Rebuscando entre los numerosos comunicados que llegan cada día a la redacción, me entero de que este año el Festivaletteratura de Mantua dedicará dos encuentros a Carla Lonzi, crítica de arte fundamental y teórica sin parangón del feminismo de la segunda ola, probablemente la escritora feminista más valiente que nuestro país ha tenido la suerte de conocer. Los encuentros tendrán lugar el próximo fin de semana. La excelente noticia coincide con el anuncio, hecho hace unas semanas, de que la editorial La Tartaruga, ahora parte de Nave di Teseo, empezará a reeditar toda la obra de Carla Lonzi a partir del 5 de septiembre, empezando por el seminal Sputiamo su Hegel , de 1970. Así que asalten las librerías a partir de pasado mañana y háganse con un ejemplar del ensayo. Los que, en cambio, no tengan o no puedan gastarse esos 15 euros más o menos, que busquen la manera de conseguirlo ad usum fabricae por todos los medios que su imaginación les sugiera. No es difícil.
Se podría empezar diciendo que Escupir a Hegel es un remedio electrizante contra la estupidez del discurso público actual, sobre todo cuando tiene que tratar el crucial y doloroso tema de la violencia contra las mujeres, como ha ocurrido en los últimos días al asistir alespectáculo inverificable montado, sobre todo en las redes sociales, por dos facciones de aulladores que, entre la grosería y el buenrollismo, se han enzarzado por un fragmento de diez segundos de un programa de televisión, batallando a golpe de stories y tuits (los dos medios más idiotas de tratar un tema complejo) y olvidando a menudo, dadas las formas y el tono, que la discusión tenía como telón de fondo un desgarrador drama humano. Más allá de la cuestión de la falta de respeto por el asunto en sí, está la del endurecimiento de las posiciones, consecuencia natural de una dialéctica basada en la banalización y la invectiva a través de las ondas, y particularmente dañina si pensamos que un tema social tan delicado necesita la implicación y la contribución de todos, mujeres u hombres. O al menos eso pensaba Simone de Beauvoir (autora también de una oportuna crítica de Hegel) cuando señalaba que el feminismo es una causa común de hombres y mujeres, ya que también los hombres pueden disfrutar de considerables ventajas viviendo en un mundo más justo para las mujeres.
Obviamente, que un hombre se declare feminista puede no parecer apropiado (e incluso puede parecer ridículo para algunos), ya que es difícil que un hombre, aunque sea consciente de la parte de privilegio (aunque sea ínfima) que se le concede por el mero hecho de haber nacido con testículos, se identifique con lo que vive una mujer: No obstante, el varón puede encontrar una gran utilidad en dejar por un momento el Twitter y, al mismo tiempo, dedicar un par de horas a leer Escupitajos sobre Hegel. También porque, si le gustan las frases concisas típicas de las redes sociales, el estilo epigráfico y bellamente desordenado del ensayo de Carla Lonzi le resultará especialmente simpático.
En cuanto al arte, el trabajo de Lonzi me ha recordado a laAntígona de Giuseppe Diotti, un cuadro que los que puedan deberían ver para acompañar su lectura (ya sea en directo, acudiendo a la Accademia Carrara de Bérgamo, que además ha sido sometida recientemente a una larga y minuciosa restauración, o en la web: el museo ha publicado además, tras la restauración, un bello vídeo ilustrativo), dado que todo parte de la lectura que hace Hegel de la heroína trágica, identificando en la joven hermana de Polinices la personificación de la ley divina que responde a las razones del uso, de la ética, de la familia y del corazón, y en el tirano Creonte la ley humana que en cambio representa la norma del Estado, de la sociedad. Es, pues, como si Hegel dijera que el principio femenino preside lo doméstico y el masculino se desenvuelve en lo público. Así Lonzi: “La mujer no supera el estadio de la subjetividad: reconociéndose en los parientes y en la parentela permanece inmediatamente universal, carece de los requisitos previos para separarse del ethos de la familia y alcanzar la fuerza autoconsciente de la universalidad por la que el hombre se convierte en ciudadano. Esa condición femenina que es fruto de la opresión es señalada por Hegel como el motivo de la opresión misma [...]. En el principio femenino Hegel sitúa el a-priori de una pasividad en la que se anula la evidencia de la dominación masculina. La autoridad patriarcal ha mantenido sometida a la mujer, y el único valor que se le reconoce es el de haberse adaptado a ella como a su propia naturaleza”.
