Voluntarios y Jornadas de Primavera de la FAI: el problema es mucho más complejo


Muchas críticas este año contra la FAI por la utilización de voluntarios en las Jornadas de Primavera. Pero la FAI es una entidad privada y hace lo que quiere: el problema es más complejo y afecta a su visibilidad, a las instituciones y a la consideración de los profesionales.

En la última semana se han escrito muchas críticas contra la FAI por las Jornadas de Primavera, que se celebran hoy y mañana en toda Italia; y, como en los últimos años, muchas de las voces alzadas procedían de asociaciones de guías turísticos, amargamente decepcionados por la utilización de voluntarios en un oscuro momento de crisis, mientras los guías están en casa sin trabajo.

Pero la cuestión estaba mal planteada: pedir a la FAI que utilice guías de pago en lugar de voluntarios o exigirle que renuncie a las Jornadas de Primavera es como pedirle a un pingüino que viva en el desierto: sería ir contra natura.La FAI persigue sus propios intereses y puede llevar a cabo las iniciativas que quiera, porque no es un organismo público ni una organización benéfica (la mayoría de la gente malinterpreta el significado de “fundación sin ánimo de lucro”), sino que el problema es el Estado, desde su más alto cargo en el Quirinal hasta los concejales de los municipios más pequeños. Porque es de las instituciones de donde se espera respeto a la Constitución y compromiso con los ciudadanos en dificultades, sin discriminación y sin competencia desleal.

Hay tres problemas reales en esta situación. En primer lugar, la enorme atención que los medios de comunicación, especialmente la RAI, prestan a la FAI. Si la FAI se limitara a llevar a cabo sus iniciativas en el mismo silencio de prensa que los medios reservan a los profesionales del turismo y la cultura, nos entristeceríamos, pero podríamos superarlo con una sonrisa. En cambio, ¿cuántas horas dedican esta semana las cadenas de la RAI a las Jornadas de Primavera? ¿Cuántas emisiones de la RAI la han cubierto? Cada vez que encendemos el televisor, vemos imágenes de estos acontecimientos, invitados importantes, testimonios, funcionarios de la superintendencia, políticos y mucho más. Es un continuo incensar, agradecer, alabar. Cada año se les da una visibilidad que ningún sujeto, ni siquiera el Ministerio de Cultura o Turismo, ha tenido jamás. Si en los mismos canales y en las mismas emisiones y franjas horarias, sólo una vez al mes, se hablara así de los profesionales del turismo, por fin se potenciaría y promocionaría la figura del guía como nunca se ha hecho en nuestro país, y se ayudaría al turismo, ese que hace vivir a miles de familias.

El segundo aspecto crítico radica en que las instituciones antepongan a los voluntarios a los profesionales; y que lo hayan hecho incluso en plena pandemia, el año pasado y este.

Una fotografía tomada durante las Jornadas de Primavera FAI 2017 en Villa Saraceno en Finale di Agugliaro (Vicenza). Ph. Crédito
Una fotografía tomada durante las Jornadas de Primavera FAI 2017 en Villa Saraceno, en Finale di Agugliaro (Vicenza). Ph. Crédito

En Italia hay miles de asociaciones de voluntarios que durante muchos años han sido utilizadas por las administraciones debido a la escasez de personal como “parches” o para ahorrar dinero en lugar de profesionales. La FAI es solo la estrella más brillante del firmamento.

Elhecho de que miles de guías turísticos y sus familias lleven 15 meses sin trabajo y en graves apuros económicos no es, con razón, una preocupación dela FAI, que es una entidad privada, pero sí debería serlo del Parlamento y de todas las instituciones y administraciones. De los políticos electos esperamos ayuda, que no significa sólo una aportación económica, sino estrategias para volver a empezar. Y también que sean capaces de entender cuándo es oportuno recortar, al menos durante un año, el énfasis en el voluntariado, para entender cuándo es mejor cambiar la sintonía y, al menos por una vez cada 20-30 años, adoptar una estrategia diferente, dirigida a promocionar profesionales en lugar de voluntarios improvisados que, en cualquier caso, viven de otro trabajo y lo hacen por pasión.

Precisamente el pasado 7 de abril, la Comisión de Cultura del Senado aprobó una moción de la senadora Margherita Corrado contra el uso de voluntarios en el ámbito del patrimonio cultural, moción en la que comprometía al Gobierno “a aplicar el principio de que el trabajo subordinado debe ser siempre remunerado, con el fin de garantizar la existencia libre y digna de las personas, según el artículo 36 de la Constitución”. ¿Alguien ajeno a la Comisión lo ha leído?

¿Cómo puede ser creíble un Estado en el que incluso la sede de la Presidencia de la República (el Palacio del Quirinale) está vedada a los guías turísticos, a los que se prohíbe ejercer allí su profesión aunque sea suelo italiano, y reservada exclusivamente a los voluntarios de TCI y a los estudiantes universitarios (de nuevo de forma voluntaria)?

Todo esto está mal. Un país donde cada día son más los monumentos cedidos en exclusiva a voluntarios y donde, por tanto, se impide la entrada y el trabajo a los profesionales. Y donde todo el mundo sabe que esos voluntarios se mantienen porque luego al final de la visita se les “pide una propina” (que no se declara en impuestos, no va a las arcas del Estado, pero tampoco a las futuras cotizaciones del sujeto para su pensión). Significa que es un país en el que la sociedad prefiere pivotar sobre formas de trabajo no remuneradas legalmente, con cada vez menos ingresos para el fisco y cada vez menos cotizaciones, que sobre el trabajo remunerado legalmente, tanto al Estado como al INPS.

También existe cierta perplejidad ante el hecho de que las instituciones prefieran a aficionados para trabajar en patrimonio cultural y turismo, por pasión, como un segundo trabajo, sin la preparación y competencia necesarias, sin las titulaciones o cualificaciones exigidas por la ley, en lugar de profesionales formados, cualificados, actualizados, con experiencia y continuidad.

El tercer problema surge porque frente a la FAI, las administraciones abren todas las puertas que dejan cerradas a los profesionales, existiendo una enorme desigualdad de trato a favor de la FAI. Sólo por citar un ejemplo entre muchos: el año pasado, al principio del verano, cuando intentábamos recuperarnos, como asociación profesional pedimos al Ayuntamiento de Roma que nos ayudara facilitando la apertura de lugares que generalmente estaban cerrados al público, lo que habría atraído a residentes y turistas e iniciado más visitas guiadas, pero contra el pago regular al Ayuntamiento; todo lo que recibimos fue una serie de “pero, es difícil, ya veremos”, en resumen no hicieron nada. Dos meses después, la FAI abrió el Monte Testaccio, y de forma gratuita, y el municipio salió perdiendo. Así ha sucedido en toda Italia durante años.

No es que la FAI haga todas esas cosas maravillosas porque ellos solos sean excepcionales, sino porque siempre se les dice que sí y se les abren todas las puertas de par en par. Estoy seguro de que con tantos síes también nosotros seríamos capaces de organizar hermosas iniciativas.

Espero que todas esas personas importantes que han contribuido al éxito de estas Jornadas de Primavera, dando órdenes desde los despachos del Parlamento, haciendo tratos en despachos y palacios, con publicidad y de tantas otras maneras, al tiempo que contribuían a agravar los problemas de miles de profesionales (mujeres y hombres) que llevan más de un año sin trabajo, tengan la seguridad de que han hecho lo mejor que éticamente exigía su función.


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