Las actas de una resolución del Tribunal de Cuentas del Lacio, presentadas el 9 de marzo y difundidas en las redes sociales sobre todo gracias a los esfuerzos de la senadora Margherita Corrado, están haciendo ruido. El Tribunal, reunido el 23 de febrero, debía evaluar un decreto que proponía un acuerdo entre el Ministerio de Cultura y Ales spa, su empresa interna, para el Palazzo Venezia y el Vittoriano, en Roma, destinado a “ampliar el sistema de servicios y elaumentar la calidad de los bienes ofrecidos para su uso, mediante actividades de apoyo a las institucionales y, en concreto, mediante la realización de objetivos dirigidos a reforzar la capacidad administrativa y de gestión de las oficinas”. El Tribunal encontró perfiles de ilegitimidad en el decreto, y fue más allá, al hablar de un “régimen de favor irrazonable”. Pero no sólo eso.
El Tribunal constató un incremento injustificado de los costes con la encomienda a una empresa externa: “la documentación aportada pone de manifiesto, para el convenio de Ales, un coste medio total anual por persona de 66.325 euros, muy superior, según la experiencia común, a los costes anuales de los perfiles ministeriales de las zonas II y III”, es decir, equiparables a los cubiertos por la concesión. E incluso el hecho de que estos perfiles sean tan similares a los del Ministerio fue en sí mismo objeto de las observaciones del Tribunal. Por ejemplo, donde escribe que “tal perfil de autonomía organizativa”, el previsto en el convenio en cuestión “no parece, sin embargo, que pueda justificar, por su modo de aplicación, la atribución, de facto, al margen de la administración, de funciones esenciales, coherentes con las tareas institucionales correspondientes y con las responsabilidades conexas” y de nuevo, el Tribunal añade que “parece bastante claro que el recurso reiterado a los servicios prestados por el personal empleado por Ales, en el contexto de la grave escasez de perfiles profesionales administrativos y contables en el Instituto, que también se puso de manifiesto durante la reunión pública, tiende a hacer cada vez más difusa la ya borrosa frontera entre los servicios de ”apoyo“ y la realización de actividades administrativas ordinarias”.
Ales, de hecho, es una empresa 100% propiedad del Ministerio de Cultura que existe para prestar servicios de “apoyo”. Pero desde hace años, como han señalado varias partes, y finalmente el Tribunal de Cuentas en su reunión del 23 de febrero, parece una especie de ministerio paralelo. Creado a finales de los años 90 como instrumento para emplear a trabajadores socialmente útiles en funciones de apoyo, ha cambiado completamente de naturaleza en los últimos años, a instancias del Ministro Franceschini. Tras un cambio en sus estatutos, en 2016 absorbió Arcus, otra empresa instrumental, y cambió de dirección, bajo la batuta de Mario de Simoni, antiguo responsable de PalaExpo y Fintermica. En 2017, adquirió a PalaExpo la unidad de negocio relacionada con el complejo ’Scuderie del Quirinale’ de Roma, el de exposiciones. A pesar de que el plan ministerial original (confiar a Ales la gestión de servicios adicionales para los museos italianos, un negocio de cientos de millones de euros) fracasó de inmediato por las normas europeas de competencia, hoy presta servicios en unas 150 sedes del Ministerio, repartidas en 16 regiones diferentes, pasando de 700 empleados hace unos años a unos 1800 en la actualidad, y de una facturación de 30 millones en 2015 a 57 millones en 2019. Números que van en aumento, dado que, con miles de jubilaciones cada año, el MiC recurre a él para cubrir carencias de personal (8 mil, según estimaciones sindicales): un decreto-ley de 21 de septiembre de 2019 había establecido que el Ministerio “previa comprobación de la imposibilidad de utilizar personal propio [....] podrá recurrir a la empresa Ales s.p.a. para la realización de actividades de recepción y vigilancia en museos, parques arqueológicos de titularidad estatal y otros institutos y lugares de cultura”. En 2021, los contratos públicos con los que Ales podía contar habían alcanzado los 43 millones de euros, solo unos años antes habían sido 25. Un pequeño coloso, crecido a la sombra del ministerio de Franceschini.
Según el Tribunal de Cuentas, esta situación, en el caso de Palazzo Venezia y Vittoriano, crea precisamente “un régimen de favor irrazonable, además, no limitado temporalmente a la finalización de los procedimientos de concurso autorizados por la d.p.c.m. 20 de junio de 2019” el de 1052 AFAV “sino prorrogado, en todo caso, hasta el 31 de diciembre de 2025 y, con carácter indefinido, hasta la finalización de ulteriores procedimientos, no especificados, ’necesarios para atender las necesidades de personal del Ministerio para su contratación en tales actividades’”, por lo que el acuerdo crearía “una potencial vulneración incluso de los principios sobre acceso al empleo público establecidos en el art. 97 de la Constitución”. He aquí, pues, los perfiles de ilegitimidad constitucional que señala el Tribunal: gastos injustificados y conflicto con el empleo público.
No es la primera vez que Ales se encuentra en el centro de la polémica y las críticas. En 2020, por ejemplo, cuando en plena pandemia se asignaron por decreto 5 millones de euros a la empresa,Giuseppe Urbino, secretario del sindicato Confsal-Unsa Beni Culturali, se preguntó cómo tales sumas “podían asignarse con procedimientos muy rápidos a una empresa que tiene todas las características de una sociedad anónima, por tanto de naturaleza privada”, añadiendo que “Ales es ahora una caja fuerte de la que el ministerio puede echar mano sin ningún control particular”. Pero es la primera vez que el propio Tribunal de Cuentas plantea estas dudas. El acuerdo será comunicado a la Anac y a la Autoridad de Defensa de la Competencia, y es probable que obligue al ministerio a revisar sus planes de confiar con carácter general los servicios ordinarios a Ales. El Ministerio, en 10 días, aún no ha comentado el resultado de la resolución.
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