No es de extrañar que el editorial del último número de The Burlington Magazine (marzo de 2022) esté dedicado al arte en la era de la reproducción digital. Tomando como referencia el ensayo de Walter Benjamin de 1936 La obra de arte en la era de la reproducción mecánica, el editorial aborda la dialéctica entre original y copia, llevando el discurso más allá también en lo que respecta a las obras de arte digitales. “El medio parece erosionar por completo la distinción entre original y copia”, afirma el editorial, “ya que cualquier obra de este tipo podría, en teoría, reproducirse un número ilimitado de veces con perfecta exactitud”.
Un punto planteado por el editorial de The Burlington Magazine parece perspicaz. Al optar por describir los recursos digitales como copias certificadas de obras de arte originales, el editorial hace una observación muy pertinente: “... una pantalla no se parece a la superficie de un lienzo”, por lo que deben considerarse, a todos los efectos, copias. El editorial de Burlington Magazine insiste especialmente en la esencia de la obra de arte y su materialidad. Yo tiendo a verlo desde la perspectiva del usuario, en particular del público del museo.
Lo que quiero decir es muy sencillo. Tendemos a olvidar que, cuando disfrutamos de una obra de arte, estamos viviendo una experiencia multisensorial. En lugar de ser una experiencia puramente visual, nuestra experiencia del arte físico es multisensorial. Nuestro primer encuentro con la esencia de una obra de arte suele ser visual, pero nos lleva a profundizar en el sonido capturado en las capas de pintura. Otros sentidos le siguen de cerca. El olfato y el gusto son evocados en nuestra mente por los objetos representados o la abstracción que el artista ha creado. Experimentamos sensaciones a nuestra manera observando la forma y el volumen de las obras que vemos.
El editorial de The Burlington Magazine parece sugerir que los recursos digitales acuñados como NFT pueden no tener este potencial de experiencia multisensorial. ¿Es así o hay algo más?
Las conversaciones sobre la dialéctica entre la obra de arte física y su versión digital, acuñada como NFT por un número cada vez mayor de museos en los últimos meses, suelen girar en torno a la idea del gemelo digital. El concepto existe desde hace tiempo. La industria lo describe como un programa digital o una representación virtual. Una definición adecuada es la siguiente: “... una representación virtual de un objeto o sistema que cubre su ciclo de vida, se actualiza con datos en tiempo real y utiliza la simulación, el aprendizaje automático y el razonamiento para facilitar la toma de decisiones”. Siguiendo esta definición, un gemelo digital sería un recurso con una finalidad, que sirve de apoyo a lo físico, y más bien se nutre de ello. Es mucho menos que una versión digital idéntica que tiene la misma aura que el original con el que comparte existencia. Es muy posible que la idea de un gemelo digital inspire por sí misma una nueva forma de pensar para la NFT, aunque ésta también pueda basarse en lo ficticio.
Exploremos esto más a fondo. Lingüísticamente, la palabra phygital es una combinación de las palabras “físico” y “digital” para indicar la intersección y fusión experiencial cada vez mayor de estos dos mundos. En otras palabras, el término se refiere a las formas y medios por los que estos dos reinos -físico y digital- se funden entre sí y, por tanto, cada vez es más difícil habitarlos por separado. Podemos pensar en una NFT phygital como una obra de arte que puede pasar de un estado físico a uno digital o viceversa, y que también puede experimentarse por separado o alternativamente. También podría ser una combinación de dos estados, físico y digital, en la que el aura del original de Benjamin se compartiera entre ambos estados.
Esta idea ya está tomando forma. Podemos citar la plataforma Phygi como un buen ejemplo de este pensamiento. En esta plataforma, las NFT pueden cambiar la materia de digital a física, ya sean carteles, wearables o cualquier otra forma tangible. Otro ejemplo a mencionar sería la plataforma Asthetes, con sede en Milán. Este pensamiento es relativamente más fácil de aplicar en el caso de la práctica artística contemporánea, pero mucho más complejo para fundamentar el concepto que subyace tras las NFT fitales para obras de arte antiguas. Aquí es donde un cambio de mentalidad podría marcar la diferencia. En lugar de considerar el aura como punto de partida, la experiencia del usuario podría tener mucho más potencial. En el caso de los museos, phygital podría indicar una combinación de estados mucho más informada por la experiencia multisensorial de una obra de arte. Este pensamiento en torno a lo multisensorial existe desde hace tiempo. El proyecto Art Sensorium, desarrollado por la Tate en 2015, es un buen ejemplo entre muchos otros que podrían informar la experiencia phygital de NFT de gemelos digitales acuñados para obras de arte en colecciones de museos.
La cuestión es fascinante. ¿Podemos realmente extraer el paisaje sonoro de un cuadro, una multiplicidad de puntos de vista desde dentro del propio cuadro que pueda ampliar la experiencia del usuario de una obra de arte y acuñada como NFT para ser considerada como una obra de arte phygital en sí misma? También podemos llevar esta idea mucho más lejos. La experiencia de una obra de arte suele ser subjetiva, personalizada y rara vez compartida, con la excepción de las visitas en grupo y las plataformas sociales. ¿Qué pasaría si las NFT fitodigitales documentaran la multiplicidad de experiencias subjetivas del público de los museos, incluidas las coordenadas y fechas en las que se registró ese recuerdo subjetivo? Imagínese poder transmitir la memoria subjetiva de un encuentro con una obra de arte y estratificar cada recuerdo en lo que puede convertirse con el tiempo en una historia del arte público gracias a un contrato inteligente especial habilitado por chips o códigos QR que puedan acceder a los datos y memorias de las NFT.
En resumen... en lugar de considerar la ambición de monetización como punto de partida, los museos harían bien en examinar la experiencia del usuario. En lugar de fijarse en las tendencias informadas por lo que ha sucedido, los museos pueden tener mucho más que ganar examinando las posibilidades en su búsqueda de una utilidad y un propósito significativos.
Una advertencia. No cabe duda de que las posibilidades futuras de los museos y las NFT digitales son casi infinitas. La pregunta, sin embargo, es desafiante. ¿Se trataría de una innovación que encaja con la práctica museística o podríamos estar ante un nuevo pensamiento museológico que cambia radicalmente el statu quo en direcciones que aún no se han comprendido, y mucho menos considerado? Nos esperan tiempos apasionantes.
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