En la era digital, debemos replantearnos la relación entre originalidad y autenticidad


Los objetos son los depositarios de las ideas, los pensamientos, las acciones del tiempo. Ninguna copia rematerializará jamás todo lo que hay en el original, pero cuanto más se acerque la réplica al original, más podrá revelarse. Las réplicas, en esencia, nos ayudan y animan a tomar conciencia de nuestras limitaciones.

En 2007, mientras discutíamos en su programa de televisión Passepartout el facsímil de las Bodas de Caná de Veronese que habíamos realizado para el refectorio de San Giorgio Maggiore (el lugar para el que estaba destinado el original y pintado como obra site-specific), Philippe Daverio se echó al hombro un ejemplar del famoso ensayo de Walter Benjamin La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica. Afirmaba que en la era digital tenemos que replantearnos la relación entre originalidad y autenticidad.

Existe una vasta acumulación de pensamiento en torno al tema, pero el “aura” ha permanecido más o menos intacta, entendida como lo que separa un original de su copia. Jean Clair, antiguo director del Museo Picasso y de la Bienal de Venecia, sostenía en su libro L’hiver de la culture que es mejor exponer réplicas que llenar los museos de reliquias deterioradas. La exposición del Victoria & Albert Museum (y la publicación relacionada) A World of Fragile Parts (2016) echó un vistazo general al valor de las réplicas, mientras que la iniciativa ReACH, organizada por el V&A y la Peri Foundation, dio lugar a la publicación de Copy Culture, que esboza importantes cuestiones sobre la propiedad de los datos, el registro en alta resolución y el intercambio de datos. Las posiciones de la UNESCO, ICOMOS y otros organismos profesionales siguen estando significativamente desfasadas.

La metáfora elegida por Benjamin, que sugiere tanto halo como radiación, es en realidad lo contrario de la evidencia física que hace que un objeto sea específicamente lo que es. Los objetos son los depositarios de ideas, pensamientos, materiales, pruebas, transacciones y acciones compuestas del tiempo. Son el contrapunto a las comunicaciones efímeras de hoy en día (requieren tiempo y reflexión, pero proporcionan ideas complejas), reflejan y redirigen cada pensamiento que les imponemos.

Ninguna copia rematerializará jamás todo lo que hay en el original, pero cuanto más se acerque la réplica al original, más podrá revelarse. En parte, esto nos permitirá comprender las decisiones y los materiales que componen el original, el modo en que ha envejecido y se ha deteriorado, y los acontecimientos que le han sucedido a lo largo de su vida. Todo pasa por un proceso dinámico de cambio constante. Las réplicas no sólo nos ayudan a comprender y empatizar, sino que también pueden animarnos a tomar conciencia de nuestras limitaciones temporales y de perspectiva.

Lo digital y las auras tienen mucho en común: distan mucho de ser algo discreto, estable y claramente definido. Lo digital se asociaba antes a lo virtual, pero cada vez es más físico. Los datos digitales dependen de la electricidad y de la intervención humana. Para Benjamin, el aura es intrínseca y emana del objeto; en realidad, el aura es proyectada sobre el objeto por el espectador y es producto de nuestra propia percepción del valor, nuestras creencias y prejuicios. Cuando éstos cambian, el aura puede reposicionarse. La obra de arte en la era de la reproducción mecánica comienza con una cita de La conquête de l’ubiquité de Paul Valéry : “En los últimos veinte años, ni la materia, ni el espacio, ni el tiempo han vuelto a ser lo que eran desde tiempos inmemoriales. Debemos esperar que las grandes innovaciones transformen toda la técnica de las artes, influyendo así en la propia invención artística y tal vez incluso provocando un cambio extraordinario en nuestra noción misma del arte”.

San Giorgio Maggiore. Foto: Fundación Factum
San Giorgio Maggiore. Foto: Fundación Factum

La tecnología digital está provocando ese “cambio extraordinario”, pero la predicción de Valéry parece casi profética si se lee lo que sigue a esa cita en el texto original: “Al principio, sin duda, sólo se verán afectadas la reproducción y la transmisión de las obras de arte. Será posible enviar a todas partes o recrear en todas partes un sistema de sensaciones, o más exactamente un sistema de estímulos, provocado por algún objeto o acontecimiento en un lugar determinado. Las obras de arte adquirirán una especie de ubicuidad. Sólo tendremos que evocarlas y ahí estarán, en su realidad viva o recuperadas del pasado. No existirán simplemente en sí mismas, sino que existirán allí donde haya alguien con un determinado aparato. Una obra de arte dejará de ser algo más que una especie de fuente o punto de origen cuyos beneficios estarán disponibles y al alcance de todos, donde queramos”.

La revolución digital está introduciendo una forma alternativa de pensamiento que es acumulativa en lugar de secuencial: se acumula como una impresión en 3D en lugar de pasar ante nuestros ojos como una película. La grabación digital de alta resolución y el archivo seguro a largo plazo son los corchetes que están dando forma al debate sobre cómo las tecnologías digitales, tanto en su forma virtual como física, están cambiando nuestro enfoque de la conservación y preservación de las pruebas materiales del pasado.

Si un objeto se registra adecuadamente, puede analizarse, estudiarse, compartirse y rematerializarse con diversos fines. Los datos pueden utilizarse de diversas formas. En su forma digital, pueden ser accesibles en todo el mundo y utilizarse como recurso educativo y creativo. Pueden optimizarse y utilizarse para realidades virtuales, aumentadas y mixtas. Puede analizarse científicamente con fines forenses. Puede convertirse en material de partida para restauraciones digitales que nunca tocan la obra de arte original. Puede rematerializarse mediante diversas tecnologías de producción 3D. Puede analizarse con redes neuronales de inteligencia artificial. Puede informar la visualización de la exposición y dar lugar a un conocimiento digital basado en una mezcla de hechos y opiniones, conocimientos y pruebas. Pero también puede recrear un facsímil perfecto sin tocar nunca la superficie del original, utilizando tecnologías sin contacto que no ponen en peligro en modo alguno la obra de arte. Ahora podemos hacer copias a la misma escala, con colores y detalles de superficie precisos. Cuando mostramos un facsímil enmarcado de Boucher junto al original en una exposición en Waddesdon Manor en 2019 y pedimos al público que eligiera cuál era el original, la pregunta hizo que la gente se detuviera. Miraron y discutieron, expertos y público por igual, dejando de lado sus propias suposiciones. Por curiosidad, casi la mitad acertó.....

Los facsímiles amplifican la importancia del original y revelan por qué se considera importante. Lo digital solía ser virtual, ahora tiene el potencial de ser tanto virtual como físico. La tecnología es evidente tanto en la mecánica del hardware como en la elegancia de los algoritmos que dan forma al software. Ambos, en manos de hábiles artesanos digitales, conducen a nuevos conocimientos y comprensión. Cuando los conceptos se separan de las pruebas físicas, tienden a dispersarse.

Los pensamientos y las ideas tienen que encontrar su forma: esto se aplica a la palabra escrita, la canción, la danza, la música, la interpretación, la arquitectura, la escultura, la pintura y la representación, ya sean tangibles o intangibles. Siempre están arraigados en su tiempo, pero son accesibles a quienes miran, escuchan y cuestionan.

Esta contribución se publicó originalmente en el número 18 de nuestra revista impresa Finestre Sull’Arte on Paper. Haga clic aquí para suscribirse.


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