Por qué necesitamos artistas en política


¿Por qué necesitamos artistas en política y por qué la sociedad necesita artistas? Una reflexión de Hans Ulrich Obrist.

Este artículo, publicado originalmente en Artsy, inédito en Italia y traducido por nosotros con la amable autorización de la autora, está dedicado a la memoria de Barbara Steveni, cofundadora del grupo APG, fallecida el 26 de febrero.

No fue una campaña electoral presidencial clásica. No hubo banderas, ni podio, ni gorras de béisbol con las palabras “Make Cuba Great Again”. La artista cubana Tania Bruguera, sentada en una silla de oficina en una habitación vacía, hablaba conmigo por videoconferencia durante una reunión en la Cumbre Tiempo Creativo en octubre de 2016, cuando dijo que se presentaría a las elecciones presidenciales de Cuba en 2018.



Si alguna vez hubo un momento en el que el mundo necesitó a los artistas, ese momento es ahora. La sociedad necesita sus ideas radicales, sus visiones, sus perspectivas. Me remonto al artista, educador y provocador británico John Latham (Livingstone, 1921 - Londres, 2006), que dedicó su vida a la creación de una visión del mundo capaz de unir la ciencia con las humanidades.

Latham creía que sólo podían cambiar el mundo quienes estuvieran dispuestos y fueran capaces de concebir la realidad de forma holística e intuitiva. Y el individuo mejor preparado para hacerlo, sugería Latham, es el artista. Y con este fin, Latham fue uno de los fundadores del Artist Placement Group (APG), junto con Barbara Steveni, Jeffrey Shaw, David Hall, Anna Ridley y Barry Flanagan: se trataba de una iniciativa para ampliar el alcance del arte y los artistas en la sociedad.

El desdén de Latham por las fronteras entre distintas disciplinas se sustentaba en la “teoría del tiempo plano”, una forma filosófica de concebir el tiempo que desarrolló a lo largo de su vida. Esta teoría proponía orientarnos hacia una cosmología basada en el tiempo (que consistiría en alinear las estructuras sociales, económicas, políticas y estéticas como una secuencia de acontecimientos mediante el registro de sus patrones cognitivos), abandonando nuestra habitual cosmovisión sensorial y espacial. Creyendo que el conocimiento lineal y acumulativo del espacio y la historia era una farsa, Latham propuso una “estructura de acontecimientos” que reconfigura radicalmente la realidad, permitiendo una comprensión del universo que abarca simultáneamente todas las disciplinas.

Conocí por primera vez la brillantez de la obra de Latham cuando Douglas Gordon me llevó en persona a la Flat Time House, lo que entonces era la residencia de Latham en Peckham, al sureste de Londres, en 1994. Gordon tenía muchas ganas de conocerlo y, de hecho, la grabación de aquella visita (que se encuentra en mis archivos) comienza con Gordon y yo en un taxi, camino de encontrarnos con Latham.

John Latham, Five sisters (1976), expuesta en la exposición A World View: John Latham (Londres, Serpentine Gallery, del 1 de marzo al 21 de mayo de 2017). Ph. Crédito Luke Hayes. Cortesía Serpentine Gallery
John Latham, Five sisters (1976), expuesta en la exposición A World View: John Latham (Londres, Serpentine Gallery, del 1 de marzo al 21 de mayo de 2017). Ph. Crédito Luke Hayes. Cortesía de Serpentine Gallery

Mientras hablábamos, Gordon explicó cómo le había influido la descripción de Latham de la “Persona Incidental”, una figura cuyo papel en la sociedad sería desarrollar nuevas formas de pensar, y que apoyaría la misión de la GPA de situar a los artistas en puestos clave de la sociedad. Five Sisters es una obra que realizó en colaboración con Richard Hamilton y Rita Donagh: su intención era documentar la residencia de la GPA en la Oficina Escocesa, que había declarado monumento (o, mejor dicho, antimonumento) cinco grandes depósitos de residuos de minas de carbón. Latham propuso que esos depósitos fueran protegidos como monumentos y, de hecho, que se les concediera la categoría de bienes culturales. Con motivo de la exposición de John Latham en las Serpentine Galleries, habíamos reactivado la APG e invitado al artista Pedro Reyes a dialogar con distintos departamentos del Ayuntamiento de Londres.

