Primavera de Europa y patrimonio público: respuesta al Vicepresidente de la FAI


Respuesta de Federico Giannini a la carta abierta enviada por el Vicepresidente de la FAI, Marco Magnifico, en respuesta al artículo publicado el martes en Finestre sull'Arte.

Estimado Vicepresidente Magnifico

Me entero, por la revista Emergenza Cultura, de su respuesta al artículo con el que intenté poner de relieve la triste realidad que se esconde tras el relato festivo de las Jornadas de Primavera de la FAI. Tengo que decir que estoy encantado con su respuesta, porque denota voluntad de diálogo y apertura, dos cualidades indispensables para alimentar un debate sano que tenga como objetivo intentar resolver los problemas que aquejan a nuestro patrimonio cultural. Y también me alegra ver la voluntad de tener en cuenta, en la futura comunicación del evento, el hecho de que los tonos triunfalistas a veces se nos van de las manos: el redactor está convencido de que, más que triunfalismos, hacen falta debates. Incluso duros, si es necesario, pero siempre basados en el respeto mutuo y centrados en los puntos reales de las cuestiones.



Sin embargo, me gustaría subrayar que nuestras posiciones siguen siendo distantes, por varias razones. Es cierto que las Jornadas de Primavera de la FAI se han convertido en una espléndida manifestación colectiva de interés y amor por el patrimonio cultural, aunque me resulta casi imposible, y a muchos otros también, creer que el patrimonio sea un “elemento central de la identidad nacional”: Creo que el futuro, derribando fronteras y barreras y superando las diferencias nacionales pero no las individuales, puede transformar las identidades nacionales en cosmopolitas, y en este lento proceso el patrimonio cultural puede representar un momento de participación en la vida de la propia comunidad, una palanca para fomentar la integración y el diálogo, una oportunidad de encuentro entre generaciones, un medio para hacer crecer nuestro sentido cívico, en definitiva un elemento para construir un mañana mejor. Y construir un mañana mejor presupone una actitud activa, frente a la necesaria pasividad a la que aboca la complacencia de la propia identidad nacional.

Paisaje
Crédito de la foto Matteo Vannacci

Dicho esto, nunca he escrito ni pensado que la FAI considere las Jornadas de Primavera “un modelo para resolver la dramática cuestión de la falta de personal y de financiación que el Estado dedica a la valorización”. Me he limitado a señalar cómo, en los últimos años, el ministro Franceschini y el subsecretario Borletti Buitoni han observado con interés el modelo de las Jornadas de Primavera, que han sido definidas por el propio ministro como “la demostración de cómo lo público y lo privado juntos pueden realizar una labor realmente importante de valorización y protección del patrimonio cultural” (y, a la luz de lo que usted escribe, me entristece saber que “numerosas administraciones municipales” le están pidiendo “que identifique destinos en sus pueblos y monumentos para incluirlos en las Jornadas de Primavera de la FAI”: Sinceramente, si un municipio decide dirigirse a usted en lugar de al ministerio o a un organismo público, aferrándose además a un evento de sólo dos días de duración tal vez para promocionar un sitio o un lugar cultural, evidentemente significa que algo falla). Y si las Jornadas FAI deben considerarse una forma de denuncia proactiva, como usted ha señalado, me temo que el alcance de esta denuncia es cuando menos susceptible de ser malinterpretado, ya que el propio ministro ha expresado su voluntad de “seguir apoyando su labor en todo lo posible”: ¿y cómo puede el destinatario de una protesta expresar su intención de “seguir apoyando” la propia protesta? Sería un poco como si un industrial respondiera a una huelga de sus trabajadores afirmando que quiere garantizarles los medios para seguir protestando. Por lo tanto, no creo que sea descabellado considerar que el mensaje de las Jornadas FAI pueda parecer equívoco: el resultado, tal vez, de una comunicación que se centra, como observas, más en el momento de la celebración que en el de la denuncia.

