En Sicilia está a punto de llegar el golpe mortal a un patrimonio en agonía. El nuevo decreto sobre el patrimonio cultural


Settis: "es la consecuencia de la desgraciada devolución del patrimonio cultural y paisajístico a la región". En Palermo, una "mesa abierta" al debate para decir "no".

"Estoy convencido de que la devolución del patrimonio cultural y del paisaje a la Región de Sicilia fue una mala idea, contraria a la Constitución. Todo lo que vino después es consecuencia de aquella desdichada decisión de 1975. Estudiaré detenidamente este ddl". En estas pocas y lapidarias palabras, Salvatore Settis condensa su cristalina y poderosa convicción del daño causado al patrimonio cultural de Sicilia por el reconocimiento por parte del Estado de la competencia exclusiva en materia de patrimonio cultural, de la que también goza entre los que tienen un estatuto especial. El último acto está marcado por un proyecto de ley, actualmente en examen en el ARS (Parlamento siciliano), que mortifica a las Superintendencias y desvirtúa la normativa sobre los planes paisajísticos.

Lo habíamos presentado a Settis a finales de febrero. Pocos días después, el país se vio sumido en una emergencia sanitaria sin precedentes. De ahí la decisión de “congelar” este artículo en un momento en que toda la atención mediática se centraba en el covid-19.

Así que volvemos a hablar de ello hoy, cuando Sicilia, que ha salido del bloqueo con la tasa de infección más baja del país, se ve obligada a enfrentarse a otra emergencia, que incluso corre el riesgo de cobrarse más “víctimas” que el coronavirus entre el patrimonio cultural y el paisaje de la región: el ddl 698-500, en apariencia, pretende regular “las actuaciones de la Región en el ámbito de la valorización del patrimonio cultural y de la protección del paisaje”, en el fondo, sin embargo, es un intento de reforma legislativa fruto de un sustancial analfabetismo no sólo de la legislación sectorial nacional, sino también de la regional, que pretende privar de autoridad a las superintendencias y poner fuera de juego la protección del paisaje.

No se trata de una ley destinada a regular sectores individuales (museos, ecomuseos, parques arqueológicos, etc.), como en el pasado, sino de una reforma normativa a gran escala, que sólo tiene como precedente la que había permitido a Sicilia construir el dintel de una protección “paralela” a la del Estado a través de las clarividentes y fundamentales Leyes nº 80/1977 y nº 116/1980.

Una flecha tensada en el arco y nunca disparada, la de la competencia exclusiva sobre el patrimonio cultural, es la historia de casi medio siglo de premisas y promesas que no han podido ni querido desarrollarse en su carga no pocas veces innovadora. Sin embargo, no estamos tan seguros de que, aunque se derogara la autonomía, Sicilia se encontraría de repente con una clase política mejor.

Basta con leer los 56 artículos de este absurdo e inconstitucional proyecto de ley, presentado por diputados de todos los partidos (con la única excepción del 5S y de Claudio Fava, líder del movimiento Cento Passi per la Sicilia, que ha retirado su firma), para tener algunas dudas al respecto. El primer firmante es Luca Sammartino (Italia Viva), presidente de la misma Comisión de Cultura. Evidentemente, no se ha tomado el pulso a la creciente intolerancia de quienes trabajan en el sistema del patrimonio cultural siciliano, o simplemente gravitan en torno a él. De hecho, las amargas críticas de las asociaciones de defensa del patrimonio cultural y del paisaje, del Colegio de Arquitectos, de los profesores universitarios y también de los superintendentes regionales y directores de museos no se han hecho esperar. Todos exigen lo mismo: que el proyecto de ley sea retirado, y no sólo parcheado con un impresionante número de enmiendas (casi 500).

