, se transforman y colisionan con el paso del tiempo. En el frenético avance de nuestras vidas y en el incesante fluir de la historia, las obras de arte no pueden quedar relegadas al papel de meros objetos estéticos, desprovistos de vida y significado, sino que deben ser consideradas como mundos infinitos que conservan todos esos nudos de memoria colectiva y todos esos símbolos de identidad que cada uno de nosotros, con su particular visión al escrutar el mundo, contribuye a conformar. Cada obra no se limita a contar una única historia, sino que es una encrucijada de imágenes sedimentadas, de reconocimientos y rivalidades ocultas o manifiestas, encontrando quizá en esta irreductible multiplicidad de valores la razón de su fecundidad interpretativa, pero también de su constante vulnerabilidad, que la expone a constantes contenciones y transformaciones.

Las obras de la exposición entretejen historias complejas, retorciendo y anudando diferentes geografías, y uno de sus capítulos comienza a lo largo de la famosa, aunque insospechada, Via Margutta de Roma, donde una galería de arte resultó ser el centro de una intrincada y sofisticada red internacional de blanqueo de dinero. En 2013, el Grupo de Operaciones Especiales de los Carabinieri, en colaboración con el Nucleo di Polizia Valutaria de la Guardia di Finanza, inició investigaciones y descubrió un sistema delictivo de impresionante complejidad en cuyo centro se encontraban obras de arte de gran valor atribuidas a maestros como Giorgio de Chirico, Salvador Dalí, Andy Warhol y Keith Haring, explotadas como instrumentos de cambio para actividades ilícitas. Estas densas investigaciones dieron lugar al decomiso en 2018 con sentencia firme del Tribunal de Roma.



Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Esquema de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti
Montaje de la exposición. Foto: Andrea Scuratti

Pero la historia no acaba aquí y se traslada a Reggio Calabria, donde una segunda línea de investigación descubrió otro vínculo entre arte y delincuencia. Un empresario afiliado a los bajos fondos, utilizando un negocio de alquiler de videojuegos, ocultaba un sistema de evasión fiscal destinado a financiar operaciones ilícitas. En este caso, las investigaciones llevadas a cabo por el Tribunal de Reggio Calabria condujeron, en 2015, a la incautación de 22 obras de arte que posteriormente fueron asignadas a la propiedad del Estado.

Entre las obras expuestas en la muestra figuran también las de artistas palestinos como Al Malhi, Bishara y Tuma, cuyas creaciones abordan temas de actualidad sobre la opresión y la identidad, como Apartheid Impression 2, de Rana Bishara, que utiliza un simbolismo extremadamente poderoso para reflexionar sobre la sensación de trauma y pérdida de la memoria colectiva. Por su parte, Wind Collection, de Mary Tuma, captura el viento de los lugares palestinos en pequeñas botellas, evocando la conexión invisible con espacios separados por todos esos muros físicos e ideológicos, mientras que en House 197, Jawad Al Malhi explora las vidas suspendidas en los márgenes de Jerusalén, captando la tensión entre precariedad y permanencia en los campos de refugiados.

El recorrido expositivo se enriquece además con obras como Cantata Bluia Libro Dore, fruto de la colaboración entre Pier Paolo Calzolari y Pierre Thoretton, o con los Nenúfares de Mario Schifano, que transportan al espectador a un universo visual donde los paisajes y la naturaleza reinterpretan la tradición pictórica con esa sutil sensibilidad típica del artista, mientras que Andy Warhol, con su flor serigrafiada, transforma un simple motivo natural en un manifiesto artístico cargado de implicaciones sociales. Franco Gentilini y Agostino Bonalumi añaden más profundidad al itinerario: el primero con la geometría estilizada de Ricordo di Venezia, capaz de filtrar la memoria a través de una lente poética, el segundo con sus estudios de diseño que encarnan el rigor de la creación artística aplicada a las grandes obras medioambientales.

Pero la historia continúa con artistas que sondean los límites entre realidad e imaginación: Leonor Fini, en Figure, explora la complejidad del universo femenino, mientras que Jan Van Oost, con su poética a caballo entre eros y thanatos, nos adentra en los meandros más íntimos de la existencia humana. Vinicio Berti, con Ah Ban 9HV, fusiona pintura, ilustración y cómic, y paralelamente Robert Rauschenberg y Christo transforman materiales cotidianos en obras que cuestionan la naturaleza misma del arte y su relación con el tiempo y el espacio.

