Heritage School, el fracaso de las candidaturas certifica una vergonzosa falta de claridad


Apenas cuatrocientas solicitudes para el primer ciclo de la recién fundada Escuela del Patrimonio (o Escuela BACT): unas solicitudes que dan fe de una vergonzosa falta de claridad por parte del ministerio.

El 12 de marzo, una nota de prensa de la Consejería de Patrimonio Cultural y Turismo publicaba el número de solicitudes para la selección de los dieciocho alumnos que participarán en el primer ciclo del curso de la Escuela de Patrimonio: cuatrocientos en total. Bastantes, si se piensa en lo mucho que se ha hablado en los últimos meses de este nuevo instituto y, sobre todo, si se piensa en la cantidad de interinos con altísima cualificación que pueblan el mundo del patrimonio cultural y que, por tanto, son proclives a batirse en todos los caminos para encontrar un trabajo estable. Pero son demasiados si se tiene en cuenta que el nacimiento de la Escuela del Patrimonio ha ido acompañado de una aterradora falta de claridad: y la niebla que se ha ido acumulando en torno a esta escuela desde que se habló de ella por primera vez parece, por desgracia, lejos aún de disiparse.

De momento, a falta de indicaciones claras por parte del ministerio, sólo hay una herramienta en la que apoyarse para intentar entender algo: la página web de la escuela. Una escuela que, oficialmente, según se puede leer en sus estatutos, no se llama “Escuela de Patrimonio”, sino “Escuela de Patrimonio Cultural y Turismo”, abreviada como “Escuela BACT”: sin embargo, en sus comunicados, el ministerio sigue llamándola “Escuela de Patrimonio”. Uno se pregunta, por tanto, cómo se puede esperar claridad por parte del ministerio si, evidentemente, aún no ha decidido cómo llamarla, pero esto no debería ser obstáculo para seguir planteando numerosas preguntas sobre la naturaleza de la escuela, sus cursos y las salidas con las que contarán sus alumnos.



En cuanto a la naturaleza de la escuela, leemos en los estatutos que “la Escuela tiene personalidad jurídica de derecho privado en forma de Fundación de Participación”: una especie de término medio entre una asociación y una fundación, y comparte con esta última el hecho de ser una organización sin ánimo de lucro y una institución de derecho privado, aunque entre sus miembros puede haber organismos públicos. Los estatutos, en el capítulo de miembros fundadores, establecen que “el Miembro Fundador de la Escuela es el Ministerio de Patrimonio y Actividades Culturales y Turismo”, pero también que “las personas jurídicas públicas y privadas que compartan los mismos fines y persigan fines institucionales similares o complementarios a los de la Escuela, también podrán ser Miembros Fundadores suscribiendo los correspondientes estatutos y contribuyendo al Fondo de Dotación y al Fondo de Gestión de la Escuela”. Por el momento, sin embargo, no se sabe (o en todo caso no hemos encontrado información) de otros socios además de MiBACT. Y sería interesante que se publicara información al respecto en el sitio web, dado que en el presupuesto de MiBACT para 2018 se asignan nada menos que 2,5 millones de euros a la Escuela de Patrimonio. Una cifra idéntica a la que se concede cada año al Teatro alla Scala de Milán, o al comando Tutela Patrimonio Culturale de los Carabinieri, o a la Accademia dei Lincei, y que corresponde aproximadamente a una décima parte de todo lo que se asignará en 2018 a la Dirección General de Educación e Investigación, y a una sexta parte del presupuesto de la Dirección General de Arte y Arquitectura Contemporánea y Periferias Urbanas. Leído así, casi parece que la formación de los dieciocho alumnos costará ciento cuarenta mil euros cada uno, cada año. Tampoco queda claro si, junto a esta dotación aportada por el ministerio, existen también otros fondos garantizados por posibles socios de los que nada se sabe por el momento (o por la información que hemos logrado encontrar). Además, el apartado “administración transparente” está incompleto, ya que, por ejemplo, faltan los currículos de todos los miembros del consejo de administración y de todos los miembros del consejo científico: una carencia inaceptable, sobre todo si se tiene en cuenta que la convocatoria para la selección de estudiantes no sólo ya se ha lanzado, sino que ya se ha cerrado, puesto que el plazo de presentación de solicitudes finalizaba el 8 de marzo.