Templo E de Selinunte
Templo E de Selinunte

La criticidad del patrimonio cultural en Sicilia

Una mala legislación, en definitiva, incapaz de abordar la complejidad de los problemas que, a corto plazo, corren el riesgo de paralizar el Departamento de Patrimonio Cultural e Identidad Siciliana, que padece un capital humano reducido a una “reserva india”, mientras se producen jubilaciones masivas, sin previsión de renovación. Reina la mortificación de las competencias especializadas, en beneficio de figuras genéricas que debilitan o incluso contradicen la misión de cada instituto, como un geólogo al frente de una unidad de patrimonio arqueológico de una Superintendencia o un arquitecto al frente de un parque arqueológico. Hablamos también de la crónica falta de recursos financieros; del debilitamiento de la acción de protección debido a la incongruente reorganización de las Superintendencias; de las irracionales medidas de reducción de gastos, legadas por el gobierno anterior, que no cortan el despilfarro sino que paralizan las oficinas, ya escasas de equipos, medios tecnológicos, conexiones rápidas a Internet, etc.; de la falta de revisión y actualización de los reglamentos de la Superintendencia de Patrimonio Arqueológico, puestos en marcha por el gobierno anterior.; de la no revisión y actualización de la normativa sectorial, que es muy diferente del chapucero intento que propone este proyecto de ley. Y de nuevo, de la política de préstamo de obras de arte que más que una comunidad autónoma hace de Sicilia una colonia de museos internacionales; de la necesidad de agilizar y completar la planificación paisajística. Pero también de la necesidad de crear y poner en marcha una coordinación interdepartamental, porque las políticas culturales sólo pueden tener un alcance sistémico y el patrimonio cultural debe estar siempre conectado en un marco de proyecto unitario, en intersección con las orientaciones programáticas de otras políticas (infraestructuras, planificación, obras públicas, protección del medio ambiente, turismo, formación y economía, porque toda política cultural implica una política económica). Por último, suena a tecnicismo y, en cambio, es la clave de todo: hay que implementar y sistematizar las tres bases de datos existentes (las creadas por el Cricd y el Crpr, junto con las elaboradas en la redacción de los Planes Territoriales de Paisaje). Porque el conocimiento de la consistencia del patrimonio es un requisito previo para cualquier actuación, desde su estudio hasta su conservación y puesta en valor. Y la lista sigue por defecto.

Vista de Noto
Vista de Noto

Las voces críticas que rechazan el decreto

Y en lugar de todo esto, ¿qué leemos en este proyecto de ley? La delegación en los ayuntamientos de la concesión de autorizaciones paisajísticas, en contra de lo que establece el Código. A entidades, eso sí, no capaces de garantizar un nivel adecuado de competencia técnico-científica.

También es evidente un intento de centralizarlo todo en manos del director general (dg) del Departamento de Patrimonio Cultural, una figura, como sabemos, fuertemente condicionada por una excesiva proximidad a la política. A este último se le confiaría la autorización de intervenciones sobre el patrimonio cultural que el Código sólo reconoce a las Superintendencias. Estas últimas se verían también privadas de las tareas de conservación, estudio y restauración, transferidas, observa la CIA, Confederazione Italiana Archeologi (Confederación Italiana de Arqueólogos), al Centro Regional de Planificación y Restauración. A cuyo Centro, añadimos, ya la DA nº 6 de 29 de enero de 2019, que regula los procedimientos de autorización de préstamo de bienes culturales regionales, atribuye la expresión del dictamen sobre el estado de conservación del bien, en lugar de a las Superintendencias.

LaCIA también plantea dudas sobre el método, así como sobre el fondo: la competencia legislativa de la Región de Sicilia en la materia hecha derivar directamente del Estatuto, en lugar de los Decretos Delegados Presidenciales de 1975; y la falta de referencia a las leyes fundamentales de 1977 y 1980 antes mencionadas. En cuanto al fondo, observa, entre otras cosas, que "el artículo 7 del proyecto de ley atribuye la protección del patrimonio cultural y paisajístico a acuerdos entre administraciones, soslayando el papel técnico-científico de las instituciones de protección. Yendo, además, en la misma dirección que una reciente ley regional la ley Armao-Grasso (“Disposiciones sobre procedimientos administrativos y funcionalidades de la actuación administrativa”, de desarrollo de la Ley Madia de 2015), que establece que si “unaadministración regional o local en el ámbito de la protección del medio ambiente, del paisaje, del patrimonio histórico-artístico” (por ejemplo, una Superintendencia) expresa su desacuerdo, durante la conferencia de servicios, contra un proyecto, se puede presentar una oposición ante el Consejo. En otras palabras, se introduce una especie de juicio final por parte del órgano político.

En cuanto a las Superintendencias, Legambiente no se anda con rodeos al reconocer que "no siempre han cumplido su cometido de la mejor manera posible, habiendo estado casi siempre sometidas a la intromisión de políticos y lobbies [...] Sin embargo, y así se ha visto con los planes paisajísticos, han sido un freno al saqueo y la depredación. En este sentido se han visto como “puntillas a las iniciativas privadas”. Por eso espera que sean efectivamente"reformados, haciéndolos más autónomos y libres de condicionamientos políticos". Y dotadas de más "recursos humanos y financieros ".

