Estamos con los guías turísticos especializados


El Tribunal Administrativo Regional del Lacio anuló los decretos que exigían una licencia para ser guía turístico en más de 3.000 lugares de Italia. Algunas reflexiones.

La noticia no ha aparecido en los periódicos nacionales y ha sido comentada exclusivamente por iniciados, pero la importancia del asunto es considerable, por lo que merece la pena mencionarla. Según nos enteramos por los sitios de información del sector, el Tribunal Administrativo Regional del Lacio anuló los decretos del Ministerio de Bienes Culturales que imponían limitaciones al ejercicio de la profesión de guía turístico(7 de abril de 2015 y 11 de diciembre de 2015): en concreto, se consideraron ilegítimas las medidas que identificaban lugares de especial interés (3.176 en todo el país) que exigían una titulación especial para ejercer la profesión en su interior. ¿El motivo? El Tribunal Administrativo Regional consideró que los límites impuestos por los decretos ministeriales vulneraban la normativa europea sobre competencia y circulación de trabajadores.

Turisti a Roma
Turistas en Roma. Crédito de la foto

Qué cambia ahora? Vuelve a estar en vigor la Ley nº 97, de 6 de agosto de 2013, que reconoce la profesión de guía turístico con validez en todo el territorio italiano. Del mismo modo, los guías turísticos extranjeros que hayan obtenido su titulación en sus países de origen también podrán ejercer su profesión en territorio italiano, dado el régimen de libre prestación de servicios reconocido por la Unión Europea.

Hay que decir que si se quería liberalizar la profesión de guía turístico, lo más probable es que se haya elegido el camino equivocado, y nos ponemos del lado de todos aquellos guías turísticos especializados, profundos conocedores de su propio territorio, que expresan su preocupación por la decisión del Tribunal Administrativo Regional del Lacio. El objetivo de la acción de los legisladores debería ser siempre la protección del consumidor: la sentencia del Tribunal Administrativo Regional del Lacio (nº 02831/2017 de 31 de enero de 2017, publicada el 24 de febrero) parece ir en la dirección contraria, porque en un sector especialmente delicado, en el que el consumidor no es otro que el turista que confía en un profesional para que le introduzca en un territorio, se corre el riesgo de crear una situación en la que sean los clientes finales, los turistas, los que salgan perdiendo. De hecho, nadie podrá evitar que los turistas se dejen llevar a descubrir una ciudad por un guía que viene de otro lugar y que quizá sólo haya estudiado en los libros los temas que luego explicará a los viajeros, como tampoco nadie podrá evitar que los operadores turísticos extranjeros confíen en sus guías en lugar de en los locales. Tampoco hay que olvidar que “ser guía turístico” no sólo significa conocer una obra de arte o tener conocimientos de la historia de una iglesia o un edificio. Un guía turístico conoce las costumbres de los lugareños, puede recomendar restaurantes, hoteles, tiendas, sabe qué zonas evitar en una ciudad, es capaz de organizar los aspectos logísticos de la mejor manera posible: en definitiva, viviendo el lugar de primera mano, sólo puede conocerlo mejor que nadie.

Por supuesto es legítimo esperar que los más capacitados sigan trabajando como lo han hecho siempre, pero es igualmente legítimo esperar que un régimen de liberalización de este tipo lleve también a una revisión de los precios a la baja, lo que podría provocar un descenso general de la calidad, con guías turísticos que, además de ajustar sus propias tarifas para adaptarse al mercado, tendrán que ajustar las suyas para hacer frente a una competencia que será cada vez más acuciante, tendrán que invertir menos tiempo en estudiar, formarse y adquirir experiencia sobre el terreno, y lanzarse con mayor ímpetu a acciones de marketing para retener a los clientes, que ya no estarán obligados, como quería la ley, a acudir a los guías in situ, sino que podrán elegir a quien prefieran (y tal vez puedan llevarse un guía “de casa”).

Estamos convencidos de que la profesionalidad seguirá siendo reconocida por los turistas más atentos. Sin embargo, existe el riesgo de que la decisión del TAR perjudique (al igual que, huelga decirlo, a muchos operadores del sector) sobre todo a los consumidores: éstos quedarán a merced de un mercado que, en esencia, ya no tendrá reglas estrictas. Estamos de acuerdo en que hay que reformar la profesión: convertirse en guía turístico es ya un sueño casi inalcanzable para muchos y existe el riesgo de corporativismo, pero la solución a estos problemas tampoco pasa por el otro extremo. Por eso estamos del lado de los guías turísticos especializados, sencillamente porque estamos del lado de los intereses de los que viajan y de los que quieren saber, y de los que siguen queriendo acompañar a los que viajan y a los que quieren saber de una manera sana, correcta, útil y profesional.


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