¿Están contadas las horas de gratuidad los domingos? Tal vez, a la espera de la verdadera revolución que necesitan los museos


Podrían cancelarse los domingos gratuitos en el museo. Así parece desprenderse de las palabras de la ministra Bonisoli: esperemos que sea el momento oportuno.

Tal vez, los domingos gratuitos tengan las horas contadas y pronto puedan convertirse en cosa del pasado. A principios de año, desde estas páginas, quien esto escribe había lanzado la propuesta de suprimirlos y pensar en formas alternativas de incentivación, y tras las recientes declaraciones del ministro de Patrimonio Cultural , Alberto Bonisoli, parece que las próximas iniciativas pueden ir en esta dirección. Durante la presentación de las líneas programáticas del ministerio, que tuvo lugar este martes en el Congreso de los Diputados, Bonisoli afirmó: "Me han preguntado qué pienso de los domingos gratuitos. Lo que puedo decirles es que se mantendrán, así que los turistas que vengan al domingo gratis en agosto entrarán gratis, en septiembre entrarán gratis, en octubre no sé (probablemente entrarán gratis) y luego a partir de noviembre ya veremos’.

Foto de un domingo gratuito en la Reggia di Caserta, tomada por Pasquale Liccardo y publicada por Tomaso Montanari en el blog Articolo 9
Foto de un domingo gratuito en la Reggia di Caserta, tomada por Pasquale Liccardo y publicada por Tomaso Montanari en el blog Articolo 9

Por supuesto, es demasiado pronto para sacar conclusiones, pero no es menos cierto que, aunque el ministro, en la continuación de su discurso, señaló que su anuncio se movía entre lo serio y lo jocoso, el domingo libre no es ciertamente una institución intocable. También es cierto que los domingos gratuitos han contribuido a atraer flujos considerables de visitantes a los museos: lo dicen los datos. Y también es probable que hayan llevado a muchos ciudadanos y turistas a descubrir museos que nunca antes habían visitado. Sin embargo, también hay que considerar el lado negativo de los domingos gratuitos: museos abarrotados incapaces de ofrecer a los visitantes condiciones óptimas para admirar las obras de arte, colas de horas y horas para poder acceder, situaciones de estrés para los guías y el personal (así como estrés para las instalaciones, que a menudo no pueden hacer frente a flujos masivos de visitantes). Además, aunque la gratuidad de los domingos ha supuesto un innegable aumento de público, carecemos de datos que nos permitan segmentarlo adecuadamente. En otras palabras, sabemos que cientos de miles de personas visitaron museos el primer domingo de mes (3.549.201, para ser exactos). Pero no sabemos nada de esos tres millones de visitantes: desconocemos su edad media y su distribución por edades, desconocemos cuántos de ellos están dispuestos a gastar (y, en caso afirmativo, cuánto están dispuestos a gastar), desconocemos su profesión o su nivel económico. Básicamente, ha faltado análisis: y eso es grave, ya que mediante el análisis de los datos podríamos haber llegado a conocer en detalle la composición de la audiencia. Y quizás podríamos haber utilizado los datos para hacer más eficaz la gratuidad en los museos.

Paradójicamente, no es descabellado pensar que extender la entrada gratuita a los museos a todo el mundo, indiscriminadamente, durante un solo día al mes, es una idea clasista y antidemocrática. Es como si quisiéramos encerrar en la caótica jaula del #domenicalmuseo a quienes les cuesta gastar dinero para entrar en lugares de cultura, porque el coste de la entrada pesa mucho en su presupuesto familiar. Y luego aderezarlo todo con la retórica del fomento de la cultura: pero permitir el acceso una vez al mes a quienes pueden tener dificultades para pagar el precio íntegro de la entrada, y además permitirlo en el contexto de una situación que obliga al público a visitar salas tremendamente abarrotadas y a hacer colas de horas para entrar, es lo menos inclusivo que se puede hacer para extender de verdad el acceso a los museos al mayor número de personas posible. No es así como debería funcionar: quienes tienen dificultades (pensemos, por ejemplo, en quienes no tienen trabajo) deberían poder visitar museos todos los días del año, libremente, sin tener que esperar a ese único y miserable domingo que se les concede desde arriba para entrar gratis a un lugar de cultura que conocen y aman, o que quieren empezar a descubrir.

Así pues, parece que por fin ha llegado el momento de replantearse la gratuidad de los domingos, y quizá sustituirla por descuentos específicos y políticas de precios que puedan equiparar a Italia con otros países europeos donde la flexibilización de precios ya es una realidad. El ministro parece haber dado algunas buenas indicaciones: “Estamos hablando de marketing cultural. Si yo fuera director de un museo pediría dos cosas: la primera, que me dejaran un poco más libre para hacer cierto tipo de políticas de precios, tarifas, horarios y segmentación. La segunda, aunque hubiera algo a nivel nacional, tener la deriva a nivel local. Y es que ”probablemente no es lo mismo el museo de Mantua que el de Roma". Por tanto, se podría, al menos al principio, mantener la gratuidad de los domingos en los museos (sobre todo en los pequeños) para los que representan un recurso vital que les permite ampliar su público y dar a conocer sus colecciones. Y, a continuación, se podría poner en marcha un estudio en el que participasen las autoridades locales (el ministro ha destacado que las autoridades locales conocen y son capaces de segmentar bien a los visitantes de sus museos) para realizar un estudio sobre la composición del público, quizás comenzando las encuestas ya en el próximo #domenicalmuseo.

Los datos deberían servir entonces para llevar a cabo la verdadera revolución en los precios de los museos que Italia necesita y que en Finestre sull’ Arte llevamos tiempo reclamando. Es decir, todo lo que, repito, ya ocurre en otros museos de Europa: Entrada gratuita para quienes no tienen trabajo, entradas con descuento para familias, ampliación de horarios por las tardes o por la noche (no se entiende por qué es normal que los cines garanticen el acceso a quienes trabajan durante el día, mientras que para los museos es una excepción), acuerdos con otros museos e institutos culturales a través de tarjetas (que, por otra parte, ya existen en muchas realidades municipales o regionales) que integran también servicios (transporte, por ejemplo) u ofrecen descuentos para gastar en comercios locales. Las declaraciones del ministro nos hacen albergar esperanzas: y esperamos, por tanto, que éste sea el momento oportuno para suprimir la gratuidad de los domingos e iniciar una nueva política de precios para nuestros museos.


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