De envilecimiento de las superintendencias habla también el ’cártel’ del no al proyecto de ley que une, además de a la propia Legambiente, al Foro Siciliano de movimientos por el Agua y los Bienes Comunes Residuos Cero Sicilia, WWF Sicilia Italia Nostra Sicilia, Comitato Rodotà Beni Pubblici y Comuni Sicilia Centro Consumatori Italia: “tras la cortina de humo de la racionalización de la burocracia”, denuncian “la práctica que favorece la vía de los nombramientos de carácter fiduciario, en lugar de reforzar al personal cualificado”.

Para SiciliAntica, el decreto elude por completo las cuestiones centrales: "el respeto de las competencias técnicas en la asignación de puestos de gestión en el seno de los organismos de conservación constituye la premisa indispensable para cualquier acción que quiera promover la investigación, la valorización y la gestión de un patrimonio cultural y medioambiental vasto y extendido".

La Asociación Ranuccio Bianchi Bandinelli e Italia Nostra han firmado un documento conjunto en el que subrayan cómo el proyecto de ley contiene"normas que entran en conflicto con la legislación nacional de protección que aplica el dictado constitucional del art. 9“. El objetivo es ”liberar“ la ordenación del territorio de las limitaciones de protección dictadas por la Constitución y someterla a los intereses especulativos”. Y a continuación, "la crisis del sistema regional de protección se pone hoy de relieve en toda su gravedad en la comparación con el actual sistema nacional que ha tomado como modelo precisamente las Superintendencias únicas sicilianas para una reforma de las estructuras periféricas del MiBACT, con el objetivo declarado de lograr una protección multidisciplinar y contextual del patrimonio cultural de la nación. La protección holística del patrimonio cultural, objetivo declarado de la innovadora legislación regional, elaborada hace cuarenta años mucho antes que el marco legislativo nacional, es hoy, precisamente en Sicilia, imposible de realizar por las superintendencias debido al caos organizativo producido por las sucesivas leyes y actos administrativos que han destruido la estructura multidisciplinar de los Institutos de Protección sicilianos.

Losgraves solapamientos entre las competencias regionales y estatales, signo de la precipitación con la que se redactó el texto normativo, fueron puestos de relieve por la ANAI, la Asociación Nacional Italiana de Archivos, que recuerda que la Superintendencia de Archivos de Sicilia es un “fósil” de las superintendencias estatales presentes en la Región antes de la transferencia de competencias en 1975: “única superintendencia estatal en el territorio regional”, no puede encuadrarse jerárquicamente en la estructura administrativa de la Región, ni puede ser desautorizada por la DG en materia de autorizaciones relativas a los archivos.

Más suave, por último, es la postura de la ANA, la Asociación Nacional de Arqueólogos, que considera el proyecto de ley “integrador” del Código, proponiendo, no obstante, una serie de modificaciones puntuales. Como las de considerar la contribución de los voluntarios como un recurso no ’integrador’ sino ’auxiliar’ de los profesionales; o la de remitir la autorización sobre cualquier intervención en el patrimonio cultural al superintendente, y no a la dg.

Catedral de Palermo
La catedral de Palermo

Sicilia, de “laboratorio político” a "laboratorio legislativo

Sicilia, que ya es un " laboratorio político" de experiencias que se trasladarán al ámbito nacional, se convierte así también en un “laboratorio legislativo” de leyes que, aún no aprobadas, ya están echando raíces en otros lugares. En Florencia, por ejemplo. Donde el alcalde Dario Nardella ha pedido al gobierno que en el decreto de simplificación se dé a los alcaldes de las ciudades de arte la posibilidad de superar las limitaciones al patrimonio histórico-artístico. “Para mover un pequeño muro”, dijo, “necesito autorización de la superintendencia. Para rehacer una fachada necesito autorización paisajística”.

No sorprende demasiado esta alineación justo aquí con el pasaje más discutido del ddl del renziano Sammartino: como otros exponentes del PD toscano, Nardella creció políticamente en el renzismo. Ni siquiera le satisface ya el silencio-consentimiento introducido por la Ley Madia de reforma de la AP (Ley 124/2015) en los procedimientos relativos al patrimonio cultural y paisajístico, sobre los que se pronuncian las superintendencias. Mecanismo no implementado, todo hay que decirlo (a veces autonomía no equivale a dolores...), por la reciente ley siciliana Armao-Grasso de “desburocratización”.