A Gordon le fascinaba la idea de que las fronteras y las pautas sociales eran fluidas, y que “ninguno de nosotros está particularmente atado al tiempo o al espacio en que nos encontramos”. Es una idea radical, porque demuestra que el cambio es posible y que puede producirse de repente.

Por su legado radical, Latham puede considerarse un protoartista de nuestro presente: creía que el artista desempeña un papel específico en la sociedad, el de construir un espacio libre en el que puedan explorarse ideas radicales.

En este sentido, la obra de Latham está muy próxima a la de Joseph Beuys. Beuys estaba igualmente comprometido con la democratización del arte: declaró célebremente que “todo el mundo es un artista”, y nos enseñó que el arte, como la política, es algo en lo que todos participamos. La “definición ampliada del arte” de Beuys incluía la idea de la escultura social como Gesamtkunstwerk, para la que reivindicaba un papel creativo y participativo que pudiera moldear la sociedad y la política. Como en el caso de Latham, la trayectoria de Beuys estuvo acompañada de apasionadas, y a veces incluso enconadas, discusiones públicas. Beuys convirtió su vida y su obra en un debate público permanente para discutir nuevas ideas radicales. Beuys demostró cómo el arte puede proporcionar a la sociedad el espacio que necesita para imaginar.

Joseph Beuys en la Documenta 7, 1982
Joseph Beuys en la Documenta 7, 1982

Y al igual que Latham, para Beuys sus conferencias, su activismo político y sus acciones abrieron ese “espacio agonístico” que la teórica política Chantal Mouffe ha identificado recientemente como vital para la práctica de la democracia. Mouffe sostiene que la democracia debe admitir la diferencia y la diversidad (que necesariamente conducen a un conflicto controlado), en lugar de buscar el consenso. Este enfoque “agonístico” pretende fomentar, en lugar de suprimir, el debate antagónico. Creo que puede relacionarse con las ideas de Edouard Glissant sobre homogeneidad, diversidad y globalización, que también fueron muy importantes para mi propio pensamiento. Debemos reconocer y fomentar las diferencias. Sólo cuando lo hacemos es posible crear una sociedad democrática.

Latham y Beuys, entre otros, nos enseñaron que el arte es un espacio en el que se pueden llevar a cabo verdaderos debates, y también nos enseñaron cómo esto puede traducirse en acción política. A lo largo de su vida, Beuys fundó o cofundó las siguientes organizaciones políticas: el Partido Estudiantil Alemán (1967), la Organización para la Democracia Directa a través del Referéndum (1971), la Universidad Internacional Libre para la Creatividad y la Investigación Interdisciplinarias (1974) y el más famoso Partido Verde Alemán (1980). Cuando era adolescente, me encontré con una conferencia de Beuys. Hablaba de “producción de realidad”, de escultura social, de fundar un Partido Verde. Llamó a la sociedad “estructura escultórica”, una estructura que tiene que curarse a sí misma. Habló de cómo el cambio es, por definición, una acción creativa, y de cómo cualquier política progresista necesita del pensamiento libre. En una sociedad que ha olvidado cómo pensar creativamente, el cambio es imposible. El arte, que nos enseña a pensar creativamente y a imaginar nuevas posibilidades, es esencial para la sociedad y la política.

Una vista de la exposición A World View: John Latham (Londres, Serpentine Gallery, del 1 de marzo al 21 de mayo de 2017). Foto. Crédito Luke Hayes. Cortesía Serpentine Gallery
Una vista de la exposición A World View: John Latham (Londres, Serpentine Gallery, del 1 de marzo al 21 de mayo de 2017). Foto. Crédito Luke Hayes. Cortesía de Serpentine Gallery

Muchos artistas de los últimos cincuenta años han hecho suya la visión de Beuys y Latham, que veían al artista como un actor social. Son intelectuales que se insertaron en los tejidos sociales y políticos de sus sociedades, y fueron capaces de concebir el arte como algo que tiene lugar dentro de la vida de la comunidad (y no fuera de ella).

