Hemos llegado a comparar las visitas a los museos con los partidos de fútbol


Al dar a conocer los datos de asistencia a los museos este año, el Ministerio de Cultura informa de que algunos de los domingos gratuitos superaron al campeonato de fútbol de la Serie A.

Algo más desconcertante de lo habitual resulta este año el comunicado sobre cifras de visitantes a museos que el Ministerio de Cultura difunde anualmente a finales de enero para presentar los resultados del año anterior. Y la desazón, por supuesto, no proviene de que en 2019, casi con toda seguridad, el número global de personas que visitaron los museos estatales haya sido inferior al de 2018. No se trata de eso: no hay drama que valga si, durante un año, descienden los visitantes de los museos. Para hacer un análisis más completo y ponderado, sin embargo, habrá que esperar a los resultados completos: acostumbrados a los tonos triunfalistas de la comunicación que siempre han acompañado a los ministerios dirigidos por Franceschini, si los visitantes hubieran aumentado, sin duda nos habríamos enterado y las oficinas de promoción del MiBACT habrían hablado de “boom”, “récord”, etcétera. En cambio, el número total de visitantes de este año no se ha hecho público, a diferencia de años anteriores, y la oficina de prensa del ministerio se ha limitado a informar, en el último párrafo del comunicado de prensa, de que “tras años de crecimiento continuo de dos dígitos, el número de visitantes de todo el sistema nacional de museos se ha estabilizado en torno a los 55 millones”, y a hacernos saber que ha sido el número de visitantes de los treinta sitios culturales más visitados el que ha aumentado (un 2,4%).

Por ahora, sin embargo, lo importante no son los datos: a falta de cifras completas es imposible hacer comentarios. Sí es posible, en cambio, detenerse en las fórmulas de competición deportiva utilizadas para presentar los resultados de los museos. “Superestrella”, “podio”, “escalar cuatro posiciones”, “escalar tres posiciones y situarse decimoctavo en la clasificación”, “excelente rendimiento”: expresiones que parecen sacadas de un artículo sobre la segunda manga del eslalon especial de Schladming y que, sin embargo, no describen una competición entre atletas que participan en la Copa del Mundo de esquí alpino, sino un absurdo concurso entre museos, donde hay institutos que suben al podio, otros que suben o bajan en la clasificación y otros que han obtenido “buenos resultados en términos de crecimiento”. Como si se hablara de un equipo de fútbol.

Turistas en los Uffizi. Del proyecto Grand Tourismo (2018) de Giacomo Zaganelli.
Turistas en los Uffizi. Del proyecto Grand Tourismo (2018) de Giacomo Zaganelli.

Una comparación, la del fútbol, que no deriva de una sugerencia del escritor: es el propio MiBACT el que subraya que ’los museos vencieron a la Serie A’. De hecho, nos enteramos de que, durante algunas ediciones del domingo gratuito (ediciones, obviamente, “de récord”), “la asistencia a los museos fue superior a la de una jornada del campeonato de fútbol de la Serie A”. ¿Debemos, pues, considerar oficialmente nuestros museos como sustitutos de los partidos de fútbol? Esperemos que no, porque si los domingos gratuitos se convierten en la alternativa a los campeonatos de fútbol, significa que hemos entendido mal la finalidad de los museos. En el mundo real, escribía Tommaso Labranca en su Vraghinaroda, y precisamente a propósito de los domingos gratuitos, “no se puede pasar de una semana de aplazamientos futbolísticos a una exposición sobre la vanguardia holandesa de la que las noticias decían maravillas sobre la librería y ni una sola sobre cómo surgió la vanguardia holandesa”.

Ahora llega MiBACT y certifica que esta transición del fútbol a la vanguardia holandesa puede llevarse a cabo despreocupadamente, con los datos en la mano. Lo que quizá no esté claro para muchos, sin embargo, es que reducir el museo a un pasatiempo desvinculado, un lugar donde experimentar emociones impalpables, un teatro para dementes “paseos por la belleza”, significa presionar para que el propio museo abdique de su papel como lugar donde se intenta comprender el mundo, desarrollar el pensamiento crítico, razonar sobre los derechos, la libertad, la igualdad, la participación, dialogar sobre el pasado y el futuro. Y que se reduzca a un simple sitio donde pasar un rato porque es gratis, o porque “es mejor que el centro comercial”. Y así, mientras nos preparamos para el desmantelamiento de uno de los raros aciertos del ex ministro Bonisoli (es decir, la supresión de los domingos gratuitos en los meses punta: Dario Franceschini ya ha hecho saber que los “domingos en el museo” volverán todo el año), será el caso de hacernos una pregunta: ¿pero no es mejor ver un bonito y entendido partido de fútbol que visitar un museo como si fuéramos a ver los escaparates de un outlet?


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