¿Las fusiones de la reforma Bonisoli hundirán definitivamente a los pequeños museos?


Con las nuevas fusiones introducidas por la reforma Bonisoli, ¿existe el riesgo de que los pequeños museos, algunos de los cuales ya han sido probados por la reforma Franceschini, desaparezcan definitivamente?

A mediados de agosto, el Ministro de Bienes Culturales , Alberto Bonisoli, ha dado un vuelco total a la estructura de los museos estatales, siguiendo la tradición de aprobar decretos cruciales en épocas del año en las que todo el mundo estaría distraído con las vacaciones y las fiestas (y, en esta ocasión, con el agravante de una crisis de gobierno a la vuelta de la esquina). Estos cambios, además, han sorprendido a todo el mundo, ya que han surgido de la nada, y aparentemente sin haber sido precedidos de debates en profundidad, ni de análisis ponderados capaces, si no de apoyar, al menos de motivar la nueva subdivisión de los museos estatales. Como venimos oyendo desde hace días, las fusiones pretendían supuestamente modernizar y racionalizar la gestión. Pero no sabemos más, es decir, seguimos sin saber por qué se fusionaron unos museos con otros, por qué se privó de autonomía a determinados museos, por qué se crearon agrupaciones museísticas tan vastas, con regiones unidas de dos en dos.

La nueva configuración de la red de museos estatales como consecuencia de las fusiones es ya bien conocida, pero merece la pena detenerse al menos en los casos más llamativos para intentar predecir lo que podría ocurrir. Una de las combinaciones más “ruidosas”, por así decirlo, es la relativa al Cenacolo Vinciano que, sin previo aviso aparente, se ha separado del Polo Museale Regionale della Lombardia para unirse a la Pinacoteca di Brera. Esta elección debe analizarse al menos desde dos puntos de vista: el primero, el de los museos del ahora antiguo polo regional; el segundo, el del nuevo maxiinstituto que nacerá con la entrada en vigor del primer decreto de aplicación de la reforma Bonisoli, el 22 de agosto.

En cuanto al primer aspecto de la cuestión, cabe pensar que la decisión de desvincular el Cenacolo Vinciano del polo regional perjudicará gravemente a los demás museos del polo. Para entender por qué esta hipótesis es necesario releer el decreto ministerial del 19 de octubre de 2015, el que instituyó el llamado " fondo de apoyo " o “fondo de solidaridad”: cada año, todos los museos estatales deben devolver el 20% de sus ingresos por venta de entradas, que luego serán reasignados por la Dirección General de Museos según sea necesario. El fondo se creó para hacer frente a las emergencias de los museos que no pudieran mantenerse con sus propias fuerzas y, por tanto, logran sobrevivir gracias a este mecanismo. No solo eso: el artículo 3 del decreto de 2015 estipula que todos los museos, a excepción de los autonómicos (que por tanto se quedan con el 80% de sus ingresos por entradas), deben ingresar todos sus ingresos en las arcas del Estado. El 80% de las cantidades procedentes de la venta de entradas (es decir, el total, menos el 20% destinado al fondo de solidaridad) y el 100% de las procedentes de los derechos de concesión, se abonarán no a los distintos museos, sino “a los mismos polos, a los que pertenecen los institutos y lugares que efectivamente los han producido, con excepción de los institutos gestionados por funcionarios delegados, para los que el abono se dispone directamente en las cuentas correspondientes”. Es fácil ver, por tanto, que en un polo regional con un museo que ejerza una fuerte atracción sobre el público, los ingresos de este último se redistribuirán para permitir que incluso en los museos menos populares (pero no por ello menos importantes, ya que contribuyen a conformar el tejido cultural del territorio) se proceda a intervenciones de protección, actividades de valorización, etc.

