Los jóvenes artistas deben anticiparse al mañana y ofrecer una interpretación fuera de lo común


Tras dos años pandémicos, se abren escenarios inéditos para la promoción del arte emergente. Los jóvenes artistas deben ser conscientes del valor de su trabajo: para ser contemporáneo, hay que ser capaz de anticiparse al mañana ofreciendo una interpretación fuera de los esquemas habituales. He aquí quienes lo hacen bien.

El coleccionismo de arte contemporáneo es un proceso relacional, complejo en su equilibrio pero al mismo tiempo orgánico en su desarrollo, que se ejerce dentro de un sistema artístico globalizado en el que el tiempo y la distancia no se consideran factores limitantes para la expansión de la red de relaciones y la difusión de contenidos. Así lo demostraron, de hecho, los dos difíciles años de la pandemia durante los cuales, debido a las restricciones a la circulación de personas y cosas (y, en consecuencia, también de artistas, coleccionistas, obras...), el proceso relacional se remodeló para adaptarse a un escenario sin precedentes basado en relaciones a distancia mediadas por herramientas tecnológicas.

Desde cierto punto de vista, el repentino e imprevisible bloqueo fue incluso un estímulo para empezar a pensar en un nuevo modelo de crecimiento, alternativo a la dinámica habitual del proceso. Me refiero en particular al uso masivo, más consciente y funcional, de las nuevas tecnologías, que permiten, por ejemplo, la comunicación casi en tiempo real, una mayor accesibilidad a los contenidos compartidos, la ampliación de la base de usuarios de los profesionales al usuario general, el logro de la compatibilidad en el intercambio de datos en formato digital, etc... Las redes sociales y las plataformas de intercambio en línea se han convertido rápidamente en territorios fértiles donde cultivar relaciones, activar la confrontación y recuperar la visibilidad; y es precisamente en estos no-lugares de la red, que recogen y difunden contenidos e imágenes en una comunidad de usuarios perfilados, donde los artistas más jóvenes se han movido con habilidad, logrando interceptar a los coleccionistas “a distancia” en busca de talentos emergentes en los que invertir. Al facilitar el contacto directo, el factor generacional juega a favor de ambos, es decir, el hábito de entablar relaciones con facilidad, y sin demasiada desconfianza, desde un dispositivo o a través de la interfaz web.

Limitando el campo de reflexión al ámbito de las Digital & Media Arts, propio de la programación artística de la Fondazione Modena Arti Visive, se añade otro elemento importante en la construcción de la relación artista-coleccionista peer-to-peer: el carácter “nativo digital” de las propias obras, para las que lenguaje expresivo e instrumentación técnica se mueven desde las mismas premisas, intelectuales por un lado y tecnológicas por otro. Las obras, por tanto, se autopromocionan, mostrando al usuario el potencial estético y lingüístico de la tecnología y dejando siempre al artista (y a su público) la discreción de investigarlas utilizando su propio sentido crítico.

Luca Pozzi, La plataforma del abuelo (2018; alfombra serigrafiada a partir de collage digital, 110 x 1000 cm). Fotografía de Alessandro Ruggeri
Luca Pozzi, La plataforma del abuelo (2018; alfombra serigrafiada a partir de collage digital, 110 x 1000 cm). Fotografía de Alessandro Ruggeri

El joven artista debe ser consciente del valor de su obra, que para ser inequívocamente contemporánea debe ser capaz de anticiparse a la actualidad del mañana ofreciendo una interpretación fuera de los esquemas habituales de su desarrollo lógico. A nivel nacional e internacional está creciendo una nueva generación de artistas activistas que a través de Internet y las nuevas tecnologías están reelaborando en forma artística los pros, pero sobre todo los contras, de una sociedad compleja y conflictiva en rápida y continua evolución, en la que paradójicamente la centralidad del hombre ya ha sido puesta en cuestión por las conquistas tecnológicas y sociales alcanzadas. Los artistas emergentes están cuestionando la interacción entre el hombre y el robot (cyborg), la relación entre el aprendizaje cerebral y la inteligencia artificial, la frontera entre la libertad individual y la vigilancia masiva, y entre la hiperconexión y el derecho al olvido, contribuyendo así a la construcción de un lenguaje digital común con una estética propia, capaz de apoyar el desarrollo de una conciencia crítica colectiva para el uso consciente de la innovación digital en relación con su infinito potencial.

Los talentos italianos que sigo con especial interés son Pier Alfeo, auroraMeccanica, Pamela Breda, Paolo Cirio, Pamela Diamante, Federica Di Pietrantonio, Luca Pozzi, Quayola, Giulio Scalisi y Salvatore Vitale, por citar sólo algunos de los artistas emergentes y de media carrera. En la escena internacional, en cambio, destacan las obras de Refik Anadol, Marija Avramovic & Sam Twidale, Aria Dean, Sian Fan, Forensic Architecture, Geumhyung Jeong, Tabor Robak, Evan Roth, Rachel Rossin, Samson Young.

¿Qué sugeriría a un artista emergente? Que se centre en la coherencia de su investigación artística, combinada con una investigación metódica de los componentes “sumergidos” de la actualidad, y que no ceda a la tentación de las modas pasajeras y el éxito fácil.


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