Sobre el molesto bulo de los inmigrantes que actúan como guías de museo en lugar de italianos


Editorial sobre el engaño de los emigrantes que serían guías de museo en el Museo Castromediano de Lecce: he aquí la verdadera noticia.

“Sobre el odio en línea contra los inmigrantes se podrían recopilar verdaderas antologías. Entre bulos ingeniosamente difundidos, páginas xenófobas de Facebook y políticos irresponsables que alimentan a diario un pensamiento racista e intolerante para hacer propaganda, la red se convierte una vez más en la plataforma favorita de quienes deciden descargar su ira y sus frustraciones contra un blanco elegido”. El pasaje que acabamos de citar está tomado de Far Web, el último libro de Matteo Grandi, periodista y experto en medios sociales. Son palabras que describen una realidad que, hasta no hace mucho, creíamos alejada de todo lo relacionado conel arte y los museos. Los museos son lugares de confrontación, de intercambio, de diálogo, de enriquecimiento cultural: parecería ridículo pensar que pudieran convertirse en cotos de caza de racistas y fanáticos del “italianismo”. Sin embargo, hay que constatar que la intolerancia y la xenofobia están, de hecho, mucho más cerca de lo que podríamos pensar. Lo demostró el caso dela iniciativa del Museo Egipcio de Turín dirigida al público arabófono. Y lo está demostrando en estas horas un episodio quizá aún más desagradable, ya que implica directamente a los inmigrantes y ha sido explotado para alimentar lo que el psicólogo David Sears ha denominado "racismo simbólico".

Resulta que en Lecce ciertos partidos políticos (y con ellos muchos ciudadanos: basta con recorrer algunas redes sociales) están indignados porque, según sus representantes, hay un museo culpable de emplear a inmigrantes en lugar de italianos en algunos proyectos culturales (e incluso hay periódicos que han titulado " inmigrantes y refugiados serán guías del museo"). El asunto también ha dado lugar a protestas con pancartas, como la que los activistas de CasaPound pegaron en una verja cercana al Museo Sigismondo Castromediano de Lecce, donde se presentó el proyecto que tanta atención mediática ha suscitado. Y, por supuesto, los comentarios indignados de quienes utilizan las habituales y empalagosas armas retóricas del racismo simbólico (emigrantes que obtienen privilegios a pesar de no tener méritos, italianos que hacen sacrificios para adquirir cualificaciones y se ven superados por los últimos en llegar, que tampoco tienen cualificaciones, y de nuevo emigrantes que obtienen trabajo quitándoselo a los italianos, emigrantes que viven mejor que los italianos, etc.) para llamar la atención de quienes evidentemente no están familiarizados con los estudios en profundidad y las búsquedas en Google.



Una sala del Museo Castromediano di Lecce
Una sala del Museo Castromediano de Lecce. Foto Crédito Francesco Bini

Especialmente interesante es el post de Mario Spagnolo, secretario municipal de “Noi con Salvini”, que escribió en Facebook, entre otras cosas: “He rezado personalmente a Santa Elena y a Jesús, magníficamente reproducidos en piedra de Lecce y presentes en la sala montada como una mezquita, para que iluminen las mentes de quienes planifican tales comodidades sin dar prioridad a nuestros jóvenes licenciados en patrimonio cultural que llevan dos años esperando para hacer el examen final de guía turístico, pagando por adelantado las tasas de inscripción al curso y los manuales correspondientes”.

Ahora, cualquiera podría pensar: primero, si no le parece un poco extraño ser el secretario de un movimiento en Lecce que apoya a un partido que oficialmente, en sus estatutos, todavía se llama “Lega Nord per l’Indipendenza della Padania” (Liga Norte para la Independencia de Padania). Segundo, si no sabe que Jesús también fue emigrante y refugiado. Tercero, que la verdadera noticia, al margen de los bulos hábilmente difundidos por intolerantes variopintos, es ésta: en el citado Museo Sigismondo Castromediano se presentó el proyecto Musei accoglienti. El proyecto prevé convertir los museos cívicos de Lecce y Brindisi en presidios comunitarios, con una acción experimental dirigida a inmigrantes y refugiados de las provincias de Lecce y Brindisi que, junto con los operadores empleados por el Museo Castromediano de Lecce y el Museo Ribezzo de Brindisi, así como estudiantes de la Universidad de Salento, participarán en el codiseño de nuevas rutas de visita dentro de los museos. Desde luego, la iniciativa no es extraña para los que saben trabajar en los museos: los museos cívicos de las dos ciudades de Apulia están redefiniendo sus rutas y, puesto que, como se lee en la presentación del proyecto, “los museos no pueden seguir siendo islas, sino que deben convertirse en nodos de un sistema relacional, [....] abiertos, en sintonía con su entorno, funcionales a un contexto que ha cambiado”, y puesto que una comunidad está formada por diferentes sujetos que enriquecen la sociedad con sus diferencias, se decidió implicar a refugiados y migrantes (también parte de la comunidad local) en la operación. Migrantes y refugiados que, además, recibirán la formación adecuada y, prosigue la presentación, “también estarán preparados para convertirse en ”mediadores“ del patrimonio de los dos museos”. Para obtener esta información, basta con consultar la página web del Comité Italiano para los Refugiados, donde se presenta el proyecto con todo lujo de detalles.

De lo anterior se pueden extraer algunas consideraciones simples y banales. La primera: no hay ningún emigrante que robe trabajo a los italianos, y menos aún hay emigrantes no cualificados que consigan un trabajo cualificado en lugar de los italianos que han sudado para ganárselo. De hecho, se trata de un proyecto especial de inclusión, que concibe el museo como lugar de encuentro y baluarte de la comunidad: puesto que una comunidad también está formada por migrantes, habría sido, si cabe, mucho más insensato verlos excluidos de las operaciones. La segunda: los inmigrantes no serán guías, porque las profesiones de guía de museo y guía turístico en Italia están sujetas a ciertas normas que no pueden ser anuladas ni siquiera por los proyectos de inclusión. En todo caso, los inmigrantes trabajarán junto a los operadores del museo para actuar como mediadores, para ilustrar el patrimonio de Lecce y Brindisi a otros inmigrantes, quizás recién llegados y con poca familiaridad con el italiano. En tercer lugar, se trata de un proyecto financiado por un fondo especial, por lo que no tiene mucho sentido pedir que el dinero destinado al proyecto se utilice para contratar personal (los gastos de personal forman parte de los gastos corrientes).

En conclusión, de lo único que habría que avergonzarse realmente (aparte de los errores gramaticales y ortográficos de quienes dicen “los italianos primero”) es de que nunca se pueda hablar de integración sin que intervenga alguien para difundir noticias instrumentales, medias verdades, alarmismo inútil. En cambio, sería una buena idea empezar a dar la bienvenida a cualquier proyecto que favorezca la integración de los recién llegados. Además, son los propios intolerantes los primeros en despotricar contra la supuesta falta de inclinación de los inmigrantes hacia la integración. Por tanto, ¿quién mejor que ellos debería actuar para que los proyectos de integración tengan éxito de la mejor manera posible?


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