El artista Bruce Conner, en 1967, se presentó como candidato a miembro de la Junta de Supervisores [una especie de consejo provincial, ed] de San Francisco. Su legendaria campaña, en la que su única declaración fue una oratoria sobre la luz, fue un recordatorio de que en una verdadera democracia todas las voces deben ser escuchadas, por muy alejadas que estén de la corriente dominante. También es interesante señalar que Conner, a pesar de ser un exponente de la contracultura, votó en todas las rondas electorales y fue muy crítico con sus amigos que no votaron. Su campaña dio una opción a quienes estaban descontentos con el statu quo. En este sentido, el arte puede ser un imán para una gran parte de nuestro electorado que no se siente representado por las opciones que se le presentan.

Anuncio de Tania Bruguera en octubre de 2016.

Edi Rama, el actual primer ministro de Albania, fue pintor antes que político, y mantuvo una estrecha amistad con la artista Anri Sala. Debemos considerar su programa en el contexto de la escultura social de Beuys. En su visión, el arte no está separado de la política, sino que la acompaña. Edi Rama está “repensando la democracia”, como me dijo Sala. Cuando Rama se convirtió en alcalde de Tirana, dijo que era “el trabajo más apasionante del mundo, porque me permite actuar y luchar por buenas causas todos los días”. Ser alcalde de Tirana es la forma más elevada de arte conceptual. Es arte puro“. Esta historia merece una valoración más amplia de la que puedo ofrecer en este breve texto, porque me parece fundamental para entender el tema ”arte contemporáneo y política".

Rama se ciñó a estas afirmaciones con su extraordinario “proyecto verde y limpio”. Haciéndose eco del famoso proyecto de los 7.000 robles que Beuys llevó a Documenta en 1980, Rama organizó la plantación de 1.800 árboles por toda la ciudad e introdujo casi 100.000 metros cuadrados de vegetación urbana. También ordenó pintar muchos edificios antiguos con lo que ahora se conoce como “los colores de Edi Rama”: un proyecto que se relata en la extraordinaria película de Sala Dammi i colori, un vídeo a medio camino entre el documental y la obra de arte. Eran formas muy baratas, eficaces y enormemente populares de mejorar el entorno urbano, y de cambiar el diálogo en torno a una ciudad que había tenido un pasado reciente muy problemático. Su visión de la relación entre arte y política puede resumirse en una cita suya que me parece muy inspiradora: “la cultura es la infraestructura, no la mera superficie”.

Según esta idea, el arte y la cultura no son un lujo, sino componentes absolutamente esenciales para el buen funcionamiento de una sociedad. El arte es comunicación, participación, interacción, y cualquier organización que no fomente estas relaciones está inevitablemente abocada al fracaso. Al hablar de pintar la ciudad de Tirana, Rama dijo que “las intervenciones en edificios no son intervenciones estéticas, sino un intento de reabrir la comunicación entre los ciudadanos, el entorno y las autoridades. Entrar en un proceso de transformación significa, en primer lugar, intentar establecer un sentido de pertenencia a la comunidad mediante la creación de signos”.

Tirana, los edificios pintados. Foto Créditos David Dufresne
Tirana, los edificios pintados. Foto Créditos David Dufresne

La idea del arte como infraestructura, como “escultura social”, fue desarrollada de forma ejemplar por Theaster Gates, cuya dilatada práctica artística incluye proyectos como la Rebuild Foundation, una organización sin ánimo de lucro que trata de introducir iniciativas para compartir espacios comunitarios y viviendas asequibles para los más desfavorecidos en su ciudad natal, Chicago. Ha transformado edificios abandonados en instituciones culturales como la Archie House, que alberga 14.000 libros de arquitectura de una biblioteca que cerró, o la Caja de Ahorros de Stony Island convertida en el Stony Island Arts Bank, una biblioteca que conserva, entre otras cosas, la colección de libros de John H. Johnson, fundador de las revistas Ebony y Jet, y la colección de discos de Frankie Knuckles, padre de la música house. Estos espacios están abiertos a la comunidad, y son lugares donde la cultura y la acción política no sólo se exhiben, sino que se practican y promueven.

