Especulaciones de Caravaggiomania: Ladispoli desafía a Porto Ercole sobre la muerte del pintor


La caravaggiomanía no tiene límites. Más especulaciones sobre el lugar de la muerte del pintor: esta vez es Ladispoli quien reivindica, con una serie de iniciativas (incluida la instalación de un monumento), la desaparición de Merisi.

Últimamente se ha vuelto a hablar de la muerte de Caravaggio, que como sabemos ocurrió el 18 de julio de 1610 en Porto Ercole, en la costa toscana, cerca de la frontera con el Lacio, cuando el artista aún no había cumplido los 39 años.

Cada vez se promueven más iniciativas culturales en la ciudad de Ladispoli, a sólo 60 km de la costa al norte de Roma. Contrainiciativas, por así decirlo, que con tenacidad y ambición encomiables pretenden hacer avanzar otra tesis, según la cual el pintor murió en la aldea de Palo Laziale (en aquella época, Palo). Aquí había desembarcado seguramente en el viaje de Nápoles a Roma, a la espera de recibir el indulto por el asesinato que cometió en 1606. Por razones poco claras, fue retenido temporalmente por los guardias que custodiaban el puerto, mientras el barco que lo había traído regresaba a Nápoles con sus lienzos. Una vez liberado, por razones desconocidas se dirigió a Porto Ercole, donde murió de enfermedad.

Ottavio Leoni, Retrato de Caravaggio (1615-1620; carboncillo negro y pasteles sobre papel azul, 234 x 163 mm; Florencia, Biblioteca Marucelliana
Ottavio Leoni, Retrato de Caravaggio (1615-1620; carboncillo negro y pasteles sobre papel azul, 234 x 163 mm; Florencia, Biblioteca Marucelliana

Mucho se ha especulado sobre los últimos días de Michelangelo Merisi, tratando de llenar de algún modo el vacío de información en las fuentes. Pero la muerte en Maremma, registrada en las biografías y documentos más antiguos, nunca se ha cuestionado seriamente. Vincenzo Pacelli (fallecido en 2014) lo había intentado, es cierto. Incluso había llegado a suponer que el pintor había sido asesinado en Palo, si no antes, arrojando su cuerpo al mar, según una hipótesis que gritaba “asesinato de Estado”: habrían conspirado algunas de las más altas autoridades e instituciones de la época, felices ’de deshacerse de un manifestante incómodo, un artista que con cada cuadro entraba en polémica con la ortodoxia católica y obligaba al público a reflexionar’. Quizá demasiado poco (además de exagerado, con todos mis respetos), para considerarle tan peligroso... No había sido, sin embargo, la única hipótesis excéntrica sobre Caravaggio lanzada por Pacelli, pero esencialmente ya había caído en saco roto en los círculos más próximos a él.

Si hoy, sin embargo, se relanzan sus conjeturas conspirativas sobre la muerte del pintor, se debe a la combativa campaña llevada a cabo en primera persona, no por casualidad, por un grupo de ciudadanos ladispolenses, periodistas y pintores en particular. Mucha pasión, esto hay que reconocerlo, sin embargo no compensada por tanta familiaridad con los estudios caravaggescos. Su voz se hace oír a través de los medios de comunicación locales y cuenta con el apoyo de la administración municipal, y el énfasis de ciertos comunicados en Internet en los que se repiten conceptos como “desafío” (dirigido a Porto Ercole), parece delatar la verdadera naturaleza de su movimiento “reivindicativo” (sic). Carente de hecho del apoyo concreto de los verdaderos especialistas de Merisi, todo parece confiado al poder de la comunicación y ligado a un interés localista, y se reduce como mínimo a una cuestión más de orgullo cívico. Pero más allá del supuesto clima partidario, sin demasiada malicia se percibe también el olfato de alguien por obtener un rédito económico, además de imagen. Indicativas en este sentido son las últimas noticias en orden cronológico, que siguen a la instalación de una gran placa de mármol en una rotonda ("Bienvenidos a Ladispoli, última escala de Caravaggio"), y cuatro (por ahora, pero se promete añadir más) señales turísticas en la llamada “Passeggiata del Caravaggio”, con solemnes palabras de Pacelli.De hecho, ahora está prevista una estatua de Caravaggio, con la que se pretende “reafirmar” la convicción de la muerte en la costa del Lacio. Que quede claro, sin desembolso de dinero público, al menos que se sepa, sino financiada por comerciantes locales.

