Por qué la fotografía de Trump con el puño en alto puede considerarse un símbolo de nuestra época


Puede que la fotografía de Trump con el puño en alto, una obra maestra fotoperiodística de Evan Vucci, no se convierta en patrimonio compartido, pero puede considerarse un símbolo de nuestra era de la posverdad. He aquí por qué.

No es difícil reconocer las razones por las que la fotografía de Donald Trump con el puño en alto tras el atentado (en el que perdió la vida un inocente y otros dos resultaron gravemente heridos), obra maestra fotoperiodística de Evan Vucci, de Associated Press, ha tenido un enorme éxito y, según muchos, podría ayudar al ex presidente estadounidense a ganar de nuevo las elecciones. La emoción, la composición triangular destacando el brazo extendido hacia el cielo, el trasfondo que convierte al sujeto en protagonista del suceso, y luego de nuevo la expresión combativa de Trump, la apropiación de un gesto, el puño cerrado, históricamente considerado un gesto de desafío a las autoridades y por tanto asociado a la izquierda y a los anarquistas, el cielo de un azul claro y limpio que hace que elun cielo de un azul claro y limpio que hacía de fondo ideal para la composición, la presencia de la bandera estadounidense, los hilillos de sangre en la cara de Trump recordando las barras y estrellas, el agente de la izquierda protegiendo el cuerpo del presidente agachado y casi asemejándose a la figura de una Magdalena sacada de una Deposición de Cristo. En las primeras horas posteriores al atentado, casi todos los críticos de arte de los periódicos estadounidenses compitieron por encontrar imágenes de la historia del arte que pudieran evocar la fotografía de Vucci.

Las yuxtaposiciones eran de lo más imaginativas, y entre el domingo y el lunes parecía haber una competición por dar con las más extrañas: básicamente, bastaba con pensar en un cuadro o fotografía de un tema histórico con una bandera de cualquier tipo, sin preocuparse demasiado por la falta de relevancia ni en la forma ni en el fondo. Sin embargo, hay razones para creer que la fotografía de Evan Vucci también vive por sí misma, sin necesidad de alimentarse de la comparación con las instantáneas inolvidables que jalonan la historia de la fotografía, o con los cuadros que marcan momentos fundamentales de la historia de un país, cuando no de la humanidad en su conjunto: el trabajo del fotógrafo jefe de Associated Press roza la perfección, es el resultado de una envidiable capacidad de previsión, fruto de décadas de experiencia, que ha llevado a Vucci a moverse hacia donde imaginaba que debía estar la situación adecuada para una toma memorable, así como deuna extraordinaria prontitud para aprovechar el momento oportuno, además con la cámara ya preparada de la mejor manera posible, y asumiendo la posición adecuada para dotar a la fotografía de esa tensión dramática que la ha convertido en la imagen más difundida y publicada del atentado. Por no hablar, claro está, del excepcional instinto y perspicacia de Trump que le llevaron a convertir un momento de extrema vulnerabilidad en un increíble momento de fortaleza. Todo en el espacio de unos segundos. Apenas unos segundos para consignar a la historia de la fotografía una imagen que ya ha marcado de forma indeleble la campaña electoral estadounidense, que probablemente tendrá un impacto nada desdeñable en el resultado de las elecciones y que permanecerá en el imaginario colectivo durante mucho tiempo. Entre otras cosas porque es una foto extremadamente simbólica del momento histórico que estamos viviendo.

Fotografía de Donald Trump con el puño en alto, por Evan Vucci
Fotografía de Donald Trump con el puño en alto, por Evan Vucci

En primer lugar, es necesaria una consideración previa: en una época en la que el medio de expresión y comunicación preferido parece ser el vídeo, la fotografía de Vucci ha demostrado que el potencial expresivo de las imágenes fijas sigue siendo superior, y con mucho, al de las imágenes en movimiento. Y ésta es también una de las razones por las que quienes pertenecen al mundo del arte deberían cuestionar la difusión del plano de Donald Trump tras el atentado. Toda la secuencia de vídeo del atentado nunca podría llegar a condensar en un solo fotograma todo lo sucedido: en casos como éste, el vídeo tiene la ventaja de ofrecer una documentación detallada y neutra de lo sucedido, pero por otro lado presenta al espectador una narración que, por impresionante y frenética que sea, no deja de estar diluida. La fotografía, en cambio (y especialmente la fotografía como la de Evan Vucci), puede captar en un solo momento una variedad y complejidad de emociones que un vídeo suele tender a separar, a resaltar con más equilibrio. En consecuencia, una imagen fija tiene muchas más implicaciones políticas que un vídeo.