Enrico Baj, Perfil, de la serie
Enrico Baj, Profilo, de la serie “Personaggi e decorati” (1964; óleo y ensamblaje sobre lienzo adamascado, inserciones de bordado de alambre y plástico, 46,5 x 56,5 cm; Milán, Pinacoteca di Brera, Palazzo Citterio)
Arnaldo Pomodoro, Disco - Con Sfera (1986-2003; bronce dorado diámetro, 52 x 17 cm, ed. 8/8; Roma, Museo delle Civiltà)
Arnaldo Pomodoro, Disco - con esfera (1986-2003; diámetro de bronce dorado, 52 x 17 cm, ed. 8/8; Roma, Museo delle Civiltà)
Gianni Dova, Aparición II (segunda mitad del siglo XX; óleo sobre lienzo 40 × 30 cm; Reggio Calabria, Palacio de la Cultura
Gianni Dova, Aparición II (segunda mitad del siglo XX; óleo sobre lienzo 40 × 30 cm; Reggio Calabria, Palacio de la Cultura “Pasquino Crupi”)
Giuseppe Migneco, Vendedor de pescado (1972; óleo sobre lienzo, 70 × 55 cm; Reggio Calabria, Palacio de la Cultura
Giuseppe Migneco, Vendedor de pescado (1972; óleo sobre lienzo, 70 × 55 cm; Reggio Calabria, Palazzo della Cultura “Pasquino Crupi”)
Jawad Al Malhi, Casa 197 (2007-2009; impresiones fotográficas, panel 1, 232 x 40 cm; Roma, Museo de las Civilizaciones)
Jawad Al Malhi, Casa 197 (2007-2009; impresiones fotográficas, panel 1, 232 × 40 cm; Roma, Museo delle Civiltà)

Entre las salas de esta exposición, el visitante podrá descubrir un arte que no es sólo vehículo de la tan buscada “belleza”, sino que se convierte en instrumento de resistencia, memoria y transformación, capaz de dar testimonio no sólo de las más feroces contiendas y de la posesión morbosa que a menudo lo han rodeado, sino también de su capacidad para resucitar y devolver el sentido a lo perdido, a lo robado, a lo silenciado. El arte, por tanto, lejos de ser un apacible refugio para el espíritu o un sereno oasis, se revela como lo que realmente es: una entidad viva, dinámica, cargada de las tensiones que siempre han acompañado a la existencia y nunca un símbolo neutro, inmune a las pasiones y conflictos humanos, sino un campo de batalla donde chocan ideales y pulsiones de lo más oscuras.

Y ese cruel deseo de posesión no es otra cosa que una de las fuerzas primarias que mueven el alma humana hacia el arte, y parece, a la luz de las confiscaciones exploradas entre las salas de la retrospectiva, que no es tan raro desenterrar un ansia de arte que no sea tan rara. raro encontrar un ansia tan fuerte que se convierte en obsesión, impulsando a los hombres a poseer o distorsionar lo que no pueden tener o controlar porque no es, como nos recuerda el poeta y dramaturgo Rainer Maria Rilke, inofensivo. “La belleza es el principio de lo tremendo”: es despiadada, perturbadora y estremecedora, despierta pasiones profundas que pueden ser tan elevadoras como abrumadoras.

Pero en la belleza está también la aterradora e irresistible ambivalencia intrínseca del propio arte, que seduce y divide: es un faro y un grito, una fuerza que ordena y trastorna, como la describió Charles Baudelaire en su Oda a la belleza. Una ambigüedad, ésta, que el propio Riegl había captado a la perfección: el significado de las obras de arte no es fijo, sino el resultado de nuestra mirada moderna, de nuestra capacidad para atribuirle valores y relatos, lo que las convierte en una eterna fragua de ideas, pero también perpetuamente expuestas a las contradicciones humanas. Es el espejo y la amplificación de las pasiones del hombre, es su amor y su obsesión, su deseo de eternidad y su necesidad de afirmar su propio poder y, tal vez, por eso no consuela, sino que desasosiega al obligarnos a enfrentarnos con nosotros mismos, con nuestras más altas aspiraciones y nuestras más profundas debilidades.


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