Cómo reformar las superintendencias

La economía no puede ser rehén de la ineficacia. Es cierto, pero los superintendentes no son agentes con licencia para bloquear el desarrollo. Hay que ponerlos en condiciones de responder dentro de los plazos, ya se trate de un particular o del alcalde Nardella.

¿Cómo? Volvamos a las superintendencias sicilianas asediadas. En primer lugar, teniendo en cuenta los conocimientos técnicos, en lugar de asignar tareas independientemente de ellos. Evaluando el peso real de los currículos, drogados en cambio por décadas de nombramientos obtenidos garantizando la lealtad al político de turno y no al artículo 9 de la Constitución. Una máquina que se alimenta de forma circular: se amontonan títulos y nombramientos para engrosar currículos que se gastan en obtener nuevos nombramientos. ¿A quién le operaría del corazón un dentista? ¿Por qué, entonces, ha de ser un agrónomo quien opine sobre la demolición de un edificio histórico? En segundo lugar, restaurando las unidades operativas individuales en contra de la incongruente unificación de ciertas áreas sectoriales deseada por el gobierno Crocetta, por la que el patrimonio arquitectónico se empareja con el patrimonio histórico-artístico y el patrimonio paisajístico con el patrimonio demo-etno-antropológico. No se trata sólo de una cuestión de revisión de gastos fuera de lugar, sino de una tergiversación histórica del modelo de superintendencia siciliana: organizada en un equipo con competencias multidisciplinares, no puede garantizar eficazmente el desempeño de sus tareas institucionales a menos que las áreas sectoriales se mantengan diferenciadas y se garantice a cada unidad operativa el especialista adecuado. Tercero, volviendo a la contratación: dentro de unos años, ya no habrá gestores. Cuarto, espolvoreando el capítulo dedicado a los gastos de funcionamiento de las superintendencias, lo que garantizaría “necesidades básicas”, como tinta y papel para las impresoras, líneas de internet rápidas, que permitan emitir opiniones en pocos minutos, en lugar de tres meses. En quinto lugar, es necesario acelerar el proceso de desmaterialización e informatización de las escrituras, dotando a las oficinas de los medios tecnológicos adecuados e introduciendo el protocolo informatizado, con el que sólo unas pocas están equipadas; y fomentar el intercambio de información con otros organismos públicos según procedimientos en línea: por ejemplo, poder realizar búsquedas catastrales en la Oficina de Recaudación o consultar el registro civil en las oficinas municipales. Serviría para agilizar los trámites y dar un mejor servicio a los usuarios, que deberían poder acceder a los servicios en línea para solicitar autorizaciones, información, etc. Por último, atreverse a abrir nuevos caminos. Como el de proporcionar una autonomía financiera parcial. Por ejemplo, las superintendencias podrían retener porcentajes sobre las indemnizaciones pagadas por quienes cometen un abuso para las intervenciones de recalificación paisajística. Actualmente, las verdaderas “tesorerías” se ingresan en un capítulo regional sin que nada vuelva a la superintendencia que las obtuvo.

Pero lo cierto es que las superintendencias no quieren ponerse en situación de responder ante el alcalde Nardella. La “provocación” de Sammartino (precisamente el término que utilizó para intentar minimizarla) todavía no es ley, pero corre el riesgo de serlo en breve.

El Teatro Griego de Taormina
El Teatro Griego de Taormina

La conferencia de Palermo para decir no al ddl

Por este motivo, porque en Sicilia corre el riesgo de convertirse en una ley de “provocación”, el escritor ha promovido una mesa de debate abierta que ha reunido a un frente unido para decir no.

La conferencia se celebra hoy, 11 de junio, en los Cantieri Culturali alla Zisa de Palermo. Entre los ponentes figuran ANA, Asociación Nacional de Arqueólogos; CIA, Confederación Italiana de Arqueólogos; Italia Nostra; ANAI, Asociación Nacional de Archiveros Italianos; Archeoclub de Italia; ¿Me reconoces? Soy un profesional del patrimonio cultural; Legambiente Sicilia; Amigos de los Museos de Sicilia; Foro Siciliano de Movimientos por el Agua y los Bienes Comunes; Residuos Cero Sicilia; WWF Sicilia; Comitato Rodotà Beni Pubblici e Comuni Sicilia; ¡Centro Consumatori Italia; Asociación “Un’Altra Storia”; Arci Sicilia; SiciliaAntica; Museo internazionale delle Marionette “Antonio Pasqualino”; Associazione Articolo 9; Fa’ la Cosa Giusta! Sicilia; Asociación BCsicilia; Asociación Cultural “La Civetta di Minerva”; Asociación “Bianchi Bandinelli” de Roma y Asociación Nacional “Assotecnici”, así como los Colegios de Arquitectos de Palermo y Catania.

