Hoy está en peligro la idea de Venecia como ciudad y como entorno y ecosistema


Venecia no ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad en Peligro, pero a la luz de lo sucedido, se impone una reflexión: la idea misma de Venecia como ciudad y como entorno y ecosistema humano está ahora en peligro. ¿Cómo invertir esta tendencia?

En Fuzhou (China), durante la 44ª sesión del CPM de la UNESCO, representantes de 193 países debaten sobre el Patrimonio Mundial. Una imagen extraordinaria de una diversidad cultural unida que sitúa en un plano de pertenencia común tradiciones, memorias, comunidades, zonas monumentales y sitios naturales de excepcional belleza. Maravillas del hombre y de la naturaleza que hay que preservar y hacer accesibles a las generaciones futuras, todas ellas, más allá de las naciones, más allá de las fronteras. Pero también los retos que nos implican a todos para proteger esta memoria colectiva común de las guerras, las catástrofes naturales y la excesiva funcionalización económica y turística.

Y es en este marco, y partiendo de estas premisas, que los expertos y las delegaciones de los Estados miembros de la UNESCO, en los últimos meses han considerado útil dedicar una atención específica al Sitio de Venecia y su Laguna, considerando “trasladarlo” a la lista de los sitios en peligro, es decir, entre los que necesitan una atención especial por parte del Estado miembro, luego de las instituciones italianas y también de la comunidad internacional. Una atención (no sin precedentes, pero nunca tan decidida) que reconocía a Venecia como “Sitio en peligro”, pero sólo extraoficialmente: de hecho, la ciudad lagunar seguía “aplazada hasta septiembre” por la asamblea, que sin embargo se mostraba tan decidida como siempre en su llamamiento a Italia para que tomara medidas decisivas y contundentes para proteger y reactivar el Sitio.

No se trata, pues, de un rechazo, sino de una intervención, y más de una, por clara que sea, pidiendo que se reequilibre toda la actitud hacia el expediente de Venecia y que se restablezca, con todos los recursos, el carácter de autenticidad que confiere a la ciudad su singularidad y su estatus excepcional.

Explicó la situación Mechthild Rossler, Directora del Centro del Patrimonio Mundial: “La lista de sitios en peligro no es un lugar de expiación de castigos, ni para el sitio que entra en ella ni para el país miembro que la gestiona. La Convención para la Protección del Patrimonio Mundial de 1972 sirve precisamente para apoyar, por todos los medios posibles, la preservación y el realce del valor universal excepcional del sitio en cuestión: incluirlo entre los sitios en peligro significa, por tanto, que la comunidad internacional de la UNESCO se pone al servicio del sitio, para apoyar las actividades y las políticas que el Estado miembro y las instituciones locales no pueden llevar a cabo por sí solos. No se trata de un juicio, sino de una propuesta de aplicación y de mayor colaboración, de tutoría”.

Así que, ya que estamos, debemos reflexionar: cuando hablamos de estas cosas, ¿de qué estamos hablando realmente? Para entender mejor el alcance de la discusión, es necesario hacer un paréntesis e investigar cómo y por qué los expertos y las delegaciones de los Estados miembros de la UNESCO consideraron útil tener un foco dedicado al Sitio de Venecia y su Laguna.He aquí una nota publicada hace unos días por laASSOCIAZIONE BENI ITALIANI PATRIMONIO MONDIALE en la que se explica con precisión el punto de partida de la reflexión del Comité: "compartimos el extracto del documento elaborado por el Comité con la opinión de los órganos consultivos, >>VENECIA Y SU LAGUNA; reproducimos traducidos algunos extractos con los motivos de la solicitud de inclusión en la Lista en Peligro y las posibles acciones futuras, explicando los factores críticos reconocidos por los expertos del Centro del Patrimonio Mundial y de ICOMOS en los últimos años.

  • Efectos de las infraestructuras de transporte

  • Instrumentos de planificación inadecuados

  • Impacto del fenómeno del turismo de masas, tanto en términos de daños a los edificios como al contexto cultural, a través de la conversión de residencias privadas en alojamiento y/o uso comercial

  • La propuesta de una gran infraestructura marítima, con proyectos de construcción masiva, incluyendo una nueva plataforma en alta mar, nuevas terminales para grandes cruceros, un nuevo puerto deportivo y grandes instalaciones turísticas y de ocio dentro de la Laguna o en su entorno inmediato.

  • El impacto medioambiental potencialmente negativo de los barcos, cruceros y petroleros.

  • El factor gestión e institucional, la gobernanza, los problemas de coordinación entre múltiples organismos gubernamentales y de control, institucionales y no institucionales, implicados en la conservación, la gestión del bien y los flujos turísticos.

  • El impacto de los fenómenos climáticos adversos, la gestión del Cambio Climático sobre el ecosistema de la Laguna y el bien inmueble".

