La inclusión es para mí una labor fundamental y siempre en construcción. No creo que el debate sobre esta cuestión deba referirse únicamente a las políticas de adquisición de un museo, sino a la programación artística en general, a la gestión de las actividades educativas y también a la composición del personal del museo y a su formación. En relación con las adquisiciones, me gustaría en primer lugar abordar el hecho de que siempre se discute sobre el riesgo de disminuir la calidad de las colecciones cuando se tiene en cuenta el imperativo de representar mejor los diferentes géneros y experiencias culturales y sociales. La vieja cortina de humo de la “calidad” creo que se deriva esencialmente del hecho de que se tiene poco en cuenta la inversión en la investigación de autores o narrativas que no reflejan la visión de la cultura dominante o son menos visibles en el sistema del arte.
El problema sustancial es la falta de interés, a menudo, por explorar o mostrar lo que está alejado del propio paradigma cultural, la voluntad de excluir de las elucubraciones críticas aquellas voces que abordan cuestiones que se dejan de lado o se omiten voluntariamente, la presencia de una generación de iniciados, ya sea en el ámbito histórico-artístico o relacionada con la divulgación o los medios de comunicación, que sólo incluye a determinados sectores de la población.
Es fundamental, en mi opinión, que el trabajo de investigación e inclusión de la diversidad parta, antes que de la adquisición, de la formación de una conciencia crítica en los trabajadores de la cultura, adquiriendo nuevas herramientas, marcos y conocimientos. Creo que es necesario renovar el enfoque, partiendo siempre de territorios y experiencias específicas para remodelar la historia del arte y revisar el presente, creando nuevos significados a través de las prácticas artísticas actuales y recientes. Para mí, ésta es la tarea necesariamente siempre en curso de una institución de arte contemporáneo.
La Madre, de la que soy director artístico, intenta trabajar en esta dirección tanto en el ámbito de la investigación como en el de la propuesta expositiva y la colección. Uno piensa en la instalación lúdica, Play in the Everyday, Running, de Temitayo Ogunbiyi (Nigeria/Estados Unidos/Jamaica), encargada el año pasado durante el primer encierro y que conecta Lagos y Nápoles, o en la elección para el Día Contemporáneo de AMACI del artista italoamericano Justin Randolph Thompson, cuya obra propuesta, Doan you tell no one I made it, entra en la colección. Más allá de su práctica artística, Thompson lleva años trabajando, a través del Mes de la Historia Negra de Florencia, para presentar a los actores afrodescendientes en la historia y las artes italianas, tratando de hacer visible una historia que siempre ha estado presente pero no reconocida. Del mismo modo, creo que corresponde a un museo desarrollar reflexiones sobre cuestiones y prácticas poco abordadas. En los últimos meses, hemos iniciado una serie de actividades tanto dedicadas a la difusión como relacionadas con la adquisición de obras. Entre ellas, la colaboración con el artista ghanés Ibrahim Mahama en la producción, durante una residencia en Nápoles, de dos nuevas obras para la colección del museo y el ciclo de conferencias dentro del proyecto Art Ethics en colaboración con el Osservatorio Ethos Luiss Business School. Ogunbiyi y Mahama también participaron en un debate en línea sobre cómo deben entenderse las distintas historias del arte en relación con diferentes constelaciones de legados estéticos y concepciones locales y regionales del significado y la acción del arte.
Para terminar, volviendo a la importancia que creo que tiene la formación, estamos participando en un proyecto sobre diversidad iniciado por la Phillips Collection de Washington en colaboración con la Embajada de EE.UU. en Italia, dedicado a formar al personal de los museos en materia de educación, para proporcionar y ampliar los conocimientos de los trabajadores de los museos sobre técnicas y métodos que favorezcan un enfoque participativo que amplíe siempre el alcance del museo como lugar cívico inclusivo para todas las comunidades.
Esta contribución se publicó originalmente en el nº 10 de nuestra revista Finestre sull’Arte en papel. Haga clic aquí para suscribirse.
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