Por esta razón, si hay algún precedente histórico que encontrar para la fotografía de Trump con el puño en alto bajo la bandera de las barras y estrellas, quizá las imágenes más cercanas sean las de los numerosos carteles de propaganda que caracterizaron a principios del siglo XX, carteles de cualquier partido político y producidos en cualquier parte del mundo, en los que una figura con una actitud atrevida se colocaba bajo una bandera, un estandarte en el que un público más o menos amplio tiende a reconocerse.

Manifiesto del Partido Comunista Francés, 1951
Cartel del Partido Comunista Francés, 1951
Manifiesto de la RSE, 1944
Manifiesto del CSR, 1944

La fuerza de la fotografía de Donald Trump tras el atentado reside precisamente en esto: no en lo que cuenta, sino en lo que transmite. Pero también es una imagen que, al mismo tiempo, encarna la condición de posverdad que caracteriza los tiempos que vivimos. Un artículo de Alessia De Luca en la página webdel ISPI, publicado tras el atentado, se abre precisamente con algunas consideraciones sobre el gesto y la fotografía de Vucci: En resumen, la instantánea, ya “impresa en camisetas y gadgets y reutilizada en la página web de su campaña [de Trump] para instar a sus seguidores a donar y unirse en un espíritu de cohesión y paz”, ya ha contribuido a redefinir la imagen de Trump. Los primeros análisis sugieren que el apoyo al ex presidente va a crecer, entre otras cosas por la fotografía del atentado, a pesar de que la imagen no ha cambiado en absoluto la situación política en Estados Unidos. Sin embargo, escribía Tyler Austin Harper en The Atlantic, “si los demócratas esperan vencer a Trump y al trumpismo, necesitan entender el atractivo” de esta imagen, lo que significa mirarla “y ver una promesa (que no creo que Trump pueda cumplir, pero una promesa al fin y al cabo) de tenacidad, vitalidad y determinación inquebrantable en un momento en el que estamos vacilantes, débiles e indecisos ante un futuro que se torna gris”. Era por tanto inevitable que esta imagen reforzara la figura del ex presidente y contribuyera a la formación de una narrativa como la que bien describe Harper, dados los cambios introducidos por los nuevos medios de comunicación, concretamente los medios sociales, y la velocidad de los tiempos de transmisión de contenidos que viajan en los medios contemporáneos. Medios contemporáneos que se han convertido en espacios de construcción de la realidad, incluso más que de representación de la realidad, pues esos mismos espacios que vehiculan los contenidos de la realidad son ahora no sólo los mismos medios en los que se forman nuestras opiniones y juicios sobre la realidad, sino que se mueven con una velocidad y con una multiplicación de contenidos impensable incluso hace tan sólo unos años.

El atentado contra Trump vino acompañado de un aluvión excepcional de imágenes, algunas de ellas quizá incluso más impresionantes que la tomada por Vucci: por ejemplo, la de Doug Mills, el fotógrafo del New York Times que logró captar la trayectoria de la bala que volaba hacia el expresidente. O las dos fotografías de Anna Moneymaker, de AFP: en una se ve a Trump en el suelo con expresión de dolor, mientras que en la otra, como en una deposición, es sostenido por agentes y bajado del escenario. También es peculiar la imagen del escenario vacío, con un zapato, de Jabin Botsford, del Washington Post. Sin embargo, fue la imagen de Trump con el puño en alto la que marcó el acontecimiento más que ninguna otra. Haciendo búsquedas en Google con palabras clave relacionadas con el atentado, la fotografía de Vucci es la que aparece con más insistencia, y no sólo por su fuerte potencial estético. Sino también porque ha sido considerada por muchos casi un epítome, para bien o para mal, de la existencia de este personaje desmesurado, y por tanto, tanto si uno se considera su partidario como su opositor, la fotografía de Vucci es la que mejor contribuye a configurar una determinada construcción de la realidad. Y si en la era de la posverdad, la realidad es la suma de apariencia y narrativa, entonces la fotografía de Trump con el puño en alto quizá pueda considerarse una de las imágenes que mejor definen este momento de la historia. Probablemente no se convierta en un legado compartido, como otras imágenes que se le han asociado, salvo consecuencias que hoy parecen improbables (como, por ejemplo, una presidencia de concordia nacional, en caso de que el magnate ganara las elecciones), dado que Trump es una figura altamente divisiva. Pero la fotografía de Trump con el puño en alto puede considerarse ya un símbolo de la era de la posverdad.


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