No se preocupe, la Laurenziana no cerrará. Pero el problema de las bibliotecas existe


Reflexiones sobre los últimos acontecimientos relacionados con la Biblioteca Medicea Laurenziana de Florencia.

Ha bastado un artículo parcialmente tergiversado del Corriere della Sera, unos cuantos verbos y sustantivos bien elegidos para crear alarmismo, y la natural falta de voluntad de la mayoría de los usuarios de las redes sociales para entrar en detalles, para dar pie al rumor de que la Biblioteca Medicea Laurenziana de Florencia corre el riesgo de cerrar. Evidentemente, no es así: de lo que se deduce incluso leyendo atentamente el citado artículo, existe “sólo” (entre comillas porque la situación es en cualquier caso grave, y sin embargo en gran medida solucionable) un problema de alquiler de locales que afectaría únicamente a la sala donde los estudiosos consultan los manuscritos, que la curia alquila al Ministerio de Bienes Culturales. El problema radica en que el ministerio ha dejado de pagar el alquiler, y la curia reclama su espacio.

Por supuesto, el asunto es de lo más desafortunado, ya que la Laurenziana es a las bibliotecas un poco lo que los Uffizi o el Palazzo Pitti son a los museos, y por lo tanto no debería ni siquiera contemplarse que el ministerio decida recortar unos alquileres que garantizan el funcionamiento completo de una de las bibliotecas más importantes del mundo. También porque no estamos hablando de una sala como otra cualquiera: la lectura de manuscritos antiguos y preciosos presupone unas características determinadas y unas medidas de seguridad adecuadas que impidan que los volúmenes puedan ser dañados o robados. Pero también es cierto que las partes ya han empezado a dialogar (aunque sin respuestas concretas por parte del ministerio, que sepamos), la curia ha concedido a la biblioteca el uso del espacio sabiendo que no recibiría nada del ministerio, el presidente del consejo superior del patrimonio cultural, Giuliano Volpe ha prometido que la actitud del ministerio cambiará y que el asunto se abordará seriamente, y el director general de bibliotecas, Nicola Macrì, ha declarado que el lunes habrá una reunión con la directora de la Laurenziana, Ida Giovanna Rao, y ha asegurado en cualquier caso que la sala de estudio permanecerá en la Laurenziana. En resumen: todo el asunto se resolverá probablemente con una simple reubicación de algunos despachos, y con la misma probabilidad los estudiosos (que en cualquier caso temen con razón el riesgo de molestias) podrán seguir realizando su trabajo sin ser molestados. Y mucho menos arriesgarse a cerrar espacios monumentales abiertos al público (hay que precisar, puesto que algunos ya se desesperan ante la posibilidad de no ver más la escalera de Miguel Ángel: el problema, aquí, no existe).



Biblioteca Medicea Laurenziana
Biblioteca Medicea Laurenziana. Foto Créditos Francesco Bini

A lo sumo, es posible considerar esta (fea) historia como un indicio de la consideración que el ministerio tiene por las bibliotecas, aunque, para que quede constancia, también hay que señalar que, entre 2016 y 2017, las dos Bibliotecas Nacionales Centrales de Roma y Florencia vieron llegar nuevos fondos para el funcionamiento ordinario, lo que permitió a las dos instituciones trabajar con más serenidad. Obviamente, el aumento de los recursos no ha borrado algunos problemas de larga data que las bibliotecas arrastran desde hace tiempo, y esto no solo se aplica a las bibliotecas centrales (porque las inyecciones de nuevos recursos ciertamente no han ayudado a resolver ciertas cuestiones, como la de los voluntarios de la Biblioteca Nazionale Centrale di Roma, privados de toda protección pero necesarios para el funcionamiento de la institución): Se piensa, considerando claramente sólo las bibliotecas públicas estatales, en el riesgo de privatización de la Biblioteca de Arqueología e Historia del Arte de Palazzo Venezia (que también tiene problemas relacionados con el espacio y el personal, insuficientes para satisfacer sus necesidades), en el cierre de la sala de lectura de la Biblioteca Estense, y en Pisa la historia de la sede de la Biblioteca Universitaria Pisana, cerrada desde 2012, oficialmente a causa del terremoto, roza ya el ridículo... en Emilia. Y en general, de poco ha servido la unificación de varias bibliotecas (entre ellas la Braidense de Milán y la Palatina de Parma) a museos y centros museísticos, según una lógica que aún se nos escapa.

Confiando en que el asunto Laurenziana se resuelva de la mejor manera posible (y estamos casi seguros de ello: si no acaba con el desenlace esperado, todas las partes implicadas sólo tendrán algo que perder), esperamos que contribuya al desarrollo de una reflexión seria sobre el estado de todas nuestras bibliotecas: Porque si las bibliotecas están mal, todo el sector no puede sino sufrir las consecuencias, ya que las bibliotecas, herramientas indispensables para la investigación y lugares imprescindibles para la educación y el desarrollo de la ciudadanía, pueden considerarse órganos vitales de un mismo cuerpo que no puede funcionar bien si alguna de sus partes presenta síntomas negativos.


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