Italia podría ser competitiva en el mercado internacional del arte: así se hace


¿Cuál es la situación actual del mercado del arte antiguo en Italia? Largas demoras, incertidumbres burocráticas, necesidad de revisar las responsabilidades de protección y mucho más. Sin embargo, hay formas de hacer que Italia sea más competitiva.

¿Tiempos largos e incertidumbres burocráticas? Ciertamente sí: por ejemplo, se han alargado los plazos para obtener el despacho a libre práctica, se han cerrado algunas oficinas de exportación y los parámetros para definir las limitaciones son subjetivos o variables, no siempre fáciles de descifrar o comprender. Desde este punto de vista, no percibo un mejor diálogo entre el Estado y los operadores del sector, ya que no siento una verdadera comprensión de los problemas a los que se enfrenta un anticuario o una casa de subastas, realidades que, enfrentadas a un mercado global, deben responder a los clientes con la debida seriedad y precisión. Dicho esto, también hay que decir que los funcionarios de la superintendencia son cada vez más juzgados en su trabajo, olvidando que son historiadores del arte, profesionales formados que son capaces de evaluar mejor las acciones de protección necesarias. Por lo tanto, los problemas pueden verse en la legislación y sus directivas.

Italia podría ser competitiva en el marco internacional, pero por las razones expuestas no está en condiciones de sostener la agilidad y seriedad del mercado y ello conduce a una devaluación objetiva de las obras de arteobras de arte allí, y se puede sugerir que, cuando el Estado decida un embargo, sería conveniente que comprara el “bien” como lo hace en otros países de la UE y por importes similares.

También sería conveniente valorar la importancia de los bienes artísticos desde distintos puntos de vista, por ejemplo, hay obras que necesariamente deben ser objeto de notificación por su importancia histórica y su estrecha vinculación con un territorio y su cultura, pero también hay obras que no llegan a estos parámetros, pero que en cualquier caso tienen una importancia crítica y podrían ser objeto de un “pasaporte”, una especie de trazabilidad; en definitiva, podría plantearse una visión más europea. En definitiva, sería necesario poder dar a los coleccionistas y operadores tiempos más rápidos y respuestas más claras y seguras, teniendo en cuenta que se trata de propiedad privada y que una notificación o una ampliación de los plazos burocráticos menoscaba profundamente su valor.

Foto: Wannenes
Foto: Wannenes

Por lo tanto, es necesario revisar las responsabilidades de protección, que deben tener en cuenta todos estos aspectos, señalando que los operadores del sector no reclaman una libertad de acción sin disciplina ni respeto por el patrimonio cultural, sino que piden trabajar con la debida serenidad y tratar con un Estado que tenga en cuenta los esfuerzos y compromisos que apoyan.

Todo el mundo se alegra del éxito de los anticuarios italianos en el extranjero, pero nadie destaca las dificultades y los retos a los que se enfrentan.

No se trata, pues, de fluidez, sino de una mayor atención a lo que es útil para la protección y para quienes trabajan y emprenden, teniendo en cuenta que quienes operan lo hacen con un esfuerzo considerable y con riesgos empresariales considerables.

De lo contrario, la narrativa común infravalora estos aspectos y, por lo general, la figura del anticuario o del anticuario es vista como una especie de malabarista, o se tiende a interpretar su trabajo a la luz exclusiva de la mundanidad.Olvidando o no queriendo ver que son profesionales con un profundo bagaje cultural y que en su trato con el llamado “mercado internacional”, formado por coleccionistas, instituciones y museos, han demostrado ser extremadamente serios y fiables, prestigiando a nuestro país a base de tesón y trabajo.

En conclusión, está claro que algo hay que hacer, que algo hay que cambiar, pero está igualmente claro que no se trata de “socavar las prerrogativas del Estado”: el Estado somos todos, y no es ésta la lógica que debe guiar una nueva y actual política de protección.

En primer lugar, creo que debemos dar crédito a todos los actores implicados, reconociendo su profesionalidad, su valor y los esfuerzos que realizan y, en consecuencia, el Estado debe actuar con el debido respeto y cuidado protegiendo las actividades y los derechos de todos sus ciudadanos.

Aunque ya he expresado mi opinión sobre las antigüedades italianas y las casas de subastas, hay que reconocer a los historiadores del arte que se dedican a la protección que trabajan en condiciones cada vez más difíciles, con escasos medios, directivas confusas y, a menudo, siendo alternados o menospreciados por otros organismos o personas incompetentes en la materia. El Estado, pues, debe proteger, pero también tutelar la propiedad privada y el trabajo, liberándose de aquellas lógicas que conducen a la arbitrariedad de juicio o de acción.

Esta contribución se publicó originalmente en el nº 24 de nuestra revista impresa Finestre sull’Arte sobre papel. Haga clic aquí para suscribirse.


Advertencia: la traducción al español del artículo original en italiano se ha realizado mediante herramientas automáticas. Nos comprometemos a revisar todos los artículos, pero no garantizamos la ausencia total de imprecisiones en la traducción debidas al programa. Puede encontrar el original haciendo clic en el botón ITA. Si encuentra algún error, por favor contáctenos.