Roma, Metro A se convierte en galería de arte para sensibilizar. ¿Tendrá éxito?


Mind the Earth" es el título del proyecto que transforma el metro A de Roma en una galería de arte para concienciar sobre temas relacionados con el planeta y nuestro papel en el ecosistema global. Pero, ¿puede el reto de utilizar el arte de este modo tener éxito en una sociedad cada vez más alienada?

A partir del 7 de mayo de 2024 y durante cinco meses, los pasajeros del Metro A de Roma se encontrarán dentro de una galería de arte itinerante. Mind The Earth es una iniciativa innovadora, promovida por la organización sin ánimo de lucro Yourban 2030 e inspirada en los objetivos de la Agenda 2030, que pretende sensibilizar al público sobre cuestiones de sostenibilidad medioambiental a través del arte contemporáneo.

Un viaje multisensorial por el interior del metro naranja compuesto por imágenes, sonidos y palabras de los artistas del IRAE. Comisariados por Angelo Cricchi y Valeria Ribaldi, los vagones del metro cambian de forma, transformándose en una realidad surrealista poblada por multitud de obras: Los paisajes abandonados de Nicola Bertellotti, los paisajes post-atómicos de Giacomo Costa, los macromundos botánicos de Michele Guido, las ballenas minke en las canteras de Matteo Basilè, las pobres criaturas de Angelo Cricchi, los animalitos de los abismos de Wu Yung Sen, las fabulosas plantas de Agostino Iacurci y las cartas del tarot gastronómico de Shinya Masuda. Pero eso no es todo: junto a las obras visuales, se puede ver un código QR que permite escuchar el álbum Abissirae , de Marco Del Bene, que consigue dar voz a los abismos.



El proyecto Mind the Earth. Foto: Yourban 2030
El proyecto Mind the Earth. Foto: Yourban 2030
El proyecto Mind the Earth. Foto: Yourban 2030
El proyecto Mind the Earth. Foto: Yourban 2030
El proyecto Mind the Earth. Foto: Yourban 2030
El proyecto Mind the Earth. Foto: Yourban 2030
El proyecto Mind the Earth. Foto: Yourban 2030
El proyecto Mind the Earth. Foto: Yourban 2030

La intención del proyecto Mind The Earth, que toma prestado el juego de palabras de la advertencia del metro de Londres “mind the gap”, parece ser contar una historia e invitar a la reflexión sobre el estado actual del Planeta Tierra y nuestro papel dentro del ecosistema global. Una operación de orientación social que utiliza formas de vida social como medio para acercar el arte a la vida cotidiana, una exposición generalizada con una noble intención que, sin embargo, no convence del todo. En términos de utilidad y oportunidad, el proyecto se presenta como una excelente ocasión para la interacción entre el público y el arte, una relación no siempre buscada por la mayoría de los no “iniciados”. También cumple con éxito su intención de ofrecer al gran público un relato crítico sobre el estado de nuestro planeta a través de numerosas aportaciones artísticas que, al destacarse en un espacio público, no pueden sino provocar una fuerte reacción. Obras que, sin duda, nos estimulan a elevar la mirada más allá del horizonte de lo ordinario, que nos instan a ir más allá de una visión única, pero que, sin embargo, parecen quedarse cortas en su intención de concienciar sobre los problemas medioambientales. ¿Por qué?

En los últimos años, el arte en el contexto público ha ampliado su significado, convirtiéndose en un signo capaz de contribuir a la regeneración urbana y a la creación de un "espacio relacional“. Los artistas han empezado a considerar el contexto social y urbano como parte integrante de sus proyectos, convirtiéndolo en un nuevo espacio de acción para implicar al público de forma más directa e incisiva. Pero el público ya no es el elegido, sino que se ha convertido en el nuevo mecenas, lo que inevitablemente ha influido en el planteamiento de los artistas hacia nuevos horizontes. El ”hacer arte" sólo ha cobrado sentido si se concibe y se asocia al lugar de realización, un lugar vivo animado por la vida social que induce necesariamente a la búsqueda de nuevos modos de comunicación, así como de lenguajes.

Entonces, si el arte se convierte en un momento de reflexión, ¿puede enviar señales para recomponer lo que se ha fragmentado socialmente? ¿Pueden las intervenciones artísticas, insertadas en contextos sociales y urbanos difíciles y fragmentados, junto con los habitantes, esbozar perspectivas comunes capaces de introducir cambios en los procesos urbanos y humanos, o se quedan sólo en buenas prácticas sin resultados concretos, debido también a los riesgos de superficialidad relacionados con la brevedad del intercambio establecido con los habitantes? En una sociedad cada vez más alienada como la nuestra, con un bombardeo mediático constante, transformar el lenguaje del artista en un mensaje ético, de aliento colectivo, capaz de transmitir la idea de que todos somos partícipes y responsables de nuestro futuro y el de las generaciones venideras, no es un gesto menor. Sin embargo, asistimos cada vez más a una proliferación de experiencias que, aunque etiquetadas como arte, son en realidad expresiones de un “activismo temporal” con habilidades a menudo improvisadas que, en la mayoría de los casos, producen resultados carentes de significado concreto.

El proyecto Mind the Earth. Foto: Yourban 2030
El proyecto Mind the Earth. Foto: Yourban 2030
El proyecto Mind the Earth. Foto: Yourban 2030
El proyecto Mind the Earth. Foto: Yourban 2030
El proyecto Mind the Earth. Foto: Yourban 2030
El proyecto Mind the Earth. Foto: Yourban 2030

Las nuevas prácticas artísticas relacionadas con la realidad urbana reflejan a menudo la ambivalencia del arte contemporáneo, que hoy se encuentra en una condición paradójica: por un lado, está cerrado dentro del sistema del arte; por otro, está abierto al mundo real. El arte proyecta su sombra sobre la realidad, corriendo el riesgo de reducir sus temas a mero espectáculo o pura estetización; al mismo tiempo, la realidad corre el riesgo de abarcar y asfixiar la práctica artística.

Mientras no consigamos superar esta tendencia autorreferencial, el riesgo de reducir la experiencia cultural y artística a un mero espacio atractivo seguirá siendo siempre muy alto. Y una pregunta seguirá sin respuesta: ¿qué significa realmente hoy entrelazar arte y espacios urbanos?


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