LaAntígona de Diotti se inspira directamente, según confesión del propio pintor, en la tragedia de Alfieri, que, aunque precede en unos veinte años a la lectura que hace Hegel del personaje sofocleano, parece más moderna y también más compleja, ya que en el drama de Alfieri no sólo hay un enfrentamiento entre dos esquemas de valores opuestos: en la escena del enfrentamiento entre los dos protagonistas, Antígona se opone a Creonte no como una heroína inquebrantable que defiende sus propias razones hasta las últimas consecuencias, y por tanto como un sujeto pasivo que al principio se deja llevar únicamente por su propia misión predeterminada, para luego aceptar su destino como mujer que se desenvuelve esencialmente en el marco de las pocas prerrogativas que la sociedad que la sociedad le concede, sino como una mujer que cuestiona la autoridad del varón porque se basa únicamente en su propio beneficio personal (“¿Qué nombres tienes tú de los dioses? Tu, ch’altro Dio non hai che l’util tuo, per cui se’ presto ad immolar e amici, e figli, e fama, se pur n’avessi”) y porque es el resultado de acciones criminales encaminadas únicamente a la conservación del poder. La tragedia de Alfieri encuentra entonces motivos para una mayor complejidad en el personaje de Hemón, el hijo de Creonte, que como joven que debe someterse a la autoridad paterna (y se erige así en simpatizante natural de las reivindicaciones femeninas: contra “la autoridad paterna”, escribe Lonzi en Escupitajo sobre Hegel, “se ha creado la alianza entre la mujer y el joven”), acaba moviéndose en contra de su propio padre, aunque cuando ya es demasiado tarde: es el prometido de Antígona, quien, sin embargo, rechaza el matrimonio en el momento en que Alfieri inventa la escena de la posibilidad que le ofrece Creonte (o la muerte por desobedecer una de sus leyes, o el matrimonio con su hijo). De nuevo Lonzi: “en la angustia de la inserción social, el joven esconde un conflicto con el modelo patriarcal. Este conflicto se revela en las instancias anárquicas en las que se expresa un no global, sin alternativas: la virilidad se niega a ser paternalista, chantajista. Pero sin la presencia de su aliada histórica, la mujer, la experiencia anarquista del joven es vaga”.
Es significativo que Diotti, en su cuadro, eligiera el momento de la despedida entre Antígona y su cuñada Argia, esposa de Polinices y personaje que Alfieri toma de la Tebaida de Stazio, y un símbolo más de la instrumentalización de las leyes por parte de Creonte, ya que por el mismo delito Antígona es condenada a muerte (su existencia suponía un riesgo para el trono del tirano), mientras que Argia, extranjera, es condenada al exilio. Mujeres, por tanto, que sufren las nefastas consecuencias de una autoridad masculina, que a su vez sucumbirá a la maldad de sus propios actos.
¿Diotti y Alfieri feministas o protofeministas, entonces? No, qué inmenso disparate: Alfieri es simplemente un intérprete de la Antígona de Sófocles más moderno que Hegel, mientras que Diotti es simplemente un traductor a través de imágenes de uno de los momentos de la tragedia de Alfieri, elegido quizá porque es más apto para suscitar las emociones del público de mediados del siglo XIX. Sin embargo, son útiles para desvelar otros significados en la complejidad, y sirven para acompañar la lectura de un ensayo, el de Carla Lonzi, que hoy se erige en antídoto contra las vulgares degradaciones del debate en torno a una cuestión que no puede sino ser apoyada por un varón que desea permanecer en la órbita de la civilización. “No hay meta, hay presente. Somos el pasado oscuro del mundo, nos damos cuenta del presente”: así concluía Carla Lonzi su escrito.
Advertencia: la traducción al español del artículo original en italiano se ha realizado mediante herramientas automáticas. Nos comprometemos a revisar todos los artículos, pero no garantizamos la ausencia total de imprecisiones en la traducción debidas al programa. Puede encontrar el original haciendo clic en el botón ITA. Si encuentra algún error, por favor contáctenos.