Todavía es posible visitar o volver a la Bienal de Arte de Venecia 2019 durante el próximo mes y medio, excepto los lunes, todos los días hasta el 24 de noviembre. En los cinco primeros días de la inauguración de esta quincuagésimo octava edición, la prensa y la crítica han abordado numerosos análisis en profundidad de las elecciones del comisario neoyorquino Ralph Rugoff y del carácter más o menos complejo de las propuestas.
Los temas candentes ya en mayo y durante el verano de la Bienal fueron sobre todo el triunfo de la performance (otro León de Oro para un proyecto de performance, Sun & Sea (Marina) del pabellón lituano, tras el concedido al pabellón alemán en 2017); también, el sesgo estilístico de nuestro pabellón italiano, comisariado por Milovan Farronato y centrado en el concepto y la figura del laberinto; sin duda, luego, la presencia masiva del New Media Art, con toda la resistencia que conlleva; y por último, pero no por ello menos importante, el sistema de artistas y sus galeristas/coleccionistas implicados en la Exposición Internacional, el núcleo con cuerpo de la propuesta de Rugoff. También se ha discutido y escrito sobre otros aspectos, por supuesto, aunque sobre los mencionados parece haber surgido una mayor dualidad de visiones, entre detractores absolutos y partidarios convencidos.
Por otra parte, es en torno a esta dual idad que se ha construido esta Bienal: Además del formato binario y consolidado que ve codo con codo la Exposición y los 89 pabellones nacionales, este año incluso la propia exposición se ha dividido en dos unidades paralelas, la llamada Propuesta A en el Arsenale y la Propuesta B en los Giardini , con los 79 artistas de 2019 en común, todos ellos coigualitarios y llamados a concebir obras para los dos contextos arquitectónicos y expositivos diferentes. Si hasta ahora las dos sedes institucionales se entendían como continuación la una de la otra en un único itinerario ideal de visita, hoy constituyen una doble y biunívoca exploración de la producción de cada uno de los artistas seleccionados, considerando también su reducido número (en 2017 fueron 120 artistas). Dos caminos en diálogo que desembocan en un interesante ejercicio de conexiones y relaciones formales. Experimentar las partes, en las intenciones del comisario, permite hacerse eco de las prácticas e investigaciones, dado también que no se sugiere una narrativa global o un tema general que las una. En comparación con sus predecesoras, el espectro de temas abordados en esta Bienal hibrida y amplifica su “voz”. Y exige una respuesta. La implicación exigida al público queda patente en los textos del Presidente Baratta y Rugoff, contenidos en el hermoso catálogo diseñado por Mues Design London: "[...] Las obras son transacciones en colaboración. El artista establece los parámetros iniciales de este proceso, pero son las reacciones del espectador y sus interpretaciones asociativas las que impulsan su desarrollo. [...] Los significados que surgen tienen su origen no tanto en los objetos como en las conversaciones. Lo que más importa en una exposición no es lo que se expone, sino cómo se puede utilizar la experiencia para observar la realidad cotidiana".
La Biennale di Venezia 2019, Arsenale. Ph. Crédito Finestre Sull’Arte |
La Biennale di Venezia 2019, Exposición internacional, Arsenale. Ph. Crédito Finestre Sull’Arte |
La Biennale di Venezia 2019, Exposición internacional, Arsenale. Ph. Crédito Finestre Sull’Arte |
La Biennale di Venezia 2019, Exposición internacional, Giardini. Ph. Crédito Finestre Sull’Arte |
La Biennale di Venezia 2019, Exposición internacional, Giardini. Ph. Crédito Finestre Sull’Arte |
Aunque no falta la fantasía, es a la realidad a la que está ligado el arte contemporáneo aquí expuesto, incluso el arte aumentado. Es de nuestros días y del futuro inmediato de lo que habla todo el proyecto expositivo, encerrado bajo el título May You Live In Interesting Times. Son muchos los significados de esta locución y su incierta historia, confundida en el siglo XX con una antigua maldición china y citada por autores y políticos occidentales en términos de amenaza a la seguridad pública; ha sido adaptada con cierta ambigüedad a nuestra época deshonesta y rehabilitada como deseo en esta Bienal tan sensible al espíritu de los tiempos. Tendremos en cuenta, tomando de él un significado parcial, que “tiempos interesantes” conlleva mensajes como denuncia y desafío.
La selección propuesta no rehúye abordar la oscura historia actual en un intento de reescribirla en color, asumiendo cuestiones gigantescas como la degradación medioambiental, social y política a nivel universal, y conversando sobre ellas con una variedad de expresiones. En muchos casos, contrarrestando estas amenazas con obras de dimensiones proporcionalmente gigantescas. De hecho, la reina de la exposición parece ser la instalación y la obra de gran formato, declinadas por autores con distintos comienzos y finales.