Las intervenciones políticas de los artistas también pueden adoptar la forma de provocación. Poco antes de morir, Christian Schlingensief me contó lo mucho que Beuys había significado para él. Cuando era adolescente, en 1976, había asistido a un discurso de Beuys y, aunque admitía que entonces no lo había entendido todo, recordaba cómo Beuys había provocado a su padre al predecir que el sistema social se derrumbaría en siete años. Siete años después, Schlingensief preguntó a su padre si recordaba aquella predicción. “Sí”, le dijo, “me escribí una nota en el calendario, y ahí ha permanecido fija durante siete años: ahora puedo afirmar que lo que predijo no ocurrió”. Pero lo realmente interesante y desafiante, me había señalado Schlingensief, era que Beuys había obligado a mi padre a pensar en el futuro durante siete años. El arte no puede predecir el futuro, pero puede actuar sobre la forma en que nos comportamos en el presente".

La producción de Schlingensief incluye una serie de acciones y provocaciones destinadas a sacudir a la sociedad alemana haciéndola reflexionar sobre sus carencias. En una ocasión invitó a toda la población de parados alemanes, que se cuentan por millones, a bañarse en el lago Wolfgang, donde el Canciller Helmut Kohl pasaba unas vacaciones. El plan de Schlingensief era que esas legiones de nadadores desbordaran el lago e inundaran la casa de Kohl, que estaba cerca. El plan estaba destinado al fracaso (y sólo unas 20 personas se bañaron en el lago), pero atrajo una gran atención mediática, no tanto porque la idea fuera inundar la casa de Kohl, sino porque abordaba un problema de importancia nacional de una forma específicamente calculada para generar conciencia. Y ésta es una de las formas en que los artistas pueden llegar a las instituciones de poder: organizando acciones o intervenciones que consigan poner de relieve problemas desatendidos. También podríamos hablar de la valentía de Octavio Paz, que pasó toda su vida alzando la voz contra el totalitarismo y que nos dejó estas memorables palabras: “no puede haber sociedad sin poesía”.

Banco de las Artes de Stony Island. Fotografía Crédito Tom Harris, copyright Hedrich Blessing. Cortesía de Rebuild Foundation
Banco de las Artes de Stony Island. Fotografía Crédito Tom Harris, copyright Hedrich Blessing. Cortesía de Rebuild Foundation

La poeta y escritora Eileen Myles utilizó el humor para perturbar los procesos políticos. En 1991 anunció que se presentaría a las elecciones presidenciales de Estados Unidos como la única candidata “abiertamente femenina”. Su campaña, que comenzó en East Village, pronto se convirtió en un proyecto de interés nacional, una oportunidad para quienes no podían hacer oír su voz en la política dominante. Su participación en los procesos políticos fue en parte un proyecto escénico, en parte una protesta, en parte una broma. Sin embargo, demostró más integridad política que cualquiera de los otros candidatos.

