¿Los jóvenes de dieciocho años no van a los museos? El coste no tiene nada que ver: simplemente no les parece interesante.


¿Los jóvenes de entre dieciocho y veinticinco años no van al museo porque les parece caro? No: simplemente no van porque no les interesa.

Hay un mito que planea desde hace tiempo sobre nuestros museos y que parece bastante difícil de erradicar: el de los jóvenes que no visitan los lugares de arte porque lo consideran una actividad cara. Una convicción que quizás ha calado también en el Ministro de Bienes Culturales Bonisoli que, al grito de “hagamos crecer en los jóvenes el hambre de cultura”, ha ideado una entrada de acceso de sólo dos euros para los jóvenes de entre 18 y 25 años. Sin duda, una iniciativa muy interesante: ampliar las oportunidades de visita siempre es positivo, y si el billete de dos euros consigue convertirse en un incentivo para muchos jóvenes, todo el mundo tendrá que reconocer la bondad del resultado. Pero si queremos analizar el asunto más profundamente, ¿podemos decir que existe una relación entre la escasa propensión de los jóvenes a visitar museos y el coste del acceso? En otras palabras, y utilizando las propias expresiones del ministro: ¿estamos seguros de que la falta de apetito de los jóvenes se debe a que las entradas son demasiado caras?

Mientras tanto, una consideración preliminar: contrariamente a lo que afirmaba el Movimiento 5 Estrellas en un post de Facebook el 13 de septiembre en su página oficial, no es cierto en absoluto que con el Gobierno anterior los visitantes de entre 18 y 25 años accedieran a los museos “a precio completo”. Los jóvenes de ese grupo de edad se benefician de una reducción del 50% en la entrada a todos los museos estatales: esta medida se introdujo hace veintidós años, con el decreto ministerial 507 del 11 de diciembre de 1997, cuando Walter Veltroni era ministro de Patrimonio Cultural. ¿En qué se traduce realmente esta reducción? Si calculamos los precios de las entradas de los quince museos estatales más visitados de Italia (excluyendo la Reggia di Venaria Reale y el Museo Egipcio de Turín, que gozan de una gobernanza especial), el resultado es un ahorro medio de cinco euros por museo: esto significa que un joven de veinte años que visite un museo al mes (mientras viaja arriba y abajo por toda Italia) acaba ahorrando sesenta euros al año. Por otra parte, limitando el análisis a cada ciudad y suponiendo un joven de menos de veinticinco años que se propone visitar los cinco museos más frecuentados de su ciudad, el resultado sería un ahorro medio de 6,2 euros en Roma, 2,5 euros en Nápoles y 6,6 euros en Florencia. En esencia, la medida que va a introducir Bonisoli permitirá a muchos jóvenes tener un poco más de dinero en el bolsillo: pero es obvio que el ahorro beneficiará sobre todo a quienes visiten más museos. En resumen: más que una medida para acercar a la gente a los museos, parece un incentivo para fidelizar a los jóvenes que ya los visitan. Y, por supuesto, cualquier medida para aumentar la participación es bienvenida: sin embargo, si pensamos en los efectos que tendrá sobre los nuevos públicos, existe un serio riesgo de que éstos sean poco menos que nulos.



Giovani e meno giovani in visita alla Sala XXX della Pinacoteca di Brera, Milano
Jóvenes y mayores visitan la Sala XXX de la Pinacoteca de Brera, Milán

Una de las principales barreras entre los jóvenes y los museos no es, de hecho, el coste de las entradas, sino el desinterés: así lo certifican los datos del Istat. Las últimas encuestas, referidas a 2016, muestran en primer lugar que, en la franja de edad afectada por el billete de 2 euros, el porcentaje de jóvenes de 18 y 19 años que nunca han visitado un museo durante el año asciende al 53,6%, mientras que se eleva al 64,8% en el caso de los jóvenes de 20 a 24 años (un aumento del 10%, obviamente, Por el contrario, los porcentajes de los que visitan al menos cuatro museos al año son algo superiores al 7% para ambos grupos (8,4% para los primeros y 7,2% para los segundos con, respectivamente, 0,8% y 0,5% que visitan al menos un museo al mes). Pasando a investigar las razones por las que los jóvenes no visitan museos, resulta que sólo el 8,1% de los jóvenes de 18-19 años y el 8,3% de los jóvenes de 20-24 años no han visitado nunca un museo porque la entrada les parece cara.

Los precios, en resumen, para 92 de cada 100 jóvenes no son el principal problema. La gran mayoría (48% de los jóvenes de 18-19 años y 45% de los de 20-24 años) no va a un museo simplemente porque no le interesa. Estos porcentajes se reducen en los grupos de edad más altos: entre los 25 y 34 años los desinteresados son el 42,6%, mientras que desciende al 40,8% entre los 35 y 44 años y al 39% (con sólo unos pocos decimales de diferencia entre un grupo y otro) entre los 45 y 54 años, los 55 y 59 años y los 60 y 64 años. Y si se quisiera, el porcentaje de jóvenes que no encuentran interesantes los museos podría ampliarse añadiendo los respectivos 11,2% y 6,4% que los consideran aburridos. En definitiva, está claro que, para uno de cada dos jóvenes, el problema es otro: la falta de atractivo de los museos. Que, en el mejor de los casos, no les interesan, y en algunos casos incluso los consideran una posible fuente de una experiencia desagradable. Es natural subrayar que la dimensión del fenómeno es sin duda relevante, pero tan importante como es, también está muy infravalorada: por tanto, deberíamos hablar de comunicación más que de precio de las entradas, ya que los porcentajes hablan por sí solos. Si hablamos del crecimiento del “hambre de cultura” o, más prosaicamente, de cómo encontrar formas de reducir el porcentaje de jóvenes que no entran en los museos, el resultado sería que las inversiones en comunicación se dirigirían a más del 50% del número total de jóvenes, mientras que si hablamos de las entradas, estamos imaginando medidas que se centran sólo en el 8%.

Hay poco que añadir: el “hambre de cultura” se estimula despertando el interés de los jóvenes, y proponer descuentos es útil, pero insuficiente. Si acaso, es imprescindible modernizar la imagen de nuestros museos, es necesario comprender cómo pasan el tiempo los jóvenes de 18 a 25 años (también a la luz del hecho de que el 17,9% y el 24,3% prefieren otras formas de pasar el tiempo que visitar un museo) para entender cómo se puede llevar los museos de forma más amplia y más presente a la vida de los jóvenes, urgen campañas específicas de comunicación y sensibilización, que se basen, sin embargo, en estudios en profundidad del público objetivo. En esencia, es a un nivel totalmente distinto al que hay que actuar, y es con políticas actualmente inéditas con las que hay que dirigirse a los jóvenes. Y hasta ahora se ha hablado muy poco de estos temas, o se ha hecho sin una comprensión articulada de las raíces de la cuestión.


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