Nadie duda, por otra parte, de que la actividad de los “Aprendices de Guías Turísticos” representa “una formidable experiencia formativa” que pone a los jóvenes “frente a la responsabilidad de narrar algunos de los monumentos de su ciudad” (aunque me cueste entender por qué comentas que esta actividad consigue distraerles de las tabletas: los modernos dispositivos electrónicos son magníficas herramientas de estudio y profundización, y estoy en contra de su demonización). Sin embargo, no puedo dejar de subrayar que a los jóvenes ciceroni, según la página web de la FAI, se les encomienda la tarea de ilustrar un bien artístico o natural de su zona “a un público de adultos o de compañeros”, “incluso dentro de las propiedades de la FAI, donde los estudiantes deberán recibir a los visitantes y acompañarles a descubrir el lugar, proporcionando información sobre su historia, arte, tradiciones e ilustrando el paisaje que lo enmarca”. Todas estas tareas(acogida, acompañamiento, visitas guiadas) son extremadamente delicadas, requieren competencias específicas y, en el caso del acompañamiento y las visitas guiadas, también cualificaciones profesionales especiales, que se obtienen mediante exámenes al final de cursos de estudio detallados y precisos. Entonces, ¿no puede haber otras formas de emplear a los voluntariosos escolares, a quienes se debe todo nuestro reconocimiento por su pasión e interés? ¿Por qué miles de escolares, entonces en plena formación, deben asumir tareas difíciles, que requieren competencias sectoriales, que presuponen años de estudio y conocimientos profundos? Les digo la verdad: jamás se me ocurriría emplear, en la revista que dirijo, a un chico de instituto para escribir artículos que serán leídos por un público adulto. Podría, si acaso, considerar la idea de poner en marcha con él un camino que le condujera a un conocimiento más detallado del trabajo del periodista, que le hiciera tomar conciencia de lo que supone realizar un determinado trabajo, y que tal vez le ayudara a desarrollar una pasión: no se excluye, desde luego, que el chico pueda producir contenidos, pero estos contenidos no sustituirían nunca, evidentemente, el trabajo de un profesional. Usted afirma que una visita dirigida por un “aprendiz de cicerone” no es un sustituto: yo, francamente, no sabría definir de otro modo una experiencia en la que un público adulto es guiado por un chico de instituto en lugar de por un guía profesional.

Por último, permítame afirmar que los logros del Ministerio en los últimos años distan mucho de ser incontestables, como usted afirma en su carta: desde hace tiempo somos observadores atentos de todos los datos patrimoniales que aparecen en estas páginas. Merece la pena mencionar cómo, en los dos últimos años, la media de visitantes a los museos pequeños ha descendido, mientras que la media de visitantes a los museos más grandes ha aumentado: una señal de que el ministerio se ha centrado más en los grandes nombres que en el patrimonio pequeño y extendido, y la escasez de personal que sigue aquejando a muchos museos es la demostración más evidente de ello. Y son problemas que empiezan a afectar también a los museos más grandes: tomemos el ejemplo de la Galería Nacional del Palacio Spinola de Génova, un lugar maravilloso que conozco muy bien, dada su proximidad geográfica, un museo que forma parte de un centro dirigido por una de las mejores directoras que tenemos en Italia, Serena Bertolucci, y donde trabajan profesionales competentes y bien preparados, animados por una pasión sin límites. Y sin embargo, debido a la falta de volumen de negocio, este museo, uno de los más importantes del norte de Italia, se ha visto obligado a mantener sus puertas cerradas los domingos durante las últimas semanas, y no se sabe cuándo volverán a abrir para los visitantes que deseen pasar el día festivo entre las paredes de esta importantísima institución.

Reitero mi aprecio y admiración por la labor que con tanto esmero lleva a cabo la FAI, entre otras cosas porque es cierto, como usted bien afirma, que su fundación emplea a doscientas cincuenta personas y guías profesionales de forma permanente, y también es cierto que al destinar fondos a la recuperación de bienes en peligro, activa aún más el trabajo cualificado que realizan historiadores del arte, arquitectos y arqueólogos. Mi primer artículo iba dirigido contra la desatención del ministerio a la cuestión del trabajo: y a las preguntas en torno a esta cuestión, el ministerio nunca ha dado respuestas satisfactorias en los últimos tiempos. Las Jornadas de Primavera de la FAI, y su empleo de voluntarios, han servido de caja de resonancia: veo, sin embargo, que está usted de acuerdo conmigo en que la precariedad es un problema que “aqueja a un número impresionante de jóvenes y no tan jóvenes que pretenden dedicar su actividad profesional al patrimonio cultural”. Trabajemos, pues, para que el futuro depare perspectivas más halagüeñas a quienes han decidido dedicar su vida a la cultura y el patrimonio. Presionemos a la política para que dé respuestas precisas a las numerosas preguntas que le plantean los jóvenes. Pretendemos obtener del ministerio una línea precisa, una visión de futuro, programas a largo plazo. Nuestro patrimonio y nuestro futuro están en juego.

Con estima,
Federico Giannini


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