Eligiendo una obra entre otras, Barca Nostra del artista suizo Christoph Büchel (Basilea, 1966) describe la función social del arte impulsada por el proyecto curatorial: se trata del pecio rescatado del Canal de Sicilia, donde en 2015 se produjo uno de los naufragios más luctuosos del Mediterráneo. Hay que atravesar las Corderie y las Artiglierie del Arsenale en dirección al Giardino delle Vergini para encontrarlo. Tras esta visión, se revelarán otras obras en sus posibles usos posteriores y se pondrá en marcha un proceso de reconfiguración.
Al llegar al pabellón central de los Giardini, resonará del mismo modo el Muro de la artista mexicana Teresa Margolles (Culiacán, 1963), que recibió una mención especial del Jurado Internacional. Obra de 2010 y expuesta en Venecia en 2011, ensambla piezas de hormigón tomadas de Ciudad Juárez acribilladas a balazos y cercadas por alambre de espino, frente a las cuales se cometieron realmente los trágicos episodios a los que simbólicamente alude.
Hay que decir que los premios concedidos este año hablan por sí solos y perimetran los ámbitos que Rugoff premisa: “la Exposición pone el acento en el arte que se sitúa entre categorías, cuestionando las razones de nuestro pensamiento en categorías”. El León de Oro al Mejor Artista Participante fue para el estadounidense Arthur Jafa (Tupelo, Mississippi, 1960) por su mirada al tema de la raza y la otra mención especial fue para el nigeriano Otobong Nkanga (Kano, 1974) por su interpretación poética de los dramas medioambientales-socio-políticos de su país.
Christoph Büchel, Barca Nostra (2018-2019; pecio del naufragio del 18 de abril de 2015). Ph. Créditos Andrea Avezzù |
Teresa Margolles, Muro de Ciudad Juárez (2010; bloques de hormigón). Ph. Créditos Francesco Galli |
Obras de Arthur Jafa en la Bienal de 2019. Ph. Créditos Andrea Avezzù |
Obra de Otobong Nkanga en la Bienal de 2019. Ph. Créditos Italo Rondinella |
No pudiendo mencionarlos todos, en una visión de conjunto diremos sin embargo que los “objetos” mencionados por Rugoff (los que deberían generar conversaciones) son a la vez artefactos rechazados, para pretenderlo a la manera de Jimmie Durham (Houston, Texas, 1940), el León de Oro estadounidense a la Trayectoria 2019, pero también “tesoros”, para implicar en cambio a la italiana Lara Favaretto (Treviso, 1973) otra protagonista de esta edición. Pues bien, junto a tanta pintura, escultura y fotografía, habrá muchos objetos en los términos del ready-made.
De nuevo siguiendo el razonamiento de Rugoff, “una actividad artística inteligente requiere la creación de formas que pongan de relieve lo que las propias formas ocultan y las funciones que cumplen”. Suspirando aliviado, uno emprende inevitablemente la visita con curiosidad...
La “puerta móvil que oscila de un lado a otro del muro, rompiéndolo” de 2009, de la artista india Shilpa Gupta (Bombay, 1976), que como otras se ha convertido en el contenido icónico, representativo de esta edición, golpea de nuevo. Se trata de una instalación conmovedora que se apoya en el poder estético del contraste animado/inanimado, aparentemente poseedor de una reconocibilidad formal y funcional, familiar en su dimensión mecánica y cotidiana, que, sin embargo, si se observa sin demorarse en una actitud de simplificación, acaba resultando profundamente perturbadora y rica en conceptos. A través de los elementos de una estructura de custodia, el artista explora eficazmente la existencia física e ideológica de límites y fronteras territoriales, étnico-religiosas, dando a la puerta un aspecto casi antropomórfico. En términos de implicación sensorial, el aspecto alienante que provocan las propiedades cinéticas de esta obra la une a algunas otras. Los paneles del artista francés Antoine Catala (Toulouse, 1975), la vaca del artista chino Nabuqi (Ulanqab, 1984), el espectacular robot de sus compatriotas Sun Yuan & Peng Yu (Pekín, 1972; Heilongjiang, 1974), se difundieron como imágenes virales durante los meses de la exposición, pero que sin duda querrá experimentar en persona.
Los encontrará en relación y alternando con entornos sonoros, de los que el libanés Tarek Atoui (Beirut, 1980) también nos regala un ensayo, y otros tangiblemente inmersivos, como el pasillo del japonés Ryoji Ikeda (Gifu, 1966). Hasta llegar a los “entornos vitales” virtuales de un pequeño grupo de otros artistas, por ejemplo el estadounidense Ian Cheng (Los Ángeles, 1984) y el francés Dominique Gonzalez-Foerster (Estrasburgo, 1965), que nos conducen al corazón de otra importante conversación, la del realismo artificial. El pensamiento también se adapta a lo informe y recurre a este potencial cuando el componente estético se encuentra con lo virtual y la experimentación transdisciplinar.