La placa de bienvenida en Ladispoli
La placa de bienvenida en Ladispoli


El paseo de Caravaggio
El paseo de Caravaggio

Y aquí se impone una cuestión de no poca importancia. ¿Puede una administración municipal o cualquier forma de asociación territorial, más allá del previsible beneficio, pensar unilateralmente en escribir su propia versión de la historia, eludiendo una discusión seria en los más altos niveles científicos? La respuesta, negativa, es demasiado obvia. Sobre todo si, como en este caso, se utilizan signos tangibles y engorrosos (el monumento, sobre el que la Superintendencia podrá pronunciarse), que en el futuro corren el riesgo, y ésta es probablemente una de las intenciones, de convertirse ellos mismos en “pruebas”, al menos a los ojos de los menos informados o de los más intrigados por la dietrología. Pero para establecer la verdad histórica, hay que pasar por el examen crítico de los documentos y las fuentes y, sobre todo, no se puede ni se debe partir de tesis preconstituidas, por mero afán de tallerismo y parroquialismo. De lo contrario, con la muerte de la pericia, cualquier pretexto no servirá más que para confundir. Absurdamente, el final mismo de Caravaggio podría ser reivindicado en este punto por otras localidades que han sido citadas en este sentido en testimonios literarios y archivísticos, pero en una sola ocasión cada una y por equívocos y olvidos evidentes: Procida, Civitavecchia, Nápoles, Terracina. La propia Cerveteri, limítrofe con Ladispoli, parecía a su vez reclamar su propia porción de popularidad, si el pasado mes de febrero acogió la conferencia con el engañoso título “Cuando Caravaggio desembarcó en Cerveteri”, generando aún más resquemor entre los vecinos. Quién sabe si, a este paso, no será la ciudad de Bolonia la que reivindique ser el último hogar del supremo lombardo. De hecho, es poco conocido que Virgilio Saccà, en 1907 y, por tanto, un año antes de su muerte, publicó un extracto de un intercambio con el párroco de Porto Ercole que, habiendo rastreado el certificado de defunción de Caravaggio, mencionaba un desconocido transporte de los huesos del artista que tuvo lugar, en un momento indeterminado, en la capital emiliana.

Todavía está fresco el recuerdo de la iniciativa auspiciada por la entonces administración municipal de la “rival” (en términos ladispolenses) Porto Ercole, cuando en 2010 se atrevió aún más, llevando en triunfo los presuntos restos mortales de Merisi. Dichos restos le fueron atribuidos (con una probabilidad, no está claro cómo, estimada en el 85%) mediante una investigación cuya validez, en aquel caso, fue justamente impugnada por el propio Pacelli. Esto, sin embargo, sirvió de poco: se escribieron libros, se realizó incluso un documental de National Geographic y, para colmo, se erigió en el centro del pueblo toscano un monumento y parque funerario de dudoso gusto estético, luego sabiamente retirado y en todo caso confinado en un lugar más periférico. Entre los historiadores del arte hubo quien hizo oír su disconformidad, algo que no ocurre ahora con la operación Ladispolese. Quizá no se le quiera dar demasiada importancia, quizá sea resignación ante una manifestación más de la ya imparable “caravaggiomanía”. Sin embargo, el proyecto de una estatua “reivindicativa”, que enviaría simultáneamente un mensaje antihistórico y publicitario en beneficio de unos pocos, no puede ser ignorado. Al menos por parte de quienes verdaderamente conocen y se interesan por Caravaggio.

La llegada de los supuestos huesos de Caravaggio a Porto Ercole en 2010
La llegada de los supuestos huesos de Caravaggio a Porto Ercole en 2010


La llegada de los supuestos huesos de Caravaggio a Porto Ercole en 2010
La llegada de los supuestos huesos de Caravaggio a Porto Ercole en 2010


El monumento de Porto Ercole en su ubicación actual
El monumento de Porto Ercole en su ubicación actual


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