Nuestro proyecto Do it comenzó en París en 1993, a raíz de un debate con los artistas Christian Boltanski y Bertrand Lavier sobre cómo organizar exposiciones más flexibles y abiertas. Se debatió un punto en particular, a saber, si una exposición debe basarse en instrucciones escritas por los artistas, que puedan interpretarse libremente en el momento de su presentación. ¿Cómo puede transformarse la obra de un artista si otros han creado la obra? Para ese proyecto, Eileen escribió un texto titulado How to Run for President of the United States of America. El texto nos recuerda que, incluso en tiempos aterradores, la democracia pertenece al pueblo y el arte es un medio para reclamarla: “¿sabes? Realmente no pueden detenerte. Con la excepción quizá de un par de estados, uno de los cuales es Nevada, cualquier ciudadano puede presentarse a unas elecciones. En Nueva York, por ejemplo, sólo necesitas 33 amigos para recoger las firmas necesarias para firmar una declaración por la que, si ganas, entran en tu circunscripción. Basta con llamarlos desde casa, y ni siquiera tienen que llevar los papeles. Los pueden sellar incluso en una agencia de viajes. No es difícil”.

Este texto es la versión ampliada de una charla que di en la Cumbre Tiempo Creativo cuando Tania Bruguera anunció su candidatura. En un país donde nunca se han celebrado elecciones democráticas, su declaración tuvo un nuevo significado, tras la muerte de Fidel Castro, un mes después de que ella hiciera su anuncio.

La decisión fue una prolongación de su proyecto de abordar los problemas políticos y humanitarios de Cuba a través de la performance y los movimientos sociales. Tania practica el “Arte Útil” y ha desarrollado proyectos a largo plazo, como un centro comunitario, un partido político para inmigrantes y una institución que trabaja por la alfabetización cívica y el cambio político en Cuba. Bruguera describe “Arte Útil” con estas palabras (y creo que son una buena introducción a su trabajo): “Realmente quería repensar el papel de la institución artística en términos de eficacia política. Seguí encontrando limitaciones mientras hacía mi trabajo: sin embargo, mientras tanto, encontré un gran grupo de artistas y obras de arte que ya habían tratado los mismos problemas durante mucho tiempo. Podía identificarlos con lo que yo llamaba Arte Útil, porque no se limitaban a quejarse de los problemas sociales, sino que intentaban cambiarlos aplicando soluciones diferentes. Y no se limitaban a imaginar situaciones utópicas e imposibles (que es lo que hacen la mayoría de los artistas), sino que intentaban construir utopías prácticas”.

Tania Bruguera, La dignidad no tiene nacionalidad (2017). Tiempo creativo: Promesas de lealtad
Tania Bruguera, La dignidad no tiene nacionalidad (2017). Tiempo creativo: juramentos de lealtad

Tania fundó el Partido Popular de los Migrantes en 2006, con el objetivo de crear una nueva forma de organización política, y después creó el Movimiento Internacional de Migrantes como un proyecto a largo plazo en forma de movimiento sociopolítico. Para su trabajo, el artista pasó un año creando un espacio comunitario flexible en Queens, Nueva York, interactuando con residentes y comunidades internacionales, al tiempo que trabajaba con servicios sociales, instituciones y artistas reflexionando sobre cómo reformar la inmigración. Talleres públicos, actos, acciones y colaboraciones animaron a los inmigrantes a considerar los valores que compartían con la comunidad y a fomentar los lazos dentro de la propia comunidad. Se trataba de política en forma de arte, hecha sobre el terreno, capaz de cambiar vidas.

Por otra parte, Tania Bruguera creó un instituto en Cuba cuyo objetivo es promover la alfabetización cívica y apoyar el cambio político. El instituto, que se considera a sí mismo un tanque de deseos, utiliza acciones públicas y performances con cubanos de a pie: desde amas de casa a profesionales, desde activistas a estudiantes. Se trata“, dijo la artista en una descripción de este trabajo, ”de construir puentes de confianza, de no tener miedo unos de otros, de crear una respuesta pacífica y reflexiva donde hay violencia, de crear un lugar donde personas con ideas políticas diferentes puedan estar juntas".

La candidatura de Tania Bruguera es, al mismo tiempo, la culminación de su trabajo como artista, y quizás también un homenaje inconsciente a las ambiciones de la APG, que situaba al artista, como “Persona Incidental”, dentro de las estructuras sociales y políticas existentes para provocar el cambio. Tania se encuentra entre los artistas que aplican la lección que artistas como John Latham nos han dejado para el presente.


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