El Cenáculo Vinciano
El Cenáculo Vinciano

La Última Cena (Cenacolo Vinciano) fue, obviamente, el museo más visitado del polo lombardo, capaz de producir dos tercios de sus ingresos (en 2017, fueron 4 millones de euros, frente a los 2 millones generados por todos los demás museos del polo juntos). Sumas que, en el periodo de existencia del polo (es decir, desde 2015), han servido en gran medida para ayudar a corregir los desequilibrios de los museos más pequeños: por poner algunos ejemplos, se amplió y reformó el Museo Arqueológico Nacional de Mantua (que luego pasó, a mediados de 2018, a depender del Palacio Ducal), se aseguraron las rutas de visita del Castillo Scaliger de Sirmione (y se publicó una nueva guía), también en el Castillo, se pudo proceder a la restauración de las yeserías de la Dársena, se llevaron a cabo numerosas restauraciones en las Grutas de Catullo, se crearon los aparatos didácticos y la guía del Palacio Besta in Teglio, se organizaron exposiciones y eventos, y se permitieron aperturas ampliadas o extraordinarias. Ahora que el Cenacolo dejará de tener este efecto impulsor, no es descabellado suponer que los museos del polo, que distan mucho de ser autosuficientes económicamente, se verán ahogados. Desde el punto de vista de la Pinacoteca di Brera ampliada, por el contrario, podemos suponer que todo es a su favor, ya que su sustento se verá ahora aún más impulsado por la presencia de una joya de 4 millones de euros al año como el Cenacolo. Y si se piensa en la medida, también contenida en el decreto de aplicación de la reforma Bonisoli, que prevé la posibilidad de favorecer la “constitución de fundaciones museísticas con la participación de sujetos públicos y privados”, es casi natural pensar que se ha creado un tema muy atractivo de cara a una posible futura constitución de una fundación.

El mismo razonamiento puede hacerse en el caso de las Gallerie dell’Accademia de Venecia, que asisten ahora a la unificación del segundo museo más visitado y rico del antiguo Complejo Museístico Regional del Véneto, la Galería “Giorgio Franchetti” de la Cà d’Oro, museo que era capaz de aportar cerca de un tercio de los ingresos totales del polo véneto: también en este caso ha habido un impulso para beneficiar fuertemente al gran museo central en detrimento de los demás, que ahora se unen a los de Lombardía. En esencia, al menos en el caso de Lombardía y Véneto, se ha decidido crear una “red territorial” que incluye casi exclusivamente a los museos que constituyen una carga financiera: nos tocará intentar comprender cómo sobrevivirán estos museos, si es que lo consiguen.

Mención aparte merecen los casos de la Galleria dell’Accademia de Florencia y de los Museos Nacionales Etruscos: en el primer caso, es difícil ver la razón de ser de un nuevo y enorme polo autónomo que incorporará no sólo la casa del David de Miguel Ángel, sino también el Museo de San Marcos (igualmente unificado con los Uffizi), si no es la de crear un megamuseo que podrá presumir mediáticamente de figurar en el top ten de los museos más visitados del mundo. También en este caso, el polo museístico de la Toscana perderá su peón más importante, ya que el Museo di San Marco era la institución más rentable del polo: también en este caso se aplica el mismo razonamiento que para la Pinacoteca di Brera y las Gallerie dell’Accademia de Venecia. Por último, la decisión de constituir los Museos Nacionales Etruscos, que englobarán algunos institutos de Toscana y Lacio, parece también carente de lógica, como si el área en la que se asentaron los etruscos en la antigüedad se limitara sólo a estas dos regiones (no sólo: en este punto no está claro por qué se ha dejado fuera el área arqueológica de Veio): pero más allá de esto, quizá no se ha caído en la cuenta de las dificultades logísticas, prácticas y burocráticas que introduce un instituto autónomo extendido sobre un territorio tan vasto y articulado. Y obviamente, también en este caso, el polo museístico del Lacio deberá renunciar, de golpe, a medio millón de euros de recaudación: aquí, sin embargo, la situación es un poco menos grave debido a que la fuerza motriz sigue estando garantizada por el Museo del Castel Sant’Angelo, y en consecuencia se espera que la autonomía garantice el desarrollo de los museos etruscos que formarán parte del nuevo instituto.

Todo ello sin que, por el momento, se haya dado a conocer ningún plan para los pequeños museos. La reforma Franceschini ha provocado un efecto negativo, el de ampliar la brecha entre museos “grandes” y “pequeños”: cabría esperar una intervención capaz de restablecer el equilibrio. Desgraciadamente, no sólo no se establecieron medidas correctoras adecuadas y eficaces, sino que, por el contrario, se promovieron medidas que, es fácil imaginar, harán que la brecha se ensanche aún más. No podemos decir si el decreto que creó las nuevas instituciones será retirado: probablemente no. Por lo tanto, con semejante panorama, un plan para los museos no autosuficientes y menos visitados se convierte en una prioridad absoluta: descuidarlos significa condenarlos al desinterés y, posiblemente, al cierre.


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