Detalle del paisaje de la Madonna del Belvedere de Rafael en el Kunsthistorisches Museum de Viena. |
Pues bien, corremos el riesgo de tener que borrar de nuestras mentes siglos de historia y de arte, porque ese paisaje se encamina hacia el hormigón y la devastación. Y si esto sucede, tendremos que agradecérselo a un grupo de políticos del Partido Demócrata, pero sobre todo a los intereses corporativos que están detrás de la maxi-enmienda con la que dichos políticos pretenden desvirtuar el plan paisajístico de la Región de Toscana presentado el año pasado por la concejala de urbanismo (en cuota IdV) Anna Marson, en colaboración con el Ministerio de Patrimonio Cultural, las autoridades locales y las universidades de la región. Por fin, pensó uno, la política nos ha dado algo bien hecho. Con el plan, Toscana ha introducido un estudio detallado y analítico del territorio, a través de mapas y encuestas que fotografían todas y cada una de las zonas de la región: cultivos, zonas industriales, zonas urbanas, yacimientos arqueológicos, cuencas de ríos y arroyos, etc.
Pero eso no es todo: además de esta importante labor de análisis, el plan paisajístico también indicaba, de forma clara y precisa, las normas para evitar la explotación y la devastación del paisaje y, por tanto, dónde no se debía construir y qué actividades debían cesar para no dañar el medio ambiente y salvaguardar la protección del territorio, preservando su uso. Y lo interesante es que el plan no sólo abarca las zonas de postal que todos tenemos en mente: también hay indicaciones para reurbanizar zonas degradadas. En la página web de la Región, el plan se presenta como un conjunto de “ciertas reglas, destinadas a mantener el valor del paisaje incluso en las transformaciones a las que está continuamente sometido, promoviendo al mismo tiempo un mejor conocimiento de las peculiaridades identitarias de los paisajes regionales, urbanos y rurales, y del papel que pueden desempeñar en las políticas de desarrollo; una mayor conciencia de la necesidad de políticas integradas; un refuerzo de la relación entre paisaje y participación, entre cuidado del paisaje y ciudadanía activa”.
Buey de Giovanni fattori inmerso en un paisaje toscano (obra en colección privada) |
Se empieza, pues, con la mejor de las intenciones. Pero está por ver si las mejores intenciones conseguirán imponerse a los intereses, porque el plan aún tiene que ser aprobado definitivamente. El proceso, de hecho, terminará el próximo 10 de marzo, y recordemos que ha sido bastante largo. Se tardó un par de años en redactarlo, luego, en enero del año pasado, la consejera Anna Marson lo propuso a la Junta, que a su vez lo aprobó y lo presentó al Consejo Regional. El Consejo Regional lo aprobó provisionalmente el pasado 2 de julio: entonces comenzó un periodo en el que el plan fue objeto de revisiones y modificaciones antes de su aprobación definitiva, que se votará el 10 de marzo. Y pocos días antes de la fatídica fecha, el PD (de acuerdo con Forza Italia: evidentemente, los grandes entendimientos y pactos del nazareno también funcionan a nivel local) presenta una serie de enmiendas que darán al traste con el trabajo realizado hasta ahora.
El presidente de la FAI, Andrea Carandini, ha asociado, con una imagen formidable, a los concejales del PD con los hooligans del Feyenoord que causaron destrozos en el Barcaccia</strong de la Plaza de España de Roma. ¿Podríamos llamarloshooligans del paisaje? Mientras esperamos la respuesta a la pregunta, veamos qué se les ha ocurrido. La idea principal es convertir lo que antes era una directiva, y por tanto una obligación, en una directriz. Esta idea, según Legambiente, “anulará el sentido y la utilidad” del plan, porque es muy legítimo esperar que si las normas contenidas en el propio plan dejan de ser vinculantes, quienes tengan interés en especular con el suelo harán todo lo posible por no acatar las directrices dictadas por el plan, que por tanto deberían tomarse como consejos para evitar la devastación de la Toscana. Pero el problema es que la Toscana no necesita consejos: necesita normas estrictas que protejan una región que ya está sufriendo los golpes de quienes tienen poco interés en el paisaje. Como los explotadores del mármol.
De hecho, la enmienda del PD afecta muy de cerca a las canteras de mármol de los Alpes Apuanos, para las que el plan, tal como estaba estructurado inicialmente, había previsto un cierre gradual, dado que la extracción de mármol es una actividad que tiene un impacto muy fuerte en el medio ambiente y en la calidad de vida de los ciudadanos de Carrara y sus alrededores. En un principio, el plan impedía la apertura de nuevas canteras, la ampliación de las existentes, la reapertura de canteras en desuso y la explotación de canteras en zonas vírgenes: las nuevas enmiendas eliminan las limitaciones al respecto, dejando intacta únicamente la prohibición de explotar canteras por encima de los 1.200 metros de altitud. Pero sólo donde no haya ya canteras activas: las activas, incluso por encima de esa altitud, también podrán ampliar sus actividades.
Anna Marson habla de “un partido del ladrillo y la piedra que intenta establecerse”. Es probable que su mandato como consejera llegue a su fin al término de la actual legislatura, ya que es de esperar que no sea reconfirmada: expresamos por tanto nuestra simpatía a Anna Marson y nuestra invitación a no rendirse y a continuar por el camino ya trazado. La protección del paisaje no puede someterse al chantaje de los puestos de trabajo, la nueva arma que los políticos vienen dilucidando para tener el camino allanado hacia las peores turpitudes. ¿Son tan miopes los políticos toscanos como para no darse cuenta de que, por ejemplo, la reconversión de toda la economía de las Apuanas sobre la base de un plan de desarrollo sostenible que fomente las actividades de impacto cero podría crear incluso más puestos de trabajo de los que crea la impactante industria del mármol? Los modelos ya existen y han sido desarrollados por expertos y asociaciones ecologistas. Sólo hace falta tener la voluntad de detener la masacre del territorio y sentarse en torno a una mesa para debatir, no para imponer.
Mientras tanto, comités y asociaciones ecologistas han lanzado una petición para exigir la retirada de la maxi enmienda y ayudar a salvar el paisaje toscano. Nosotros ya la hemos firmado.
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