Habiendo tomado nota de los puntos críticos reportados a lo largo de los años, evaluado los resultados de la misión de Monitoreo Reactivo en 2015 y la misión de Asesoramiento Conjunto Centro del Patrimonio Mundial/ICOMOS/RAMSAR en 2021, al concluir el proceso de evaluación surgió la solicitud de añadir el sitio de Venecia y su Laguna a la lista de Sitios del Patrimonio Mundial en Peligro.

Ahora bien, a menudo subestimamos la idea de la ciudad y lo que significa. Nos acordamos más de ella cuando oímos hablar mucho de ella, sobre todo a propósito de los suburbios o, como en el caso emblemático de Venecia, de terribles degradaciones o inscripciones amenazadoras en listas punitivas fantasmas de la Unesco. Sin embargo, vivimos en ciudades. Así que quizá la cuestión sea más matizada y menos sectorial. Una ciudad es causa y efecto de los valores que en ella se expresan, valores intangibles (la ciudadanía es uno de ellos) que tienen consecuencias materiales (habitabilidad e impactos económicos). ¿Y cómo deben juzgarse o dirigirse las intervenciones sobre unos y otros? ¿Deben prevalecer los valores estéticos (un lugar para mirar) o los éticos (un lugar para vivir)? Entonces hay que intentar ampliar el espectro, no segmentarlo; hay que responsabilizarse y encontrar elementos comunes, no diferenciadores. Uno sobre todo es la cultura que se expresa en esos espacios, en esos territorios. Es ahí, donde los “entornos urbanos” se convierten en una cuestión humana, donde la cultura puede (debe) entenderse como una infraestructura productiva compleja. Una infraestructura de conexión, no sólo vinculada a museos y bibliotecas, sino una infraestructura civil, que da acceso a las estratificaciones culturales de un territorio y a su identidad.

Venecia, Plaza de San Marcos
Venecia, Piazza San Marco

Nuestras ciudades representan un sistema unitario constituido por un patrimonio cultural y productivo único, inseparablemente integrado con las actividades, la socialidad, la cultura y las características de los lugares. Esto hay que recordarlo. Las plazas como bien común, núcleos de encuentro, de intercambio, de acción colectiva, territorio abierto de puesta en común, nodo central de una red social fundamental. Y es a partir de estos supuestos que es necesario “leer” las preocupaciones de la comunidad internacional de las que hemos sido testigos en la 44ª WHC: hoy está en riesgo la idea misma de Venecia como ciudad y como entorno y ecosistema humano.

Venecia es una ciudad que vive de paradojas y esa paradoja es ella misma, es el ejemplo supremo de transición del orden de la naturaleza al del hombre y la cultura: aquí el vínculo entre el patrimonio natural, cultural, artístico y arquitectónico es único y está inseparablemente integrado con las actividades, la artesanía, la relación inseparable con el mar, la peculiaridad de los acontecimientos rituales y festivos, laimportancia de la lengua y de las expresiones orales como medio de transmisión de la identidad de la ciudad en su comunidad patrimonial, y esto convierte al sitio de la Unesco “Venecia y su Laguna” en un sistema unitario y paradigmático tanto de Italia como de toda la lista del Patrimonio Mundial. Por eso es tan importante preservar su identidad y su patrimonio: la herencia cultural y el legado histórico no son nada si no están unidos a las comunidades que los han conformado a lo largo del tiempo. Una ciudad única no sólo por la trillada retórica de la belleza, sino por un equilibrio único que hay que proteger y salvaguardar. Así pues, no sólo hay que trabajar para relanzar una Venecia comercial, o para protegerla con soluciones de emergencia, sino que hay que cambiar radicalmente el paradigma que la interpreta como tal, alejándose de la lógica mercantil de la atracción turística y volviendo a interpretarla como ciudad, con acciones concebidas y ejecutadas a partir de este supuesto.
La Unesco está presente en Venecia desde 1966, con motivo de las inundaciones, año en que movilizó la atención internacional sobre la ciudad, reuniendo a su alrededor, a lo largo del tiempo, no sólo un papel de vigilancia, sino también una movilización activa de recursos humanos y financieros, como ninguna otra organización, nacional e internacional, ha hecho.otra organización, nacional e internacional, ha hecho jamás (y que la propia UNESCO no ha hecho nunca en ningún otro lugar del mundo), y los comités internacionales que operan en la ciudad son sólo el ejemplo más llamativo de ello. El plan de gestión del sitio de Venecia y su Laguna, el último redactado, y también el único existente, se creó para apoyar el desarrollo de la ciudad escuchando a la propia ciudad. Y la sentida llamada de los últimos días nace de este compromiso, y debe interpretarse como una importante oportunidad (la enésima) que no puede seguir siendo por mucho tiempo letra muerta, desatendida (si no es que también atacada por la administración local), con importantes daños también para la credibilidad internacional de la ciudad. Así que hay que partir de nuevo de esta invitación a la disponibilidad de la comunidad internacional, y de los recursos que existen y están disponibles. Tal vez empezando por garantizar que la oficina de la Unesco que ya está presente en Venecia (la única oficina europea además de la de París) se convierta en un observatorio estable, un centro operativo que relance las peticiones de la política local y de la ciudad, su comunidad, a nivel internacional. Que aprovechemos la oportunidad que nos brinda la comunidad internacional y creemos una comisión/grupo de trabajo para el apoyo, revisión y puesta en marcha de un nuevo plan de gestión más incisivo que recoja las demandas de la Asamblea y de la ciudad (los Grandes Barcos son sólo una de las muchas cuestiones críticas). Porque salió bien, incluso esta vez, pero podría haber salido mucho peor, y si esta vez se trataba de proponer la inclusión del sitio en la lista de “en riesgo”, puede que no haya más remisiones en el futuro. Al fin y al cabo, en las mismas horas hemos visto cómo Liverpool perdía su condición de Patrimonio de la Humanidad, por negligencia y especulación, y esa decisión (ésta histórica) es una auténtica advertencia.

