El telón que ha caído en las últimas semanas sobre el mundo de la cultura no basta para ocultar la crisis económica y estructural a la que se enfrentan todas las empresas e instituciones que operan en el sector. Empezando por los museos, que no sólo han visto desaparecer de la noche a la mañana todo tipo de ingresos, sino que además ahora tendrán que planificar una adecuada organización de las visitas antes de abrir al público.
En el magma de las nuevas normas y reglamentos (tanto gubernamentales como regionales) es difícil aventurar pautas para la gestión de las visitas, pero en algunos puntos convergen las hipótesis de muchos iniciados. El personal de recepción y vigilancia tendrá que estar en primera línea para garantizar que se respetan las medidas de contención de Covid-19. Así, de “bonitas figuritas”, como alguien las había apostrofado con infelicidad, el personal de recepción y vigilancia podrá desempeñar un papel activo y fundamental en la garantía de las distancias de seguridad, en la medición de la temperatura en la entrada, en el mantenimiento del acceso restringido de los visitantes en los espacios más estrechos y en los puntos más concurridos. En definitiva, nunca como en este periodo necesitaremos a estos operarios que, debidamente formados, podrían ser el rasgo de unión entre los primeros visitantes y las obras de arte.
Visitante en la Galería Borghese el día de la reapertura |
Desgraciadamente, para hacer frente a la crisis económica, empezando por las pequeñas instituciones privadas hasta algunos grandes museos, se está planteando un recorte importante de estas figuras. Deambularemos por las salas sin asistentes de seguridad mientras conservadores, didactas y expertos en comunicación trabajarán en casa en modo smart working. Así, desde ciudades vacías nos encontraremos en museos vacíos enfrentándonos al arte en un diálogo solitario, no necesariamente edificante.
La mayor esperanza es que no tengamos que economizar en esta misma categoría de personal en un momento en el que necesitaremos imperiosamente encontrarnos con personas reales tras el maratón forzado de videoconferencias y charlas virtuales al que nos hemos tristemente acostumbrado. Los asistentes visitantes serán el primer contacto y el sistema de protección más activo con el que podremos contar cuando volvamos a los museos. No nos alejemos tampoco de quienes velan por nuestra seguridad.
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