E incluso antes de la apertura, la mesa de debate cosechó un éxito: el martes pasado, durante el examen en la Comisión de Cultura, se derogó todo el Título VI sobre ordenación del paisaje. En 2018, un intento de transferir la protección del paisaje no a los municipios, sino incluso al gobierno regional, con un reglamento aprobado en ese caso, fue frenado por una sentencia del Tribunal Constitucional que declaró su ilegitimidad.

Pero todo lo demás de este enésimo intento de golpear los instrumentos y las normas de protección y salvaguardia del patrimonio cultural siciliano sigue en pie. En el fondo hay dos malentendidos sustanciales. El legislador querría transponer a la Región, con “un torpe copia y pega del Código Urbani”, como astutamente observa SiciliAntica, la normativa nacional en materia de protección del patrimonio cultural. Cabe preguntarse, pues, en base a qué legislación se ejerce también la protección en la isla, si no es precisamente el Código, debido al principio jurídico de la transposición dinámica. El Tribunal Constitucional, en la citada sentencia, reconoce el Código como una ley nacional “de gran reforma económica y social que incluso las regiones de estatuto especial deben observar” (sentencia 172/2018). Por no hablar de que ya hemos visto cómo muchos artículos de este decreto están, por el contrario, en contradicción con el propio Código. Una “paradoja jurídica”, observa la CIA.

Y no sólo eso. El legislador estaría transponiendo la Reforma Franceschini. Y aquí estamos en la paradoja, porque estaría copiando al copiador. ’Franceschini ha copiado de los sicilianos’, titulábamos nuestro artículo en ’Il Giornale dell’Arte’ en 2015, en el que fuimos los primeros en señalar que los dos pasajes calificativos de la reforma Mibact (museos autónomos y superintendencias únicas) estaban tomados del ’modelo’ siciliano. Por supuesto, también hay que saber copiar. Franceschini perfeccionó y racionalizó el sistema de gobierno “inventado” en Sicilia para los institutos autónomos. Aquí, sin embargo, en los parques arqueológicos el director cuenta con el apoyo de un comité técnico-científico, que debería ser un órgano de asesoramiento exclusivamente técnico y, en cambio, su dictamen suple la eficacia de los actos administrativos. También actúa como consejo de administración, un órgano de gestión (sólo presente en el Parque del Valle de los Templos, donde, por el contrario, el comité técnico-científico está ausente). En los institutos estatales autónomos, en cambio, el consejo de administración, el comité y la junta de auditores (ausentes en los institutos sicilianos) son tres órganos colectivos con tareas distintas. Sin embargo, preverlos en Sicilia no sería suficiente. La sistematización general requiere varias correcciones. Ante todo, debe revisarse la presencia del alcalde (o alcaldes) en la comisión, de modo que en una institución regional, articulada en torno al Departamento BBCC, otro ente territorial, el municipio, tenga poder de decisión. No es así en el Estado, donde entre los miembros del Comité hay uno designado por el municipio, que debe seleccionarlo entre profesores universitarios o expertos con acreditada cualificación científica en patrimonio cultural. El alcalde no forma parte. Nada de esto puede leerse en el Título IV del proyecto de ley, del que se libraron esencialmente las enmiendas.

Los Cantieri Culturali della Zisa de Palermo. Foto Créditos Vincenzo Miceli
Los Cantieri Culturali della Zisa en Palermo. Foto Crédito Vincenzo Miceli

¿Gobernanza o parálisis en los institutos autónomos?

Consciente de la contradictoria e inadecuada legislación regional que regula (además de la institución) la organización de los parques arqueológicos (Ley Regional 20/2000), el desafortunado consejero Sebastiano Tusa había intentado indicar pasos y prioridades para la reforma. Con tres proyectos de ley, entre julio y octubre de 2018, quiso que la autonomía de gestión y financiera de los parques no se quedara en papel mojado. Con una fórmula, sin embargo, igualmente deficiente: aunque una cosa no excluía la otra, Tusa quería hacer lo contrario de lo que había intentado Bonisoli: eliminar el Comité en favor del Cda. Había previsto, sin embargo, un "fondo de solidaridad", como el del Mibac, por el que el 10% (elevado allí al 25%) de las recaudaciones que los grandes parques debían destinar a los más pequeños.

