Renzi, Franceschini y Madia: ¿desguace del patrimonio cultural? Hacia el desmantelamiento de las superintendencias


Con el decreto Madia, las superintendencias podrían fusionarse en la prefectura: esto podría suponer un duro golpe para la protección de nuestro patrimonio.

Como en 2014, también este año, en pleno verano, los enemigos del patrimonio cultural empiezan a engrasar las ruedas de su máquina. En 2014, de nuevo en julio, evidentemente aprovechando el ambiente estival, la proximidad de las vacaciones y la consiguiente desatención de muchos, habían parido la malísima reforma del MiBACT, de la que hemos hablado largo y tendido en estas páginas. Una reforma que iniciaba el desmantelamiento de las superintendencias tal y como las habíamos conocido hasta entonces, mediante la creación de comisiones regionales de patrimonio cultural (Art. 39 del Decreto del Primer Ministro) que dio el pistoletazo de salida oficial a la reforma), que de hecho soslayaban a las superintendencias en muchas tareas, la creación de polos museísticos regionales, y otras medidas como la fusión y supresión de varias superintendencias: por ejemplo, Arezzo se ha fusionado con Siena y Grosseto, y de nuevo las dos superintendencias calabresas, la de Catanzaro, Crotone y Cosenza, y la de Reggio Calabria-Vibo Valentia, se han suprimido y se ha creado una única superintendencia regional, y prácticamente en todas partes las superintendencias del patrimonio arquitectónico se han fusionado con las del patrimonio histórico-artístico. En resumen: menos instituciones, con tareas más confusas, pero con menos competencias. Y no olvidemos la última entrega de la reforma, el inútil concurso para el nombramiento de los directores de los veinte museos autonómicos.

La reforma del MiBACT, a todos los efectos, ha allanado el camino a los últimos golpes que se podían infligir a la protección de nuestro patrimonio cultural y de nuestro paisaje, a despecho de todas las proclamas sobre el arte y la cultura de nuestros políticos que, de palabra, dicen ser adalides del arte, pero en los hechos muestran o el más absoluto desinterés o el más grosero oportunismo y, por tanto, pretenden que la labor de quienes de verdad protegen nuestro patrimonio se desarrolle cada vez con mayores dificultades. Todo ello, ahora, en nombre de laeficacia. Que parece no ser más que una excusa, también decididamente débil y poco sólida, para encubrir otros intereses: y para entender cuáles podrían ser estos intereses, basta con pensar en los continuos eslóganes del Primer Ministro (“Los Uffizi son una máquina de dinero”, “Superintendente es una de las palabras más feas del vocabulario”, “Para valorizar la cultura, menos superintendencias borbónicas, más vitalidad”, por citar sólo algunos).



Renzi, Franceschini e Madia
Renzi, Franceschini y Madia. Las dos primeras imágenes son de VVox.it, la tercera de Francesco Pierantoni. Las tres se distribuyen bajo licencia Creative Commons.

¿Realmente queremos aparatos estatales eficientes? Eliminar el despilfarro y el gasto improductivo e inútil, e invertir en formación, rotación y nuevas contrataciones: las superintendencias adolecen de una falta crónica de personal, y el que queda tiene una media de edad elevada, por lo que a menudo no es apto para afrontar muchos de los retos que el futuro plantea a la cultura (uno de ellos, sobre todo: la relación entre cultura y digital). Y en cambio, el Gobierno, para hacer más eficientes los aparatos del Estado, decide privarlos de competencias fundamentales, reducir su ámbito de intervención, subordinarlos a otras instituciones que pueden no tener competencia para decidir sobre sus propios asuntos, pero que están en condiciones de hacerlo en virtud de su nivel en la estructura organizativa del Estado.

En los últimos días habíamos hablado del decreto Madia, que pretende reformar la administración pública, y en particular habíamos hablado del artículo 3, que introduce el silencio de consentimiento en las relaciones entre las administraciones estatales: si un administrador público, obligado a responder a una solicitud, no lo hace en un plazo preestablecido, la solicitud se considerará automáticamente aceptada. Ya habíamos mencionado el peligro de esta medida, por lo que les remitimos alartículo en el que hablamos de ella.

Pero el decreto Madia también contiene otras sorpresas, igualmente insidiosas: hay un artículo, el 7, que en su apartado 1c prevé la “confluencia en la Oficina Territorial del Estado de todas las oficinas periféricas de las administraciones civiles del Estado”. La Oficina Territorialdel Estado no sería otra que la Prefectura, que adoptará esta nueva denominación tras la reforma. De ello se desprende que, dado que la superintendencia es una “oficina periférica de las administraciones civiles del Estado”, todas las superintendencias podrán fusionarse con las prefecturas y, por tanto, depender de los prefectos. Sobre los riesgos de esta confluencia, Tomaso Montanari escribía bien hace unos días en Repubblica: las superintendencias no son las oficinas donde trabajan “los que rompen las cajas a los que deciden abrir una ventana en el tejado”, sino que son los institutos que “se oponen a las especulaciones que siguen ahogándonos en cemento”. El verdadero riesgo podría consistir, como señala Montanari, en la subordinación del superintendente al prefecto, con todo lo que ello podría suponer en términos de decisiones y competencias. La Cámara de Diputados, sin embargo, ha aprobado una orden del día que “compromete al Gobierno a disponer que las funciones directas de protección, conservación, valorización y disfrute del patrimonio cultural previstas por el Código del Patrimonio Cultural (Decreto Legislativo nº 42 de 22 de enero de 2004), sigan siendo competencia exclusiva y autónoma de la administración encargada de la protección del patrimonio cultural”. No se sabe cómo: por lo tanto, esperamos acontecimientos, pero ciertamente hay motivos de preocupación.

Tanto es así que ayer se lanzó un llamamiento a Dario Franceschini, firmado por varias personalidades destacadas de nuestra cultura (entre otros, el ex ministro Massimo Bray), para pedir al ministro que vigile las posibles violaciones del artículo 9 de la Constitución. En efecto, subordinar la superintendencia a la prefectura podría constituir un caso para hablar de violación del artículo. Nosotros, sin embargo, albergamos algunas pequeñas perplejidades sobre el éxito del llamamiento: si el ataque a la superintendencia ha partido de una reforma que ha sido un poco el caballo de batalla de Franceschini, las esperanzas se ven de hecho reducidas. Aunque no están del todo perdidas, ya que Franceschini ha mostrado, no obstante, sensatez en el tema del silencio de consentimiento, por lo que esperamos que pueda responder positivamente al recurso. El hecho es que las reformas firmadas por Franceschini y Madia (incluso si son en todos los aspectos productos fuertemente deseados por Renzi) constituyen el punto de partida para el desguace de nuestro patrimonio cultural: todavía podemos oponernos al desmantelamiento definitivo de las superintendencias y al consiguiente fin del sistema de protección del patrimonio tal y como lo hemos conocido hasta ahora, pero debemos mostrar una fuerte pasión a la hora de criticar la acción del gobierno.


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