Obras de Jimmie Durham en la Bienal 2019. Ph. Crédito Andrea Avezzù |
Lara Favaretto, Cabeza pensante (2018; técnica mixta). Ph. Créditos Andrea Avezzù |
Shilpa Gupta, Sin título (2009; puerta moviéndose de lado a lado rompiendo el muro). Fotografía Créditos Francesco Galli |
Antoine Catala, Se acabó (2019; nueve paneles, bombas, tuberías, caja de control). Fotografía Créditos Francesco Galli |
Nabuqi, ¿Suceden cosas reales en momentos de racionalidad? (2018; técnica mixta). Ph. Crédito Finestre Sull’Arte |
Sun Yuan & Peng Yu, No puedo evitarlo (2016; técnica mixta). Ph. Créditos Francesco Galli |
Tarek Atoui, Cita de la colección de reserva (2019; técnica mixta). Ph. Crédito Francesco Galli |
Ryoji Ikeda, spectra III (2008; tubos LED, paneles de madera laminada blanca). Ph. Créditos Francesco Galli |
Ian Cheng, Life After BOB: First Tract (2019; dibujos vectoriales impresos en duratrans, caja de luz). Ph. Créditos Andrea Avezzù |
Dominique González-Foerster con Joi Bittle, Cosmorama (2018; diorama). Ph. Créditos Francesco Galli |
A la amplia reflexión sobre la identidad del cuerpo, de la que muchas obras dan cuenta a través de los medios tradicionales y los trillados modos del autorretrato y el relato, corresponde la cantidad de obras fronterizas, confiadas a la tecnología y la ciencia. Por citar sólo algunas: desde los gráficos generados por ordenador y en 3D del canadiense Jon Rafman (Montreal, 1981) y el estadounidense Avery Singer (Nueva York, 1987) hasta las creaciones de la coreana Anicka Yi (Seúl, 1971) que investigan nuevos desarrollos entre las formas de vida orgánica y la inteligencia artificial.
Una de las piedras angulares visuales y emocionales se refiere a la biologización de la máquina. Sin embargo, en todas ellas subyace la misma búsqueda de la identidad, tanto singular como plural. Enmarcando estos temas de conversación de los que uno forma parte visitando la Bienal, otro de los nodos gigantescos, no muy lejos del tema del Aprendizaje Automático: alrededor, donde se juegan las otras dualidades información orgánica/sintética/desinformación, se encuentra la #comunicación, tout court y en sus implicaciones relacionadas con la seguridad/vigilancia, autoridad/control. De nuevo entre otros, mire y escuche el mensaje del jordano Lawrence Abu Hamdan (Amman, 1985).
Jon Rafman, Disasters Under The Sun (2019; vídeo HD, color, sonido) |
Obras de Avery Singer en la Bienal de 2019. Ph. Créditos Italo Rondinella |
Anicka Yi, Biologising the Machine (tentacular trouble) (2019; algas, acrílico, LED, polillas animatrónicas, agua, bombas). Ph. Créditos Italo Rondinella |
Lawrence Abu Hamdan, This whole time there were no land mines (2017; ocho vídeos en bucle con sonido). Ph. Créditos Italo Rondinella |
Haris Epaminonda, Vol. XXVII (2019; técnica mixta). Ph. Créditos Nick Ash |
Tomás Saraceno, Aero(s)cene: When breath becomes air, when atmospheres become the movement for a post fossil fuel era against carbon-capitalist clouds (2019; técnica mixta). Ph. Créditos Italo Rondinella |
Marysia Lewandowska, Ya era hora / Ya era hora (2019). Ph. Créditos Andrea Avezzù |
Ludovica Carbotta, Monowe (El tocador) (2019; técnica mixta). Ph. Crédito Andrea Avezzù |
Tanto más destacable es la aportación del vídeo-cine en esta exposición. La contribución en ambas sedes del chipriota Haris Epaminonda (Nicosia, 1980), ganador del León de Plata, abre consideraciones que exigen respuestas y conducen a conclusiones.
Muchos de ellos son proyectos colectivos, en coparticipación o realizados mediante la creación de redes y referencias culturales, ya sean citas o pastiches. Acaso la obra Black Serpentine de Durham, expuesta aquí, no resuena con The Column 2013 del albanés Adrian Paci, que a su vez evoca We the People 2011-2013 del vietnamita Danh Vo?
Para decirlo como Rugoff, las elegidas parecerían en su conjunto obras de “profunda hospitalidad” que acogen las interpretaciones y el enfoque crítico del público bienintencionado. Atención a las instalaciones exteriores, aisladas de las interiores: las siete del Arsenale y las cinco de los Giardini, entre ellas las del argentino Tomás Saraceno (San Miguel de Tucumán, 1973). Lo mismo ocurre con los Proyectos Especiales: de la polaca nacionalizada inglesa Marysia Lewandowska (Stettino, 1955) en el Pabellón de Artes Aplicadas del Arsenale y de la italiana Ludovica Carbotta (Turín, 1982) en el Forte Marghera, saliendo de A y B.
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