Tenemos que conseguir que Venecia siga siendo una ciudad y no un museo, tenemos que restablecer de inmediato un equilibrio “sano” ante todo entre ciudadanos y visitantes, reinterpretando la relación entre acogida y permanencia; y después invertir con valentía y visión de futuro para que la ciudad (toda ella) vuelva a ser atractiva como lugar para vivir y trabajar. Venecia y su extraordinario patrimonio de cultura y creatividad, pero también de tradición y educación, que caracterizan su historia, tienen la clave y todos los recursos para relanzar su futuro. Un futuro que genere valor a través de las personas. En este sentido, diseñar nuevas vías de difusión y accesibilidad del territorio lagunero debe ser hoy más que nunca el objetivo central en la nueva idea de ciudad. Un cambio de ritmo para fomentar un verdadero Desarrollo Local Sostenible frente a una normalidad prepandémica que no era del todo normal. En este sentido, urge alejarse rápidamente de toda retórica y definir modelos de crecimiento que potencien los recursos locales, modelos capaces de poner en el centro la dimensión relacional de acogida y conocimiento, capaces de hacer de la cultura su propio sujeto y no sólo el objeto de sus acciones, a través de una nueva oferta sistémica, cualitativa y no cuantitativa, con impactos proporcionales, materiales e inmateriales (y sólo entonces económicos), medidos a medio y largo plazo. Porque no se puede hablar de Venecia (ni siquiera pensar en administrarla) sin ser plenamente consciente de su valor cultural y artístico. Una oferta sin parangón en el mundo que hay que promover y proteger como portadora de valores culturales, sociales, históricos y económicos estrechamente ligados a la ciudad. Recursos colectivos que no pueden comercializarse de forma superficial y reductora.

Lo han entendido bien en otros lugares, donde la propia idea de cultura difusa se concibe y aplica ante todo para la población residente, para fomentar la interacción cultural, ofreciendo nuevas perspectivas sobre la contemporaneidad y la interculturalidad, implicando activamente a los territorios y no considerándolos pasivamente como lugares estériles, sino activamente como hábitats participativos, estimulando su capacidad para rediseñar su propio desarrollo, revolucionando también su atractivo como nuevos polos turísticos. Es urgente alejarse rápidamente de toda retórica y atajos que nos remitan a los (equivocados) modelos de marketing del siglo pasado. Lo contrario es plegarse (de nuevo) a una lógica que degrada la función pública de la cultura y de la propia ciudad, como servicio nacido de y para la comunidad, aplastándola bajo el peso del turismo como única posición de ingresos. Sin embargo, una vez pasada la tormenta, toda la preocupación parece seguir deslizándose en un triste y descolorido álbum de recuerdos políticos, culturales y cívicos. Un sueño borroso, una anécdota de la que alardear cuando haga falta, ya sea turismo, propaganda, orgullo o protesta. Sin embargo, el expediente de Venecia no está cerrado.

No dejemos, pues, que el “peligro escapado” de estos días sea provincianamente motivo de enfrentamiento o de satisfacción parroquial, y mucho menos que se trivialice: lo que emerge del Comité del Patrimonio Mundial es una clara llamada a actuar con resolución y con una nueva y real asunción de responsabilidad, hoy, por el bien de Venecia. Porque si Venecia pierde sus lazos de identidad, corre el riesgo de convertirse, en el mejor de los casos, en un museo al aire libre, y la civilización que ha creado y mantenido vivo este lugar único está destinada a perderse. Y con ella una pequeña parte de todos nosotros.


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