Pompeya: vergonzosa la actitud de quienes no tienen en cuenta los derechos de los trabajadores


Algunas observaciones de rigor (que probablemente leerán en otra parte) sobre la asamblea sindical celebrada en Pompeya el pasado viernes.

En las últimas horas, sobre la asambleasindical que ha provocado el cierre parcial de las excavaciones de Pompeya este viernes, hemos oído de todo y más. Es una pena que los medios de comunicación sólo hayan dado relevancia a las declaraciones de los distintos políticos que han estigmatizado la asamblea convocada por los sindicatos. Franceschini habló de"daños incalculables", mientras que Renzi se lanzó en un ataque frontal contra los sindicatos, tachando la asamblea de Pompeya de “simplemente escandalosa”. Además, calificándola de “asamblea sorpresa”, cuando en realidad había sido anunciada con mucha antelación: algunos periódicos, ya el 16 de julio, informaban de las intenciones de los sindicatos de convocar asambleas el viernes 24 y el sábado 25 de julio (la del sábado 25 se adelantaría después al jueves 23 para no interferir con el espectáculo de Roberto Bolle en el anfiteatro de Pompeya).

La gran mayoría de los políticos (y comentaristas) se apresuraron a señalar con el dedo a los sindicatos y trabajadores culpables, en su opinión, de bloquear el yacimiento arqueológico y causar, en palabras de Franceschini, un “daño incalculable” al turismo y a la imagen de Italia. Cabe señalar, por otra parte, que las asambleas sólo duraron dos horas: durante el resto del día, los turistas pudieron seguir visitando Pompeya sin ser molestados. Sin embargo, la prensa, alineada con las posiciones del gobierno, prefirió pasar por alto este detalle de no poca importancia, porque habría dado una idea de las molestias reales causadas a los turistas. Unas molestias que duraron poco más de una hora, también porque el superintendente Massimo Osanna se anticipó a la reapertura abriendo las puertas en persona. Y de nuevo: el derecho a organizar asambleas sindicales, incluso durante la jornada laboral (hasta un máximo de diez horas al año por las que se garantiza el salario), está establecido en el Estatuto de los Trabajadores, en concreto en su artículo 20. Las asambleas sindicales forman parte de la vida laboral normal de una empresa: se convocan asambleas sindicales en casi todas partes, a menudo incluso en muchos museos repartidos por toda Italia, pero, quién sabe por qué, sólo son noticia las de Pompeya (y las del pasado fin de semana, además, fueron las únicas de 2015). Pero, sobre todo, hay que aclarar un concepto fundamental: los trabajadores no tienen menos derechos que los turistas.



Il Tempio di Venere a Pompei
El templo de Venus en Pompeya. Crédito de la foto - Creative Commons

Pocos, de hecho, han tenido el sentido común de preguntarse qué motivaciones han llevado a los sindicatos a convocar asambleas en plena temporada turística. Un artículo en la página web de la CISL de Brescia aporta algo de claridad, partiendo de un supuesto: a muchos medios de comunicación les importan poco las razones de los trabajadores. Y menos aún les importan esas razones a las fuerzas políticas, que se montan en las protestas “para alimentar el cualunquismo que necesitan para imponerse”. Pero si lo miramos desde el punto de vista de los trabajadores, descubriremos que, como revela el comunicado de prensa emitido por la CISL de Brescia, “cada año, desde hace 15, los empleados del Ministerio de Cultura y Turismo garantizan, mediante acuerdos de productividad, el uso del patrimonio cultural en beneficio de ciudadanos y turistas de todo el mundo, durante 11 horas al día y 362 días al año. El aumento del número de días y horas de apertura de los sitios culturales ha producido y sigue produciendo un incremento exponencial del flujo de visitantes diarios, con el correspondiente aumento de ingresos para las arcas del Estado”.

Sin embargo, la garantía para los trabajadores de un servicio eficiente y constantemente activo (recordemos que las excavaciones de Pompeya cierran sólo tres días al año: el 1 de enero, el 1 de mayo y el 25 de diciembre) a menudo no se ve adecuadamente compensada por ciertas retribuciones salariales, contrataciones estables, horas extraordinarias bien remuneradas, etc. Un representante de laUnione Sindacale di Base, Domenico Blasi, declaró aL’Espresso que los empleados de MiBACT en Pompeya no han recibido sus salarios accesorios (primas de producción) desde noviembre. También está bajo acusación la progresiva privatización que está sufriendo Pompeya. Una privatización que, según los sindicatos, provocaría"un trabajo precario, mal pagado y una falta de perspectivas de empleo para los jóvenes": según Tommaso Flauto, de la Unión de Sindicatos de Base, las empresas privadas a las que se encomiendan tareas a través de convenios tenderían, para ganar más, a realizar contratos muy cortos, sin protección para los trabajadores y con salarios bajos. Esta es la razón por la que se convocaron las asambleas: para definir el perfil organizativo de los guardianes de las excavaciones, de forma que se puedan evitar en el futuro los riesgos debidos a la escasez de personal (otro de los problemas que afectan a las excavaciones).

¿Podrían los trabajadores de Pompeya haber convocado la asamblea sindical fuera del horario laboral y sin perjudicar a los turistas? Probablemente sí, porque si bien es cierto que una acción sindical, para llamar la atención, debe suponer la más mínima molestia, también lo es que en esta ocasión a los trabajadores les salió el tiro por la culata, y dadas las experiencias anteriores, también en otros museos y yacimientos, no se puede decir que los sindicatos no se lo podían haber imaginado. Pero también es necesario subrayar el hecho de que hemos asistido a niveles flagrantes de instrumentalización, y todo menos el mensaje de los trabajadores contra la morosidad, la precariedad y la privatización ha pasado a mejor vida. Por lo tanto, hay muchas razones para hablar de un nuevo ataque del gobierno (y de los medios de comunicación que lo apoyan) contra los derechos de los trabajadores. Un ataque grosero, además, que opone las razones de los trabajadores a la retórica frustrada de la belleza de forma mezquina, como si los trabajadores fueran los únicos culpables de la falta de disfrute de nuestro patrimonio por parte de los turistas. Cuando, en cambio, los verdaderos culpables de la ineficacia, la ineficiencia y el mal funcionamiento son precisamente quienes mueven (siempre peor, todo hay que decirlo) los hilos de la máquina. Y los trabajadores son parte perjudicada, igual que los turistas. De hecho, son la parte más perjudicada.


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