Il Collegio Romano, sede del MiBACT
El Colegio Romano, sede del MiBACT

Y hablando de la convocatoria y de lo que harán los alumnos: también aquí hay varios puntos que aclarar. La convocatoria especifica que el curso se divide en un módulo común a todos los estudiantes de 8 meses de duración, seis módulos especializados de 4 meses y un periodo de prácticas (o aprendizaje, y uno se pregunta por qué no han optado por el término en italiano) de 12 meses. En cuanto a los módulos comunes, la escuela enumera las disciplinas a las que se enfrentarán los alumnos (histórica, económica y de gestión, jurídica y administrativa, geológica y medioambiental, conservadora-museológica y de conservación, de comunicación, matemático-aplicativa y tecnológica), pero no entra a valorar qué cursos individuales se cursarán, ni quiénes serán los profesores que los impartan. Sólo se ofrece escasa información sobre la naturaleza de los módulos. Lo mismo ocurre con los módulos especializados (que son seis: gestión de la protección del patrimonio cultural, gestión de datos de archivos y bases de datos, gestión de datos de bibliotecas y bases de datos, gestión de museos y centros museísticos, desarrollo territorial y arte contemporáneo, políticas turísticas): también en este caso hay descripciones someras y poco detalladas. También hay que subrayar que los candidatos no pueden elegir libremente el módulo de especialización que van a cursar: en el formulario de candidatura sólo podían indicar una preferencia, pero la elección del módulo de especialización se hará a criterio exclusivo del comité de selección, sobre la base de lo que éste considere “más apropiado” para el candidato. Que yo sepa, ésta sería la primera escuela en Italia que elige el itinerario de su candidato (cuando debería ser al revés).

Y de nuevo, sobre las llamadas prácticas: no sólo no se sabe aún qué estudiarán los alumnos durante los cursos de formación, sino que ni siquiera se sabe dónde irán a trabajar durante los doce meses de prácticas. En la convocatoria, de hecho, se afirma que el periodo de prácticas “se realizará en entidades públicas o privadas que operen en los sectores del patrimonio cultural o del turismo”, mientras que en la página dedicada a ello en la web de la Escuela BACT no se mencionan entidades privadas, ya que se afirma que el “periodo de prácticas, destinado a completar la formación del alumno, se lleva a cabo en uno de los nodos de la red de la administración del patrimonio y de las actividades culturales y turísticas en el territorio nacional, con el fin de desarrollar las competencias necesarias para las funciones de gestión y ejecución del estudiante a través de la experiencia directa dentro de las estructuras que operan en la protección, gestión, valorización y promoción del patrimonio y de las actividades culturales y turísticas”. Y, de hecho, tiene mucho más sentido que los estudiantes trabajen en estructuras públicas, ya que están especialmente formados para desarrollar, como se lee en la página web de la Escuela, “las competencias necesarias para las funciones de gestión y ejecutivas dentro de estructuras que operan en la protección, gestión, valorización y promoción del patrimonio y de las actividades culturales y turísticas”. Evidentemente, pues, no está claro si habrá posibilidad de empleo en las filas del ministerio tras este periodo de aprendizaje: En caso contrario, corremos el riesgo de contar (una vez más) con dieciocho profesionales hiperespecializados que se encontrarán en posesión de un título adicional que, cabe imaginar, no les será de ninguna utilidad, dado que se obtendrá al término de unos estudios extremadamente específicos (y cabe imaginar también que los candidatos de la Escuela BACT aspiran a una carrera en organismos estatales: de lo contrario, con toda probabilidad, habrían optado por otras vías de estudio y trabajo).

Por último, merece una nota final la Escuela Internacional de Patrimonio Cultural, no especificada, un “curso de formación avanzada de 18 meses reservado a estudiantes extranjeros con el fin de desarrollar competencias históricas y artísticas en materia de protección, gestión y valorización del patrimonio cultural”, mencionado en varias páginas del sitio web de la Escuela. El objetivo, según el estatuto, es “reforzar el papel internacional de Italia y la singularidad de su modelo de formación e investigación en el ámbito de las competencias histórico-artísticas y de la protección, gestión y valorización del patrimonio cultural”. También aquí falta información: de hecho, en la página dedicada a los programas de formación (que, por otra parte, sólo está disponible en italiano: una excelente medida, si se aspira a hablar a un público internacional) se especifica que “la descripción del programa educativo estará disponible en breve”. Sin embargo, en la página que contiene la descripción del curso hay alguna información: en concreto, leemos que “la Escuela Internacional de Bienes Culturales es un curso dirigido exclusivamente a estudiantes extranjeros, seleccionados tras acuerdos bilaterales entre Italia y un país extranjero o entre la Escuela y una institución extranjera”. ¿Acuerdos bilaterales entre Italia y un país extranjero? ¿Qué país extranjero? ¿Entre la Escuela y un organismo extranjero? ¿Qué organismo extranjero? Y de nuevo: dice que la Escuela “tiene como objetivo proporcionar competencias curatoriales especializadas”. Pero, ¿no está escrito en el estatuto que el objetivo es el (mucho más amplio y general) de “desarrollar competencias históricas y artísticas en la protección, gestión y valorización del patrimonio cultural”? Es cierto que el primer curso internacional se activará en 2019, pero esta total falta de claridad, además de las contradicciones que se desprenden de las páginas del sitio web, es francamente vergonzosa.

En definitiva, no sabemos más por el momento, pero hay muchas preguntas a las que los órganos de la Escuela deberían dar respuesta: esperamos que, tras este artículo, lleguen respuestas articuladas a las muchas dudas que están surgiendo. Por ahora, sólo disponemos de una herramienta, la página web, que parece ser un retrato perfecto de lo que es la Escuela del Patrimonio o Escuela BACT: un objeto sobre el que se entiende muy poco.


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