Tenemos que decirlo: nos gustan mucho los festivales literarios. Así que, cuando los hay, intentamos asistir a ellos. Los actos se han multiplicado, las conferencias y presentaciones son casi siempre de gran calidad, y siempre hay un montón de eventos paralelos realmente interesantes. Y entonces las ciudades se llenan, los bares y restaurantes crean menús temáticos literarios, no es nada raro encontrarse con autores famosos por la calle (nosotros, por ejemplo, nos topamos por casualidad con Dario Fo en la plaza Mantegna de Mantua durante una Festivaletteratura), hay un ambiente casi festivo en las calles. Sin embargo, últimamente nos preguntamos si el brillo y la mundanidad de los festivales literarios se corresponden con un amor igual por la cultura, el arte y la literatura, que quizá se ejerce a diario, incluso cuando se baja el telón de los eventos.
Si un marciano aterrizara en el planeta Tierra y tuviera la suerte de elegir nuestro país como base de aterrizaje, viendo la proliferación de festivales literarios, y sobre todo el éxito que tienen, bien podría pensar que los festivales son sólo la punta del iceberg de una realidad hecha de ávidos lectores, de ciudades con una vasta y sólida oferta cultural que dura todo el año, y que todo ello se sustenta en un sistema educativo que goza de excelente salud. Por eso, el marciano podría decidir quedarse un tiempo en Italia para comprobar que sus suposiciones están bien fundadas. Sin embargo, al cabo de unas semanas, descubriría por desgracia que las cosas no son exactamente como imaginaba.
Descubriría, mientras tanto, que según el informe sobre la producción y la lectura de libros en Italia, investigación realizada por el ISTAT, en 2014 solo el 41,4% de los italianos afirmó haber leído al menos un libro durante el año anterior: esto significa que casi el 60% de los italianos no lee libros. Una cuota preocupante, porque hay que añadir, además, que el número de lectores (incluso de los que leen un solo libro al año) está disminuyendo rápidamente: eran más del 43% en 2013, y más del 46% en 2012. El marciano, sin embargo, no se sorprendería demasiado, porque descubriría que la baja aptitud para la lectura es un vicio que los italianos arrastran desde la infancia: según un reciente informe de Save the Children, el porcentaje de niños y jóvenes de entre 6 y 17 años que no han leído un libro en el último año es del 48,2% (que sube al 55,2% si la pregunta es: “¿has visitado al menos un museo en el último año?”). En consecuencia, nuestra falta de confianza con los libros nos ha relegado a los últimos puestos de la clasificación de competencias de lectura y escritura de los países de la OCDE. Y, de nuevo como consecuencia, la industria editorial se encuentra en una situación desesperada.
El público del Festival Filosofia de Módena en la Piazza Grande. Foto de Fanpage.it distribuida bajo licencia Creative Commons |
Estas cifras, sin embargo, podrían, quién sabe, llevar al marciano a pensar que tal vez esta situación no sea un fiel espejo de nuestro país, y que las ciudades que acogen festivales literarios son islas felices que dedican gran atención a la cultura y la educación. Pero incluso en ese caso se sentirían decepcionados. En Módena, sede del Festival Filosofia, tres librerías históricas se han visto obligadas a cerrar sus puertas sólo en el último año. La situación no es mejor en Sarzana, sede del Festival della Mente: el año pasado cerró una de las principales librerías de la ciudad ligur tras treinta años de actividad. Y lo curioso es que el establecimiento era responsable de la organización de la librería del Festival. Y de nuevo, en Aulla, situada a pocos kilómetros de Sarzana, los alumnos de primaria y secundaria se verán obligados, un año más, a seguir sus clases en el interior de contenedores, porque su colegio fue azotado por la riada que arrasó Lunigiana y Levante Ligure el 25 de octubre de 2011, y después de cuatro años aún no se ha construido su nuevo edificio escolar. Y muchos de esos niños ni siquiera saben cómo es una escuela de verdad.
Incluso la Mantua del que probablemente sea el festival más conocido de Italia, el mencionado Festivaletteratura, tiene sus problemas: solo a modo de ejemplo, el Liceo Classico de Castiglione delle Stiviere ha perdido este año su estreno, el alcalde de Solferino pide ayuda porque el ayuntamiento no dispone de fondos para llevar a cabo las obras de renovación del complejo escolar (que incluye también una biblioteca), y en el liceo científico de Viadana se han denunciado graves problemas de deterioro. Y no hablemos de Carrara, que este año acogió la décima edición del Festival Con_Vivere Carrara: una ciudad sin cine, una programación de conciertos ausente, dos teatros de tres cerrados indefinidamente. Situada en una provincia en la que este verano se planteó la hipótesis de reorganizar la semana escolar en cinco días en lugar de seis debido a la falta de recursos y a la consiguiente necesidad de ahorrar dinero.
La pregunta entonces es: ¿los festivales literarios esconden un amor visceral por la literatura por parte de su público, o son (o se han convertido) en un mero “happening” mundano? Y, si la segunda pregunta fuera cierta, para mejorar las condiciones de nuestras escuelas, librerías, museos, teatros y en general de todo lo que gira en torno al concepto de cultura, ¿sería conveniente dar una pátina de moda a actividades como estudiar, leer un libro, observar una obra de arte? Quién sabe, ¿quizá se consigan algunos resultados?
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