El director de los Uffizi, Eike Schmidt, hizo bien en subrayar la semana pasada, al responder a una pregunta en rueda de prensa, que en el futuro no habrá espacio para proyectos que puedan etiquetarse como "Uffizi 2", sino que habrá, si acaso, varios lugares que albergarán obras de los Uffizi, según el concepto de museo difuso. Lo ha hecho bien por varias razones, en primer lugar el hecho de que la idea de “museo difuso”, aunque no es nueva (la expresión, conviene recordarlo, fue acuñada en 1971 por Georges Henri Rivière y Hugues de Varine), representa hoy uno de los modelos más interesantes para imaginar los museos del futuro: un modelo que se ha hecho casi obligatorio a la luz de los acontecimientos desencadenados por la pandemia del Covid-19, que siguen obligando incluso a los museos a pensar en alternativas sostenibles e innovadoras. Y un modelo que en Italia ha dado lugar a algunas experiencias extremadamente relevantes, empezando por la del sistema museístico de Empolese Valdelsa, fundado en los valores de la inclusión, la implicación de la comunidad y la investigación experimental, y capaz de construir una red cultural en diálogo continuo y fructífero con su territorio.
Comentando el proyecto de los Uffizi, Silvia Ronchey escribía en Repubblica que “estaría bien”, porque hoy en día “es bueno que los cuadros se extiendan en lugares más apartados y tranquilos, donde se respira mejor y se establecen relaciones más confidenciales”. Tiene toda la razón: el paisaje cultural que resurgirá de la epidemia tendrá que ser más variado que al que hemos estado acostumbrados en los últimos tiempos. Pero no sólo hay motivaciones contingentes: es la propia idea de “museo” la que se está transformando y, en este sentido, habrá que seguir intensamente lo que hagan los Uffizi en los próximos meses.
Por lo que Eike Schmidt ha dejado entrever en recientes entrevistas, parece que el proyecto de “descentralización de las Galerías partirá de cinco lugares periféricos pero muy significativos para sus respectivos territorios (la Villa Medicea de Careggi, el Museo de la Batalla de Anghiari, el Museo Cívico de Pescia, el Centro de Visitantes del Parque Nacional de los Bosques Casentinesi y la Villa Medicea dell’Ambrogiana), por lo que el programa podría tomar una dirección que conviene observar y estudiar con gran atención, ya que algunos de estos lugares podrían permitir a los Uffizi poner en marcha proyectos de reconexión entre objetos y contextos, lo que podría ser muy sensato y estar muy en consonancia con la museología más actual, que concede un interés preponderante a la posibilidad de reconstruir la identidad de la obra a través de su presencia en su contexto original. Una razón más para considerar fuera de tono el sobrenombre de ”Uffizi 2" y, sobre todo, para intentar razonar sobre la forma que adoptará este proyecto que, sobre el papel, parece extremadamente prometedor.
La Villa Medicea de Careggi. Foto Créditos Francesco Bini |
La intención de llevar a la Ambrogiana pinturas actualmente conservadas en los almacenes de los Uffizi pero que proceden de ese lugar es, por tanto, muy buena, como lo es la de reabrir el Museo Cívico de Pescia con algunas obras propiedad de los Uffizi pero antaño presentes en la zona de Pescia. La idea de dar vida, en la villa de Careggi, a un itinerario museístico destinado a contar la historia del cenáculo neoplatónico de Marsilio Ficino, cuya historia está en cierto modo ligada a la de la villa, es fascinante. Más aún si a los cuadros que se seleccionarán para evocar los tiempos del Magnífico se unirá también la Deposición de Rogier van der Weyden, que sabemos procede de la villa de Careggi. Quizá sólo para una exposición temporal, ya que la obra maestra flamenca tiene en cualquier caso una historia centenaria que la vincula a los Uffizi, donde está registrada desde el siglo XVII. Del mismo modo que se espera la presencia del retrato de Dante Alighieri de Andrea del Castagno, que se expondrá con motivo del 700 aniversario de Dante en el Centro de Interpretación de los Bosques del Casentino, un lugar evocador de las vicisitudes del poeta pero con el que la obra no tiene nada que ver, ya que procede de la Villa Carducci de Legnaia, donde el entorno del que proceden las antiguas pinturas de Andrea del Castagno sigue casi intacto, y tal vez podría volver allí mañana.
Lo que hace falta, sin embargo, es un proceso de planificación compartido que tenga en cuenta todos los aspectos relacionados con la apertura de nuevos museos, ya que en la propia Toscana todavía no es posible mantener abiertos los museos que ya existen: la propia Villa Carducci está actualmente cerrada indefinidamente, al igual que están cerrados al público lugares de gran importancia como el claustro de Scalzo o el cenáculo de Andrea del Sarto, ambos sitios pertenecientes al Estado, unidos bajo el polo museístico toscano. Sin embargo, se trata de problemas superables si se trabaja en un proyecto cultural duradero y de largo alcance como el que los Uffizi parecen estar a punto de dar vida y que, además, se ajusta perfectamente a la atención que el museo viene prestando al territorio toscano desde hace muchos años.
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