Tras la quema de la Venus de los trapos: sobre el papel del arte público


La quema de la Venus de los trapos, que ha vuelto a ser noticia en los últimos días, sirve para hacernos reflexionar sobre el papel del arte público en la actualidad: ¿puede considerarse el arte en el espacio público como el motor de una acción crítica colectiva capaz de estimular la reflexión y el diálogo con el contexto?

Crear escultura significa existir en un lugar": así decía el artista de Volterra Mauro Staccioli. Pero poco queda hoy de la existencia y el encanto de la monumental Venus de los harapos de Michelangelo Pistoletto, instalada en la Piazza Municipio de Nápoles el pasado mes de junio. El incendio que provocó la destrucción de la obra no puede sino hacernos reflexionar profundamente sobre el papel del arte público en la actualidad, especialmente en Italia, así como preguntarnos si esta práctica artística puede seguir considerándose el motor de una acción crítica colectiva capaz de estimular la reflexión y el diálogo con el contexto.

Hay que subrayar que el término “público”, asociado al mundo del arte, adquiere un peso decisivo y su significado no se asocia, como en el pasado, a la libre usabilidad del artefacto artístico, sino a su concepción y construcción para una comunidad y un lugar concretos. Se trata, si acaso, de una expresión ambivalente que designa una amplia variedad de formas artísticas, cada una con una historia y con múltiples y diferentes significados que hoy en día conviven en el contexto urbano y paisajístico.

Durante mucho tiempo se ha considerado que la escultura era el producto de un acto de expresión individual y autónomo, “aquello con lo que te tropiezas cuando retrocedes para mirar un cuadro a mayor distancia”, en palabras de Barnett Newman, y su función era principalmente decorativa. Durante mucho tiempo fue exclusivamente un ejercicio de retórica celebratoria, y sólo a partir de finales de los años sesenta se produjo un cambio de rumbo decisivo, concretado en la difusión de numerosas prácticas artísticas, basadas en la participación y la colaboración, y con las que se empezaron a experimentar nuevas formas y expresiones creativas dentro del espacio urbano, libres de las limitaciones e incomprensiones del espacio museístico.

Quema de la Venus de los trapos en Nápoles
Quema de la Venus de los trapos en Nápoles

A lo largo de las últimas décadas, el concepto de “arte público” ha ido adquiriendo así declinaciones cada vez más diversas, pero de un aspecto debemos estar seguros: la ubicación espacial no es un elemento suficiente para identificar la práctica artística como “pública”, ya que, además de la accesibilidad física, hay que prestar atención también y sobre todo a la relación entre la obra y el público y a los valores inmateriales de la sociedad. El espacio debe convertirse en un lugar de interacción, vinculado al contexto social y a la comunidad, y fomentar la participación activa, incluso de grupos específicos del público normalmente ajenos al sistema del arte.

Al hablar de arte público, una cuestión recurrente se refiere al hecho de que las intervenciones artísticas en la esfera pública deben concebirse para un público totalmente distinto al del museo: un público más amplio, no formado por consumidores culturales activos, un público que a veces no acepta las intervenciones propuestas dentro de su territorio; por lo tanto, cabe señalar que las impresiones y respuestas del público tras la realización de una obra de arte site-specific dentro de un entorno específico pueden influir decisivamente en el destino de la propia intervención artística. Las cuestiones críticas, vinculadas a la aceptación pública, que puede manifestar una intervención artística en el momento de su emplazamiento en un espacio específico pueden ser diversas: baste pensar en el Arco inclinado de Richard Serra, obra monumental instalada en 1981 en la Federal Plaza de Manhattan y rápidamente retirada tras una acusación de privatización del espacio público, o en el intenso debate generado por la obra L. O.V.E. (2010), que fue objeto de un debate público. O.V.E. (2010) de Maurizio Cattelan, que se alza en la Piazza Affari de Milán, frente al edificio de la Bolsa.

Richard Serra, Arco inclinado (1981), retirado 1989
Richard Serra, Arco inclinado (1981), retirado en 1989
Maurizio Cattelan, L.O.V.E. (2010; mármol de Carrara, 470 x 1100 x 470 cm; Milán, Piazza degli Affari)
Maurizio Cattelan, L.O.V.E. (2010; mármol de Carrara, 470 x 1100 x 470 cm; Milán, Piazza degli Affari)

También son bien conocidas las numerosas complejidades a las que artistas y no artistas tienen que enfrentarse a menudo cuando intentan entablar un diálogo con posibles interlocutores institucionales, y también es bien sabido que estos problemas a menudo se ven agravados por numerosos problemas relativos a las relaciones entre situaciones normativas debido a los cuales las prácticas artísticas luchan por encontrar un margen de actuación. Aunque no se trata de problemas insignificantes, existen sin duda nuevas cuestiones críticas, vinculadas a la realidad cambiante en la que vivimos, que han influido decisivamente en el destino y la aceptación del arte público en la sociedad actual. En esta sociedad agitada, estamos cada vez más acostumbrados a la inmediatez y a la puntualidad con que almacenamos los mensajes externos, y el arte contemporáneo, para muchos, es algo que no es inmediato e inabordable. De ahí que a menudo se le dedique una mirada superficial, incapaz de ofrecer una satisfacción inmediata, aunque efímera.

Frente a problemas bien conocidos, lo cierto es que los actos vandálicos contra obras de arte instaladas en el espacio público no son más que la manifestación de una debilidad y una ignorancia rampantes, que, sin embargo, también se acercan a una crítica social ya encarnada por la propia obra de arte. A la luz de tantas posturas y testimonios diferentes sobre el arte público, queda claro que éste sólo debe considerarse motor de una transformación paisajística y urbana si existe un verdadero diálogo entre el arte, el contexto urbano y el público, cumpliendo así una función específica, a saber, la de sensibilizar a la comunidad sobre el arte y la cultura para el desarrollo de una conciencia no sólo de las expresiones artísticas, sino también de la diversidad. El arte público debe reflejar el presente, un arte de todos y para todos, donde la obra se convierte enmedio y el público en audiencia.


Advertencia: la traducción al inglés del artículo original en italiano fue creada utilizando herramientas automáticas. Nos comprometemos a revisar todos los artículos, pero no garantizamos la total ausencia de imprecisiones en la traducción debido al programa. Puede encontrar el original haciendo clic en el botón ITA. Si encuentra algún error, por favor contáctenos.