Por qué es un profundo error cerrar la Rai Storia y fusionarla con la Rai 5


Hay rumores sobre un posible cierre de Rai Storia, que podría fusionarse con Rai 5. Pero a pesar de todo, ésta sería una medida profundamente equivocada. He aquí las razones.

De momento la noticia aún no es oficial, pero los rumores se persiguen con creciente insistencia: la Rai podría cerrar R ai Storia por motivos de la llamada spending review, necesaria para que la televisión pública pueda superar sus problemas financieros. Sin embargo, no se trataría de un cierre tout court, ya que el plan, según Il Fatto Quotidiano, se ha filtrado en los últimos días, consistiría en fusionar Rai Storia y Rai 5 en una única cadena para programas “culturales”. El plan de spending review presentado por el consejero delegado, Fabrizio Salini, debería incluir también el cierre de Rai Sport, la cadena destinada a la programación deportiva, normalmente de los deportes menos vistos o del fútbol de ligas menores, la de la cadena institucional, y el cierre de la cadena que emite en inglés. Según las cifras citadas por Il Fatto, la deuda de la Rai a 30 de junio ascendía a 275,9 millones de euros, frente a los 239,1 millones del año anterior, y se prevé una pérdida de unos 130 millones este año, que podría elevarse a 190 millones en 2021.

Rai no confirma ni desmiente este extremo por el momento. En cualquier caso, aunque se habla poco de lahipótesis del cierre de Rai Storia y el evento ha tenido un impacto mediático de todo menos perturbador, los mundos de la cultura y el deporte ya han levantado sus escudos contra la cancelación de las cadenas dedicadas a la historia y la competición(incluso en estas páginas hemos informado del compromiso del diputado Michele Anzaldi, de Italia Viva, uno de los pocos políticos, si no quizá el único, en instar al Gobierno para que Rai no cierre las dos cadenas), y para salvar Rai Storia ya hay una petición en Change.org que ya ha superado las 40.000 firmas, y a la que todavía se puede contribuir. Sin embargo, uno puede caer en la tentación de pensar que la pérdida no es grave, por varias razones: porque la Rai mantendrá en cualquier caso un canal dedicado a la cultura, porque hay programas poco interesantes y a menudo repeticiones de programas que ya se han visto, o porque en un momento de crisis como el que atravesamos, la Rai hace bien en encontrar la manera de optimizar los gastos. Motivaciones legítimas, sin duda: no obstante, suprimir Rai Storia y Rai Sport sería profundamente erróneo, por otras tantas razones bien fundadas.

Rai

Para empezar, no olvidemos que la Rai presta un servicio público. Y se supone que el servicio público no debe seguir los estados de ánimo, las tendencias y los gustos de sus espectadores, ni siquiera cuando se trata de tener que ahorrar dinero. Del servicio público se espera que apoye lo que puede no ser comercialmente viable, y que promueva contenidos de calidad que contribuyan a la difusión de la cultura, al desarrollo del pensamiento crítico y a dar a conocer realidades y situaciones que de otro modo no tendrían visibilidad. La RAI no puede razonar como si fuera una televisión comercial, y la promoción de contenidos culturales o de deportes “menores” es una de las razones más nobles por las que se paga el canon: igual que todos pagamos impuestos para que los ayuntamientos, las regiones y el Estado mantengan museos, del mismo modo pagamos el canon para que la RAI preste servicio público emitiendo programas de utilidad pública.

Tampoco tiene sentido decir que, con la fusión, la RAI seguiría teniendo un canal cultural. No tiene sentido porque las audiencias que siguen la historia en Rai Storia y el arte en Rai 5 no se solapan perfectamente y, en consecuencia, cada uno de los dos nichos tendría algo de lo que quejarse y se quejaría de que le cortaran parte de su programación favorita. Y esto no tiene sentido porque, aunque los espectadores de Rai Storia y Rai 5 fueran idénticos, significaría reducir a la mitad la programación dedicada a la cultura. Y el servicio público no puede permitirse ceder en cultura, ni en historia. Todo ello mientras, paradójicamente, el Ministerio de Cultura trabaja en un “Netflix de la cultura”, y el ministro Dario Franceschini hace un llamamiento a las televisiones para que aumenten su programación cultural tras el cierre de cines y teatros.

Se podría objetar entonces la calidad de algunos programas o, pensando en Rai Sport, el hecho de que la cadena emita a menudo repeticiones de competiciones ya vistas: una objeción justa, pero aún así no es una razón válida para cerrar las dos cadenas. Si acaso, habría que trabajar para mejorarlas y reforzarlas, poniéndolas a la altura de las televisiones privadas, que a menudo consiguen lanzarse a producciones culturales más modernas y cautivadoras que las que ofrece la Rai. El cierre no es automáticamente sinónimo de mejora de la calidad: y entonces, ¿cómo se puede pensar que cerrando una cadena la oferta puede ser comparable a la de dos cadenas?

Y, siguiendo con el tema de la audiencia, hay quien se opone a compartir razones: Rai Storia debería por tanto cerrar por su escasa audiencia. Una vez más, una televisión pública no debería razonar en términos de resultados cuantitativos, y precisamente para proteger el servicio público la cadena debería ser defendida también por quienes no la ven. ¿Desde cuándo la cancelación de una cadena que emite cultura sólo debe ser un problema para quienes la ven? ¿Y por qué, si uno prefiere otros contenidos y nunca ha visto ni medio minuto de Rai Storia, no debería protestar si la Rai pretende cerrar una cadena que, sin embargo, es importante? Conviene recordar que Rai Storia tiene en cualquier caso una importancia cultural fundamental: basta pensar en quienes, por diversas razones (edad, geografía, cultura), tienen dificultades para asistir a exposiciones, museos, cines o teatros, y tienen en su mando a distancia una herramienta útil para llegar a la cultura en casa. Entonces, ¿por qué privar al público de un canal dedicado a la cultura? Un canal que, con los ajustes adecuados, podría ser, si acaso, un excelente vehículo de difusión de la cultura y de conocimiento de la historia. Especialmente en un momento de fuerte debate sobre la historia y el pasado de los países europeos: es precisamente en momentos como estos cuando la programación cultural debe ser corroborada, en lugar de derribada, y es precisamente en momentos como estos cuando la difusión de la historia se hace imprescindible en beneficio de un debate a menudo contaminado por visiones distorsionadas del pasado.

“Si la empresa tiene que recuperar recursos”, sugiere Anzaldi, “recorte las numerosas producciones externas de carácter comercial, que a menudo hacen confundir el servicio público con la televisión privada. Habría que recortar los megacánones, reducir el despilfarro de los carísimos contratos a empresas externas para producir incluso informativos, algunos con costes desorbitados e incluso subcontratas conexas que hacen subir aún más los gastos e imposibilitan los controles”. Por lo tanto, Rai Storia no debería sacrificarse en nombre de una revisión del gasto: salvarla, por el contrario, sería una señal importante para afirmar con fuerza que es precisamente en los momentos de crisis más profunda cuando necesitamos la cultura.


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