¿Qué ocurre si una gran fundación decide renunciar a todos sus voluntarios a la vez?


¿Qué pasaría si una gran fundación decidiera de repente renunciar a todos sus voluntarios? Ocurrió en el Reino Unido y es uno de los principales temas de debate al otro lado del Canal de la Mancha.

La noticia ha escapado a Italia, pero lleva dando que hablar en el Reino Unido al menos tres meses: el ArtFund, una importante organización que trabaja en el sector del patrimonio cultural (su misión principal es recaudar fondos para donarlos a museos públicos para la compra de obras), anunció a principios de este año que prescindirá de todos sus voluntarios para 2020. En la actualidad, el Fondo de Arte cuenta con casi quinientos voluntarios, divididos en unos cincuenta comités locales: su función esorganizar actos para recaudar fondos. El Fondo de Arte ha justificado la decisión basándose en que, en relación con el esfuerzo económico que supone mantener todo el aparato de voluntarios, los resultados en términos económicos son modestos: los comités garantizarían apenas cien mil libras, de un total de unos siete millones que el Fondo de Arte recauda cada año (y la previsión es llegar a diez en 2020). Sin embargo, también hay fuertes discusiones sobre la cifra, ya que el último informe disponible, que data de 2017, afirmaba que los comités de voluntarios habían recaudado la suma de 354.000 libras en un año (es probable que el malentendido radique en cierta confusión entre cifras netas y brutas). En cualquier caso, la intención del Art Fund es invertir en la formación de jóvenes profesionales para los museos el dinero que antes se destinaba a mantener el vasto aparato de voluntarios, activo en todo el país.

A primera vista, podría parecer una opción que premia el trabajo duro en detrimento de la improvisación, ya que para ser voluntario no se requiere ninguna habilidad o conocimiento especial o en profundidad. Pero la decisión provocó reacciones mayoritariamente negativas, y no sólo porque surgió de la nada y sin explicaciones detalladas por parte del Fondo de Arte (muy a pesar de los voluntarios, que se sintieron desplazados y expresaron su gran decepción por haber sido abandonados de la noche a la mañana, sin haber participado en la decisión y sin que, al parecer, se hayan previsto planes alternativos), sino también porque la dimisión de todos los voluntarios, de un día para otro, y no de forma gradual, podría tener graves repercusiones, como señalan muchos analistas en las publicaciones especializadas. Por lo tanto, es interesante analizar más a fondo las implicaciones de esta elección, porque la relación entre patrimonio cultural y voluntariado es uno de los principales temas de debate también en Italia, aunque la naturaleza de este vínculo en nuestro país es profundamente diferente (en Inglaterra, por ejemplo, el voluntariado es muy sentido, mueve figuras decididamente importantes y está mejor equilibrado que en Italia: considérese, a modo de ejemplo, que mientras en Italia la FAI emplea aproximadamente a un empleado por cada treinta voluntarios, en Inglaterra el National Trust, es decir, la Fundación en la que se inspira la FAI, tiene una proporción de aproximadamente un empleado por cada diez voluntarios).



Valerius Castello, Tobías curando a su padre Ciro (c. 1645-1659; óleo sobre lienzo; Kingston upon Hull, Ferens Art Gallery). La obra fue adquirida por la galería de Yorkshire con fondos del Art Fund
Valerio Castello, Tobías curando a su padre Cyden (c. 1645-1659; óleo sobre lienzo; Kingston upon Hull, Ferens Art Gallery). La obra fue adquirida por la galería de Yorkshire con fondos del Art Fund

En The Art Newspaper, el periodista Bendor Grosvenor estima que la decisión podría causar enormes perjuicios: desprenderse de golpe de una red de voluntarios significa (además de perder miembros potenciales y donantes que podrían haber encontrado en la presencia de voluntarios un valor añadido) desmoralizar a varios grupos de entusiastas que apoyan a los museos británicos porque creen firmemente en lo que hacen, porque consideran que su contribución es esencial para el área local (los voluntarios del Fondo de Arte animan importantes comunidades locales en torno a los museos periféricos), y porque con ello han cerrado un canal cultural de cierta importancia (en Inglaterra existe un deseo muy fuerte de contribuir a los museos, especialmente si esa contribución se realiza a través de la adquisición de obras de arte). Son muchos los que observan que el cierre repentino de ese canal puede significar también la eliminación de un importante pegamento entre los museos y la sociedad: no se trata, por tanto, sólo de una cuestión de relaciones laborales, sino también de cómo se puede utilizar a los voluntarios “para marcar la diferencia con los que te rodean”, en palabras de Piotr Bienkowski, profesor emérito de museología de la Universidad de Manchester, que habló sobre el tema.

Se trata, en esencia, de situar al voluntariado en el lugar que debe ocupar. En estas páginas hemos denunciado a menudo situaciones límite en las que se ha utilizado la noble institución del voluntariado para encubrir fallos del sistema. Y huelga decir que esa no es la solución: entre otras cosas porque los voluntarios, por la propia naturaleza de su actividad y disponibilidad, son difíciles de formar y organizar. Sin embargo, no se puede negar, como señala el columnista de The Guardian Simon Jenkins (que ha enmarcado bien el problema), que a pesar de sus eventuales distorsiones, el voluntariado consigue situarse en un territorio impreciso pero fértil entre las instituciones y el público. “Los comités del Fondo de Arte”, escribió Jenkins en Apollo Magazine, “puede que hayan tenido poco rendimiento monetario para la organización. Pero han formado una red de grupos activos, implicados no sólo en actividades de recaudación de fondos, sino también en la organización de visitas, conferencias y actividades culturales” (una de las especificidades de los comités del Fondo de Arte es, de hecho, su capacidad para organizar reuniones frecuentes y participativas con expertos en la materia que se celebran por todo el país). Como si fueran Fondos de Arte en miniatura.

En otras palabras, cómo conciliar armoniosamente las necesidades de los profesionales del sector con las de quienes simplemente quieren echar una mano y contribuir a la causa, sin invadir el terreno de quienes han elegido el patrimonio cultural como profesión. En el Reino Unido, la pregunta es si todavía hay sitio para los voluntarios en nuestro campo: la respuesta sólo puede ser afirmativa (también porque, ahora mismo, tanto en Inglaterra como en Italia, si de repente todos los voluntarios de los dos países dejaran de trabajar, muchos museos, bibliotecas y archivos tendrían que cerrar), pero es necesario un debate sobre cómo canalizar la pasión de quienes quieren ponerse al servicio de la cultura de la mejor manera posible y sin forzarla.


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