¿Un Picasso encontrado en Pompeya? Qué dudas quedan por resolver


En las últimas horas se ha dado a bombo y platillo la noticia de un cuadro hallado en Pompeya: se trataría de una obra de Picasso. No es una noticia nueva, y aún quedan varias dudas por resolver: esto es lo que sabemos.

El 30 de septiembre, como suele ocurrir ante propuestas de atribución con una turbulenta historia detrás, gran parte de los medios de comunicación italianos se hicieron eco de la noticia de un Picasso redescubierto, reconocido como tal tras décadas en las que había estado expuesto en el salón de un chamarilero de Campania que estaba convencido de que se trataba de una copia.

La historia, relatada primero por Il Giorno y luego enriquecida en otros artículos con más detalles, en síntesis es la siguiente: un chamarilero de Pompeya, en los años sesenta, encuentra en Capri (en un vertedero, pero otras versiones periodísticas hablan de una villa) un lienzo enrollado, firmado “Picasso”. Está convencido de que es una copia, y lo cuelga en su salón durante décadas. Luego, en los últimos años, surge la duda, sobre todo para el hijo mayor del chatarrero, de que el cuadro expuesto en su salón durante décadas sea efectivamente un Picasso, y no una copia: y ahora una pericia caligráfica sobre la firma ha confirmado que sí, que efectivamente es un Picasso, un Buste de femme Dora Maar. Se añade que sería de los años 40, por lo que su valor rondaría los 6 millones de euros. Los esfuerzos de la familia están dando sus frutos. Los artículos más detallados publicados, por ejemplo en Wired, señalan también que los primeros intentos de la familia por autentificar el cuadro se caracterizaron por una breve incautación por parte de los Carabinieri acusados de receptación de objetos robados, pero que cayó en saco roto, y por la negativa de la Fundación Picasso de París a examinar la obra (“con más de 14.000 obras en catálogo y unas 700 solicitudes de atribución al día, la Fundación se muestra reacia a examinar el caso italiano”, señala el artículo). Hechos a los que siguió el interés de la Fundación Arcadia, y de algunos expertos, que impulsaron una pericia caligráfica que confirmó felizmente la autenticidad de la obra. Una obra que, según los artículos que salieron a la luz, se encuentra ahora en una cámara acorazada de Milán y que, a pesar de sus 6 millones de valor, la familia explica que no quiere en absoluto vender.



El Picasso redescubierto
El Picasso redescubierto
Retrato de Dora Maar de 1941 (colección privada) expuesto en Canberra en 2019
El retrato de Dora Maar de 1941 (colección privada) expuesto en Canberra en 2019

Restringiéndonos a los datos puramente fácticos, y no artísticos, se trata de nuevo de una noticia difundida por varios periódicos lamentablemente sin la perspicacia adecuada. En primer lugar, el peritaje caligráfico es de una profesional (especializada en testamentos y documentos, no en obras de arte, de las que de todos modos se ocupa ocasionalmente) que forma parte del comité técnico-científico de la propia Fundación Arcadia. La Fundación Arcadia, que tiene su sede en Suiza, en el cantón del Tesino, se creó en 2020 y se centra principalmente en el cantón del Tesino, y precisamente cuenta entre sus filas con los técnicos que defendieron la autenticidad del supuesto Picasso en los lanzamientos de prensa de ayer.

Además, la familia ya había afirmado en la prensa en 2019 que tenía un Picasso original en su sala de estar, pero los compradores interesados exigieron la validación de la Fundación Picasso de París, tras un estudio que, sin embargo, según la reconstrucción del periódico en el que salió la noticia, costó “300.000 euros”, una suma que la familia no tenía. El recurso llegó hasta Tg5. En ese momento, según se declaró entonces a la prensa, intervinieron unos expertos que dataron el cuadro en los años sesenta y lo propusieron a la fundación parisina. Al parecer, la fundación(Picasso Administration), para la que las autentificaciones no se encargan (según consta en su página web), optó por no tomar en consideración la obra, según informa Wired, lo que obligó a la familia a recurrir a la Fundación Arcadia, que permitió la autentificación mediante peritaje caligráfico. Además, los artículos de estos días hablan de un cuadro de los años cuarenta, y ya no de los sesenta, sin aportar más elementos al respecto. El salto lógico es evidente para cualquier lector: ¿cómo se puede equiparar o equiparar el asesoramiento de una fundación que no se ocupa de Picasso con el único garante reconocido de la obra de Picasso?

Por otra parte, aunque no queremos descartar la posibilidad de que el cuadro sea efectivamente un Picasso (en presencia de elementos adicionales, además de la pericia caligráfica de un profesional encuadrado en la fundación que se ocupa de la obra), hay que señalar que ya existe otra versión de esa composición, autentificada por Sucesión Picasso y fechada en 1941, que fue expuesta en Canberra en 2019, según constató el historiador del arte Víctor Rafael Veronesi.

Con nuestros mejores deseos para que la familia y la fundación vean recompensados sus esfuerzos, de momento, sin embargo, no podemos hablar de un nuevo Picasso, sino de la lucha firme y continuada de una familia para que el cuadro que ha colgado en su salón durante décadas sea reconocido como un Picasso. Lo que falta es un veredicto, positivo o no, del comité parisino. Y por enésima vez, para todos los periodistas y demás: no hay peritaje científico, de ningún tipo, capaz por sí solo de demostrar la autenticidad o no de una obra de arte, a falta de elementos estilísticos y documentales que corroboren la hipótesis.


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