Esos decretos, nunca convertidos en ley, a pesar de los anuncios del gobierno tras la tragedia aérea, se encuentran en el proyecto de ley Sammartino. Pero si no se dota a los parques de los indispensables órganos de gobierno que acabamos de mencionar, y mucho menos de autonomía, los presupuestos tendrán que seguir aprobándose en Palermo.

Pero hay más en el frente de los parques arqueológicos. Se ha desempolvado una idea bastante singular de Crocetta: en caso de nombramiento de un director ajeno a la administración, su salario se imputaría al presupuesto del parque. Es decir, ¡imagínese un director que tenga que promover actividades culturales con el aguijón de la necesidad de asegurarse un sueldo! Y ya ha habido demasiados banquetes y conciertos de rock en nuestros sitios de patrimonio cultural.

Luego hay un párrafo muy peligroso en este proyecto de ley, el que pretende transferir de la Superintendencia al Consejo de Administración, que hemos dicho que es un órgano de gestión, la autorización sobre los proyectos de intervenciones dentro del perímetro del parque. Las Directrices para los Parques Arqueológicos de Sicilia de 2001 ya destacaban “el carácter excepcional de esta última disposición, que constituye una derogación de las competencias normales en materia de protección del patrimonio cultural y paisajístico”, precisando que “este dictamen queda, por tanto, delegado a las Superintendencias”. Y si, en su momento, no se reconoció que el comité técnico-científico, por la naturaleza de su composición, pudiera expresar la “opinión técnica” que ahora prevén los artículos 21 (remoción, demolición, desplazamiento, etc., de bienes culturales) y 146 (autorización paisajística) del Código, imagínense si tal opinión pudiera ser expresada por un consejo de administración.

Sí, el papel técnico. Todas las Asociaciones están de acuerdo en que la Ley 10/2000, que de hecho la ha anulado, está en el banquillo de los acusados. Pero dado que todos también están de acuerdo en que el Código Urbani también es ley en Sicilia, conviene recordar que el artículo 9 bis del Código (que transpone la Ley 110 de 22 de julio de 2014, sobre el reconocimiento de las profesiones culturales) establece que las intervenciones para la protección y valorización del patrimonio cultural “se confían a la responsabilidad y ejecución, según sus respectivas competencias, de arqueólogos, archiveros, bibliotecarios, demoetnoantropólogos, antropólogos físicos, restauradores [...]”. Por lo tanto, según la jerarquía de las fuentes en derecho, incluso en Sicilia un agrónomo no podría sustituir la opinión técnica de un historiador del arte, no debería ser elegido en lugar de este último en la asignación de un puesto a cubrir. Parecen cuestiones obvias. En cambio, es dramáticamente habitual en la isla, con todas las consecuencias que conlleva la falta de calidad “técnica” de las opiniones expresadas.

El Consejo Regional de Bienes Culturales, homólogo del Consejo Superior

Entre esos tres decretos de Tusa ahora ’incorporados’ al de Sammartino está también el que pretendía reformar el Consejo Regional de Bienes Culturales. Un órgano estratégico para la gestión de la protección y valorización del patrimonio siciliano. También debería dar indicaciones sobre la planificación de la Región y pronunciarse sobre su aplicación. En cambio, parece que se puede prescindir de él: el gobierno actual sólo lo ha convocado para la creación precipitada de parques arqueológicos. Es un órgano asesor del Presidente de la Región, en lugar del Ministro de Patrimonio Cultural, como lo es, en cambio, el Consejo Superior. Una singular arquitectura híbrida hace que técnicos y políticos se sienten juntos. Tenía su razón histórica, ya superada: cabe imaginar que pocos años después de 1975, cuando se creó en el Estado el Ministerio de Patrimonio Cultural y al mismo tiempo se transfirieron a la Comunidad Autónoma todas las competencias en la materia, la ley regional de 1977 hubiera previsto que políticos y técnicos trabajaran juntos en la construcción de este nuevo sistema. Pero lejos de esa fase fundacional, llevamos años escribiendo que es necesario replantear este consejo como un órgano de asesoramiento puramente técnico, como lo es en el Estado. Esto se pretende hacer ahora con el artículo 43 del presente proyecto de ley. Aunque sólo sea porque calca el peso de la composición del estatal, previendo la presencia de personalidades eminentes del mundo de la cultura, respetando el equilibrio de género (aunque no se haya previsto la presencia de un restaurador o experto en conservación del patrimonio cultural). Pero salvar un solo artículo no basta para mantener a flote un proyecto de ley que hace aguas por todos lados.


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